Diez víctimas de diferentes violencias, todos ellos hijos de personas asesinadas por ETA, los GAL o por abusos policiales, dialogando entre sí. Algunos habían coincidido en experiencias previas como los encuentros de Glencree, otros no se conocían y hay quienes no habían hablado nunca delante de una cámara. Se trata de cinco conversaciones en las que “empiezan a hablar de lo que les pasó y las consecuencias que tuvo en sus vidas, siguen acerca de cómo superaron el odio y terminan hablando del futuro”. Así define Fermín Aio el documental que ha dirigido, Reconciliación, destacando que “para todo el equipo y para mí personalmente haber hecho este trabajo ha supuesto un antes y un después”.

En el arranque del mismo, Inés Núñez se emociona especialmente cuando recuerda cómo su padre, en el lecho de muerte en 1977 tras sufrir gravísimos abusos policiales, pidió despedirse de ella, que era prácticamente un bebé. Es reconfortada por su compañero de diálogo, Iñaki García Arrizabalaga, hijo de una víctima de los Comandos Autónomos Anticapitalistas (CAA), y ambos coinciden en que tuvieron conciencia plena de su pérdida en el momento de tener descendencia. “De repente te das cuenta de lo que supone ser padre y de lo que has perdido. La familia es una unidad de apoyo, un colchón esencial para salir adelante”, afirma él.

Reconciliación se estrenó ayer en la jornada inaugural del festival Zinexit en los cines Golem Alhóndiga de Bilbao, y se emitirá en Euskal Telebista el 10 de noviembre, Día de la Memoria. En sus 60 minutos de duración hay espacio para hablar sobre el perdón y la necesidad de que los victimarios reconozcan el daño causado. Sara Buesa, hija de Fernando Buesa, asesinado por ETA, confiesa que “no tengo la necesidad de hablar con ellos, para mí lo importante era que se hiciera justicia. No tengo sensación de odio ni de venganza, estoy en paz con la vida”. Josu Elespe, también hijo de un político socialista asesinado, Froilán, agrega que “hay una base de partida que es que matar está mal, que fue un error y un fracaso político. Teniendo eso claro la convivencia en la sociedad vasca es mucho más fácil”.

Destaca el caso de los jóvenes Leire y Jon, hijos de los ertzainas asesinados por ETA Joseba Goikoetxea y Montxo Doral, respectivamente, y que “por primera vez están delante de una cámara hablando” de su experiencia, según Fermín Aio. En referencia al perdón, ella opina que “dar la cara, afrontar o decirle a la persona, mira, oye, lo siento, he cometido un error, me parece valiente por parte de ellos. Doral agrega que “no es algo que necesites pero se agradece que por lo menos te digan que lo sienten, que se han equivocado, al menos ir con esa idea de que han hecho daño”. “Reconocerlo es lo más importante”, apostilla su interlocutora.

Tender puentes El documental cuenta con monseñor Juan Mari Uriarte como hilo conductor, no en vano su libro La reconciliación ha servido de inspiración para este proyecto. Además de realizar una autocrítica a la iglesia vasca y de narrar su encuentro con uno de los miembros del comando de ETA que asesinó a su primo en Bermeo, Uriarte defiende que “el diálogo nos ayuda a pasar de la violencia al grito, después del grito a la palabra, y de la palabra a la escucha de la palabra del otro. El diálogo nace de la convicción de que yo no tengo toda la verdad ni toda la razón y de que el otro puede tener algo de verdad y algo de razón”.

Reconciliación se completa con la presencia de lo que sus responsables denominan pontoneros, es decir, “personas que desde perspectivas y experiencias diferentes han tratado de construir puentes para propiciar la convivencia”, según el director. Se trata de Maixabel Lasa, exdirectora de la Oficina de Atención a las Víctimas del Gobierno vasco; el claretiano abertzale Josu Zabaleta y Sabino Ormazabal, que fue detenido en el macrosumario 18/98.

Fermín Aio, que ha estado al frente de este proyecto durante el año que ha durado su realización, habla así de esta experiencia: “Si, cuando sea adolescente, mi hija tiene la oportunidad de escuchar uno de estos testimonios de primera mano, esa reflexión de cómo han superado el odio, cómo han rehecho sus vidas, cómo ven el futuro del país y la necesidad de que convivamos todos, va a ser una vacuna”. Agrega en declaraciones a DEIA que “va a hacer que sea mucho más difícil que puedan apoyar cualquier uso de la violencia para solucionar conflictos. Es un regalo que las víctimas hacen a la sociedad por el que tendríamos que estar infinitamente agradecidos”.

Sobre este proceso de superar o no llegar a conocer siquiera el odio, Pili Zabala, hermana de Joxi Zabala, secuestrado, torturado y asesinado por los GAL, relata que “en casa nunca ha habido odio”, pese a que “después de lo que nos pasó era muy fácil perder la cabeza”. Según ella, “la violencia que padecimos era políticamente correcta para algunos y ver esa doble moral fue tremendo”. Su compañero en la pantalla, Andoitz Korta, hijo del presidente de Adegi Joxe Mari Korta, asesinado por ETA, agrega que “se habla con mucha facilidad sobre el perdón y no es tan fácil. Perdonar es un camino y cada uno hace ese camino de forma diferente. Algunos dan algún paso, y otros ni siquiera eso”.

En el tramo final del documental, Edurne Brouard y Fernando Garrido, que han establecido una estrecha relación tras convivir durante los encuentros de Glencree, en Irlanda, entre víctimas de violencias de diferente signo, se muestran esperanzados respecto al futuro. “Es posible la reconciliación en Euskadi, la condición es que la sociedad vasca lo quiera y no tengo duda de que lo quiere”, afirma la hija de Santi Brouard, asesinado por los GAL. Garrido, cuyo padre fue asesinado por ETA junto a su esposa Daniela y otro hijo, Daniel, cuando era gobernador de Gipuzkoa, cree que “hay que convivir, no hay otra salida. Son temas lentos, tal vez lleve generaciones, pero ya llegará”.

En este sentido, Jon Doral y Leire Goikoetxea demuestran una gran madurez y aplomo, y así el primero dice que “si hablamos de dar pasos, creo que ya va siendo hora también de que [ETA] entregue las armas definitivamente y, por el otro lado, me parece bastante importante el acercamiento de los presos. No es fácil tener un hijo, un marido o un padre a 800 kilómetros de tu casa”. “Para que ya no solamente nosotros sino que todos podamos vivir en paz. Sobre todo que no haya más niños huérfanos, porque al fin y al cabo a mí me quitaron una parte muy importante de la vida de cualquier niño”, concluye Leire.