madrid - "Una monarquía renovada para un tiempo nuevo". Felipe VI inició su reinado con un mensaje nítido, que repitió hasta en dos ocasiones ante todos los poderes del Estado reunidos ayer en el Congreso de los Diputados. El estertor de la última fase del reinado de su padre, el monarca abdicado Juan Carlos, pesa en el ánimo del nuevo rey, que empleó su discurso tras la proclamación por las Cortes como una declaración de intenciones de cómo debe conducirse la monarquía, de manera "íntegra, honesta y transparente". No lo dijo, pero en el ambiente flotaban los últimos años de descrédito del reinado de su padre, que no acudió a la ceremonia para no restar protagonismo a Felipe, según la versión oficial.

La jornada de proclamación del nuevo monarca transcurrió tal y como había sido diseñada. El protagonismo absoluto fue del rey Felipe, al que solo le hicieron sombra por momentos la empatía que generan sus hijas de corta edad -la princesa de Asturias y la infanta Sofía-, el glamour de la reina Letizia y el orgullo de madre de la reina Sofía. Todos los poderes de Estado estuvieron presentes en la ceremonia, a excepción de los diputados y senadores de Izquierda Plural, ERC, BNG, Amaiur y Geroa Bai, así como la mayoría del PNV, representado únicamente por sus portavoces.

Los actos contaron con un importante componente militar, empezando por el atuendo del rey. Realizó el juramento de la Constitución y la lectura de su discurso ataviado con el uniforme de capitán general de las Fuerzas Armadas, y el acto protocolario terminó con un desfile militar frente al Congreso. Allí concluyeron los actos con contenido político, tras los cuales Felipe VI realizó un recorrido en coche por el centro de Madrid, menos multitudinario de lo que se esperaba, salió a la balconada del Palacio Real con su familia para simbolizar la continuidad dinástica y presidió una multitudinaria recepción. Apenas se registraron incidentes en el centro de Madrid, blindado por la policía, pese a la prohibición de ondear banderas republicanas.

El monarca dedicó buena parte de su discurso a tratar de trasladar la depuración de la monarquía que supone su llegada a la Zarzuela, tras los últimos años de caída en barrena de la imagen del rey Juan Carlos, cuestionado por sus achaques de salud, el incidente con el elefante en Botsuana, su relación con Corinna zu Sayn-Wittgenstein y, sobre todo, por el escándalo del caso Nóos que afecta directamente a su hija Cristina -desaparecida de todos los actos institucionales- y el esposo de esta, Iñaki Urdangarin. Todo un conjunto de factores que ha exacerbado el sentimiento republicano en gran parte de la ciudadanía.

"españa renovada" Felipe VI defendió la monarquía parlamentaria como modelo de Estado, ensalzando la "independencia de la Corona, su neutralidad política y vocación integradora" entre distintas opciones políticas. Pero más allá del mandato constitucional, sostuvo que la Corona debe "ganarse continuamente el respeto" de los ciudadanos. Y "velar por la dignidad de la institución, preservar su prestigio y observar una conducta íntegra, honesta y transparente, como corresponde a su función institucional y a su responsabilidad social". No ciñó estos cambios a la monarquía. Habló de la "España renovada" que ha de construirse y para ello se erigió en la voz de su "generación". De aquellos que desean "una España en la que no se rompan nunca los puentes del entendimiento, que es uno de los principios inspiradores de nuestro espíritu constitucional".

Por lo demás, el discurso tuvo poco contenido tangible, salvo la constatación de que para el nuevo monarca la plurinacionalidad del Estado español no existe, y sí la "nación" española, terminó que repitió varias veces, aunque algo menos que "España". Sin sorpresas su alusión a que la Corona es el símbolo de la "unidad de España". "En esa España unida y diversa [...] cabemos todos", remató. Aunque no hizo mención al modelo territorial, a las demandas de Euskadi y Catalunya, lanzó un mensaje de reconocimiento del euskera, catalán y gallego.

Tras mostrar su agradecimiento al rey Juan Carlos por su "legado político excepcional" y a la reina Sofía por su "lealtad" a su marido, recordó a las víctimas del terrorismo -con quienes estará mañana en el primer acto oficial de su reinado-, y aunque no mencionó explícitamente a ETA, aludió a la "victoria del Estado de Derecho".

Pese a reconocer que el desempleo es el principal problema de los españoles, pasó de puntillas y brevemente sobre el asunto -se solidarizó con los afectados-. "Somos una gran nación, creamos y confiemos en ella", dijo al término de su discurso, que fue respondido con vivas al rey.