La abdicación de Juan Carlos I y la coronación de su hijo Felipe VI han vuelto a poner encima de la mesa el debate sobre la monarquía y su legitimidad democrática. El reciente informe del Deustobarómetro -presentado el viernes- confirma que la Corona no posee un especial reconocimiento entre la ciudadanía vasca, que le otorga un exiguo 1,5 sobre diez: muy deficiente, suspenso clamoroso.

La actual monarquía surge, como se ha resaltado estos días, de la designación a dedo en la figura de Juan Carlos de Borbón por parte del dictador Francisco Franco, que, en expresión que ha hecho historia, quiso dejarlo todo "atado y bien atado". Sin embargo, el sistema tuvo un barniz democrático al constitucionalizarse la Monarquía parlamentaria en la Carta Magna de 1978.

En este contexto, cuatro electos vascos de diferentes tendencias políticas que formaron parte de las Cortes constituyentes surgidas de las primeras elecciones de junio de 1977 -hace ahora 37 años- analizan para DNA el debate que se produjo entonces y sus similitudes y diferencias con el actual, así como las perspectivas de futuro cuatro décadas después.

"Aceptar la monarquía fue agarrarse a un clavo ardiendo", afirma Mitxel Unzueta, que fue elegido senador en aquellas primeras e inciertas elecciones. Unzueta, nacionalista jeltzale, formaba parte de una candidatura que ahora resultaría insólita, el llamado Frente Autonómico, apoyado por el PNV, el PSOE y ESEI. El exsenador recuerda que la monarquía no despertaba entusiasmo alguno. Al contrario, había "rechazo y escepticismo total". "La Ley de Reforma Política cumplió una función, porque el franquismo seguía vivo. No hubo alternativa", añade. Unzueta describe que tras cuarenta años de dictadura, no había "capacidad para crear un Estado nuevo, no tuvieron vigor para una alternativa del propio Estado" heredado de Franco. "No había mimbres para una alternativa". "Y ahora tampoco", resume.

El análisis del socialista Luis Alberto Aguiriano es similar, aunque discrepa en la apreciación de que no hubiera alternativa. "En el debate constitucional en el Congreso el PSOE presentó una enmienda defendiendo la república, pero nos quedamos solos y hasta el PCE votó en contra, además de que hubo muchas presiones de otros partidos. Perdimos, y se acabó", recuerda. Aguiriano salió elegido senador dentro de la misma candidatura que Mitxel Unzueta, el Frente Autonómico, aunque se presentaba como independiente por el PSE. Tiene muy claro que la apuesta que se hizo por la Monarquía era "un mal menor". "Lo fundamental era construir una democracia y derribar una dictadura. La Monarquía no se consideraba algo fundamental", recalca.

Aguiriano, sin embargo, no comparte la apreciación del actual líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, que justifica el actual aval de su partido a Felipe VI en el "pacto" que se adquirió en la transición. "No hubo pacto. Defendimos, por cuestiones históricas, el modelo republicano y perdimos; pero eso ha cambiado", insiste, ya que ahora "la gente se pregunta por qué no se puede elegir al jefe del Estado igual que al resto de representantes". "El gran error", explica, "no fue aceptar el sistema, sino que se hizo de manera que es casi imposible cambiarlo por las exigencias que marca la Constitución".

En el otro lado de aquel primer hemiciclo, Alfredo Marco Tabar, elegido senador en 1977 por UCD y actualmente en las filas del PP, es tajante al plasmar la necesidad de la apuesta que se hizo en la transición por Juan Carlos I. "La Monarquía fue un instrumento para que no se produjera la ruptura", afirma. Según recuerda, "todas las fuerzas políticas, y recalco lo de todas, no hicieron cuestión de la monarquía, había una sensación u obligación de llevar la renovación del Estado a través de la Monarquía, había consenso absoluto". En este sentido, Marco Tabar considera que todos, incluido el propio rey, "hicieron lo que se hizo y como se pudo, no había otra forma de hacerlo, y eso es elogiable". "Ahora es lo mismo, Felipe VI es la exhibición pública de la situación actual de la monarquía renovada", advierte.

Francisco Letamendia Ortzi fue en las primeras elecciones el único diputado de aquella primera Euskadiko Ezkerra (EE). Hoy, como entonces, insiste en que no hubo debate alguno sobre la Monarquía, ya que había un acuerdo entre la oposición antifranquista y los aparatos del Estado que no querían perder poder. "La monarquía de Juan Carlos es la mentira de la transición y expresión de la amnesia de la izquierda, que aún condiciona al PSOE, que no son republicanos, o, si lo son son republicanos del 18 de julio", dice. Persuadido de que España tiene "una democracia de pocos voltios", Ortzi cree que "los pecados de la Monarquía derivan de ahí: el gran fraude de la transición fue echar toneladas encima del pasado franquista".

¿Y ahora? ¿Cómo se ha abordado la sucesión? ¿Qué futuro tiene en este contexto la Corona? El espinoso asunto de la legitimidad es la clave. Mitxel Unzueta cree que obviando las circunstancias históricas, hay muchas similitudes con lo ocurrido en la transición. Es más, cree que "quienes inspiraron aquellos pasos están inspirando estos". "El discurso sobre la legitimidad de la monarquía es exactamente igual ahora que entonces: por origen". Dado que "en general, la democracia española es de una calidad muy justita", el exsenador nacionalista cree que de nuevo se está "hurtando el debate", aunque muestra su preocupación por la "urgencia" con la que se empieza a hablar ahora de reforma de la Constitución, sobre todo sin resolver aún el problema territorial en Euskadi y Catalunya. El socialista Luis Alberto Aguiriano, por su parte, cree atisbar un cambio, sobre todo en las generaciones jóvenes. "La legitimidad de la Monarquía no existe, no fue apoyada por el pueblo. Tarde o temprano habrá una República. Tardará más o menos, pero es absurdo que la máxima representación del Estado sea una propiedad privada de una familia. Es absolutamente anacrónico", insiste.

También Francisco Letamendia Ortzi abunda en la falta de legitimidad de la Monarquía, un asunto "no resuelto". "Es la operación fusible" dentro de una "democracia de pocos voltios", dice gráficamente. "Emerge la figura de Felipe con una operación de invisibilidad, como hicieron con su padre, pero cada vez más colectivos quieren decidir, porque les han hurtado la soberanía".

Por contra, Marco Tabar cree que la Corona tiene "la legitimidad de la Constitución". Ahora, no cree que se haya roto el consenso de la transición, sino que solo "se han exacerbado posiciones cuestionando la Monarquía". E indica el camino para un posible cambio : "Ya saben cuál es la fórmula: una mayoría cualificada". Hoy por hoy, un imposible.