Pamplona - Hace tiempo que la legislatura navarra entró en tiempo de descuento. Seguramente demasiado. Tanto, que el último Debate sobre el estado de la Comunidad dejó ayer la sensación de escena repetida. Protagonizada por una presidenta atrincherada en su soledad política desde hace tres años, y que en durante las casi tres horas que intervino en el Parlamento fue incapaz de ofrecer ninguna iniciativa novedosa. Nada nuevo más allá de la satisfacción personal por unos datos macroeconómicos tras los que Yolanda Barcina dijo ver el final de la crisis,y del habitual victimismo, que le llevó a lamentar tener que vivir “rodeada de tanta incomprensión”. Y que supone el triste epílogo de un mandato marcado por la situación económica, una mala gestión política y la inestabilidad institucional. Algo que sin embargo no impidió que la presidenta justificara ayer que, pese a todo, “esta legislatura ha merecido la pena”, e hiciera una defensa cerrada de la acción de su Gobierno. Sin ningún tipo de autocrítica, y evitando mencionar los temas más controvertidos como las crisis en Hacienda, el caos en Salud, el despilfarro en Sodena o la deuda de Osasuna, por citar los más recientes.
Barcina dio la sensación de que realmente se siente incomprendida. Incapaz de entender su soledad política, la falta de acuerdo y la ingobernabilidad en la que lleva perdida la comunidad desde que decidió expulsar al PSN del Gobierno. Víctima de la conjunción temporal de “una de las crisis más duras hasta ahora conocidas” y de una oposición que “exagera los problemas”, “engaña a los ciudadanos” y “solo piensa en castigar” a su Gobierno. Algo que sin embargo contrapuso con una visión personal de una Navarra sin dificultades importantes que está a punto de superar la crisis. “Nos hubiera gustado contar con mayores apoyos y que nuestras constantes ofertas de diálogo no hubieran caído en saco roto. Pero lo cierto es que han prevalecido los cálculos electoralistas y cortoplacistas de la oposición”, lamentó.
El final de la agonía Era el último debate de una agónica legislatura, así que la jornada acabó convertida una retrospectiva de lo que ha sido el mandato de Barcina. Ingobernable desde que decidió expulsar al PSN del Gobierno y agotar la legislatura con el rechazo abiertamente hostil del Parlamento. Una decisión obviada ayer por la presidenta, que apuntó cualquier responsabilidad a “la incapacidad de las fuerzas políticas presentes en esta Cámara, de todas, para propiciar un escenario de estabilidad institucional”. Incluso reprochó el “resentimiento y el rencor” del líder del PSN porque solo ha querido garantizar la gobernabilidad cuando ha estado en el Palacio de Navarra.
No obstante, según Barcina esta “en modo alguno ha sido una legislatura perdida”. “Alguien tenía que tener el coraje de adoptar medidas desagradables y reformas imprescindibles que ya no se podían demorar más para evitar que se profundizaran los efectos destructivos de la crisis”, argumentó. Poco más aportó la presidenta, que se mostró sola ante las adversidades porque “la oposición ha sido incapaz de forzar una alternativa (ni mención al veto de Ferraz), y culpó a la actitud del resto de grupos “del progresivo alejamiento” de la ciudadanía y la política (ignorando los sobresueldos de Caja Navarra).
De esta forma, quiso subrayar la mejoría económica como muestra de buena gestión, y aunque las perspectivas para los próximos meses no parecen tan positivas como auguró ayer, aprovechó para afirmar que “el esfuerzo y el coraje con el que se han acometido las reformas han merecido la pena”. “Hemos conseguido dar la vuelta a la situación y enfilar a Navarra en la dirección de la salida de la crisis”, dijo Barcina, que recurrió al eufemismo (“agenda reformista”) para evitar hablar de los recortes aplicados los tres últimos años, casi todos consolidados ya en estructura de gasto pese a lo que previsiblemente van a ser tres prórrogas presupuestarias consecutivas.
Fue, en definitiva, la visión particular que de la realidad política y social navarra tiene Barcina, sustentada en estadísticas y comparativas con otros territorios muy cuestionadas por la oposición, que le reprochó vivir alejada de la calle. Una intervención que en ocasiones estuvo apoyada en medias verdades y juego sucio, lo que derivó por momentos en un debate agrio en el que la presidenta recuperó a ETA para arremeter contra Patxi Zabaleta y el candidato de EH Bildu, Adolfo Araiz, que ayer no tenía turno de réplica. Al igual que Uxue Barkos, candidata de Geroa Bai, contra quien Barcina apuntó sus dardos sin venir a cuento y cuando ya no había más turnos de intervención.
Muestra del tenso clima que ha reinado en toda la legislatura, que da sus últimos coletazos sin que la presidenta pudiera ofrecer ayer ningún proyecto de futuro. Sin interlocución con el PSN, incapaz de aprobar iniciativa alguna y cuestionada por su propio partido, solo queda ya esperar la llegada de unas elecciones que aclaren el panorama institucional. Triste final de un cuento cuyo desenlace es desde hace tiempo conocido, pero que Barcina se ha negado reconocer confiada en una nueva carambola política que evite que el de ayer fuera su último discurso como presidenta. Un destino que sin embargo parece ya inevitable.