por ser un poco lokarrizale, vayan por delante mis dudas. No estoy yo tan seguro de que sus objetivos finales se hayan cumplido. Sí, comparto que la paz ha llegado para quedarse. No, no ha (debo escribir “hemos” por la identificación que siento) logrado su objetivo final de socializar la cultura que propaga. Hoy la ciudadanía respira porque ETA no mata y el Estado español anda a trompicones porque no ha hecho sus deberes. Pero más allá de esa constatación, todos hubiéramos querido más.

Lo bueno de Lokarri es que no es maximalista y también eso me gusta. No ha llegado a sus máximos, pero sus mínimos están cubiertos desde hace tiempo. Díganme, por ejemplo, si hubiera sido posible la conferencia de Aiete sin que Lokarri hubiera puesto su buen hacer en el intento. Vamos a ser justos: hubiera sido imposible sin la concurrencia responsable de los partidos políticos y muy improbable sin Lokarri.

Pero hay, al menos para mí, algo que trasciende ese momento cumbre. Desde Lurraldea hasta Lokarri (Elkarri mediante) un grupo de personas se han dedicado a extender la cultura del diálogo que ha terminando calando en un amplísimo sector de la sociedad vasca. Yo he aprendido con ellos y he conseguido explicar a mis hijas a través de su ejemplo por qué el diálogo entre distintos es el mejor método para arreglar los conflictos.

He recordado Lurraldea porque fue el primer roce de lo que hoy despedimos. Les pongo en situación: 1990; autovía del Leizaran; programa de Gabilondo Iñaki los jueves en ETB2; Jonan Fernández y HB en Tolosa, ETA asesinaba en contra del trazado previsto, yo estaba muy verde... en fin, un trágico lío tan de vascos. Pues Fernández admitió el punto medio: una entrevista grabada para defender su postura porque las altas instancias forales vetaban un debate. Y después se quejaron incluso de su presencia y de sus palabras conciliadoras. Aquel día aprendí mucho de soluciones; no es equidistancia. ¿Sabén cómo titulo El País el acuerdo que se alcanzó ocho meses depués? “ETA y HB imponen a la Diputación de Guipúzcoa un nuevo trazado para la autovía de Leizaran”. No; no lo impusieron y unos cuantos aprendimos que sin asesinar ni ceder a chantajes había otras maneras de arreglar nuestros problemas. Confío en que aún podamos incluirlos en esta cultura del diálogo.

Jonan, Paul, Maxux y todos los que han sostenido en el tiempo esta idea tienen que estar hoy muy orgullosos de ese trabajo. Han acuñado, incluso, algún neologismo: “insistencialismo”. Creo hablar en nombre de otras profesiones porque acostumbrados a ir rápidos y exigir soluciones inmediatas, ellos nos han enseñado que el trabajo da sus frutos cuando es constante y salva dificultades.

Lo principal que puede servirnos para el futuro es el método. Ese es el legado fundamental. Aprender a escuchar en medio del ruido, encajar las críticas más feroces porque crees que merece la pena el resultado final, el trabajo honesto hasta cuando te dicen que te bañas dinero los que de verdad se lo estaban llevando crudo... eso, sí, va a quedar en nuestro legado.

Y mirando al futuro, ese método es la mejor herencia porque creo que puede ser muy útil para otros conflictos que como en todas las sociedades plurales existen y van a ir surgiendo. A veces costará más, en otros será más sencillo, pero aprender a entender a quien piensa distinto es el mejor camino. Eskerrik asko, Lokarri!