“Es un tipo con capacidad para tener buena relación con sus interlocutores; el éxito o el fracaso muchas veces reside en ese factor”. El socialista Patxi Lazcoz describió así las actitudes de quien fuera durante años su rival en el Ayuntamiento de Gasteiz y predecesor en la Alcaldía, un “animal político” que encontró en el Consistorio de la capital gasteiztarra el trampolín idóneo para ganarse la simpatía y el aprecio de sus jefes de filas ante cotas de mayor calado.

La renuncia del histórico José Ángel Cuerda en la pugna electoral resultó entonces determinante para que con apenas 32 años encabezara el Gobierno municipal. Así comenzó una fulgurante carrera en la que tuvo que hacer frente a la minoría que durante dos legislaturas consecutivas le llevó a afinar su capacidad negociadora frente a las bancadas rivales. Su legado, a pesar de los años, sigue vivo en el Consistorio, pero más por las sombras que suponen nefastas herencias como el generoso alquiler de la calle San Antonio rubricado con el empresario Gonzalo Antón, que por las luces; que también las hubo.

Las elecciones municipales de 2007 marcaron un antes y un después en su trayectoria política. Después de lograr el éxito electoral en las dos anteriores tentativas, afrontó la nueva liza con la convicción de que su futuro estaba fuera de Vitoria. Perdió y se mantuvo en el Consistorio el tiempo suficiente para asentar las bases de lo que sería su asalto a Madrid. Las maletas ya estaban hechas.

Para entonces era conocida su buena relación con las nuevas caras que representaban la guardia pretoriana del presidente del partido y aspirante a liderar el Gobierno de España, Mariano Rajoy, sobre todo con una joven dirigente vallisoletana llamada a ejercer de mano derecha del político gallego. Soraya Sáez de Santamaría le eligió como su adjunto en la portavocía del grupo popular en el Congreso de los Diputados; nuevo reto y nueva oportunidad de Alonso para establecer los puentes con las bancadas rivales.

Desde ese instante, en los corrillos de la Cámara Baja comenzó ha convertirse en una presencia imprescindible, una situación muy diferente al efímero paso por esta institución que protagonizó siendo alcalde de Vitoria en el año 2000. El presidente del Gobierno José María Aznar quiso promocionar a esta joven promesa, pero superado por los acontecimientos, Alonso decidió mediada la legislatura concentrar sus esfuerzos en sacar adelante el trabajo que le aguardaba en Vitoria y aparcar para mejor ocasión su periplo madrileño.

Con la lección aprendida y libre de las ataduras que conlleva un cargo público añadido, el portavoz adjunto emprendió su nueva etapa volcado en la actualidad del Congreso. Aún sí, sus compañeros de partido le pidieron que no perdiera toda conexión con el PP del País Vasco, donde como referente de la plaza fuerte que representa el territorio alavés para este partido, su presencia resultaba fundamental en la Ejecutiva autonómica. Desde Madrid ha seguido manteniendo la presidencia del PP alavés y formando parte del núcleo encargado de la toma de decisiones más relevantes en cada momento.

La plena concordancia en la visión política con Antonio Basagoiti le permitió mantener intacta esa capacidad de influencia en las líneas del partido en Euskadi, un poder que se ha tambaleado con la llegada a la presidencia vasca de Arantza Quiroga. El golpe de mano para librarse de Iñaki Oyarzábal, secretario general con Basagoiti, estrecho colaborador y amigo desde hace décadas de Alonso, marcó un nuevo punto de inflexión del que aún se desconoce el desenlace futuro en la relación entre el nuevo ministro y la presidenta del PP vasco.

Poco importa, de momento, el desenlace de estos desencuentros para un dirigente de marcado perfil político que al inicio de esta legislatura consideraba “pintoresca” la situación preelectoral, donde la más que previsible victoria de la formación conservadora posibilitara que “casi toda la gente que conozco vaya a ser ministro”, según explicó en una entrevista en DNA. Esta vez sí, el eterno ministrable ha sabido estar en el lugar y el momento adecuado.