Llevamos meses hablando del 9 de noviembre. Ha llegado el día que marcará un antes y un después en la historia de Catalunya si su clase política es capaz de llevar adelante la apuesta por su derecho a decidir.
Esta semana de la cuenta atrás nos ha ofrecido la evidencia de que Mas va a aguantar el tirón de la celebración de la consulta frente a prohibiciones, amenazas y chantajes. Precisamente este miércoles, el president se reafirmaba en ello; aseguraba su confianza en que se desarrolle en calma y de manera pacífica, a la par que dejaba clara su posición y la de su gobierno de que se trata de la legítima defensa de Catalunya. Estamos, pues, ante un hito en el que los catalanes y catalanas votarán por su derecho de participación y libertad de expresión, pese a las duras posiciones contrarias de PP, PSOE y resto de partidos españoles. Y lo interesante es que éstos no han conseguido romper la necesaria colaboración de Convergència y ERC, avalada, además, por el movimiento ciudadano.
Las dificultades materiales para ejercer el derecho al voto tendrán, sin duda, influencia en los resultados finales del domingo. A estas alturas son casi lo de menos: Catalunya ya ha ganado en la apuesta más que mayoritaria de su gente por un futuro distinto. Lo que haga Rajoy es todavía una incógnita, y siendo capaz de casi todo como es, dudo que llegue a la violencia con su policía pues solamente beneficiaría a la otra parte. Es verdad que podría obligar a los Mossos e intentar provocar un cisma en la sociedad catalana, como en otras ocasiones han intentado aquí con la Ertzaintza.
Los siguientes pasos son mucho más trascendentales. Las elecciones se convertirán en el reflejo legítimo y legal de la aspiración a ejercer su soberanía por la ciudadanía catalana. La duda es si Convergència y ERC serán capaces de encararlas con una visión de estado y elaborar unas listas conjuntas por responsabilidad nacional. A mi modo de ver, sería de una gran altura política ante un horizonte complejo pero que no tiene vuelta atrás. Si ambas fuerzas no desean generar una enorme frustración histórica y ser arrastradas con ella en caída libre deberán entenderse necesariamente. Lo más fácil los nombres, lo difícil el para qué y el cómo. No obstante, resulta imposible creer que no hayan hablado de los pasos a dar en la negociación con el Estado o tras la declaración unilateral de independencia; sería frívolo y peligroso para la estabilidad de sus partidos.
El escenario es muy corto en el tiempo (enero-febrero) puesto que en el 2015 además tendrán lugar las municipales y las generales. Mas y Junqueras deberían hacer un cálculo político en clave de país y de futuro, no partidario. En el caso de ir separados podríamos, incluso, suponer que ERC ganara en esa contienda electoral pero ¿con qué futuro? Con las posiciones soberanistas muy debilitadas y enfrentadas, la pregunta a responder por Junqueras es si quiere ser president autonómico de la Generalitat el año que viene o de la Catalunya independiente pasados muy pocos años.