Rubalcaba y Patxi López han utilizado el mismo manual. Ambos han optado por convocar sendos congresos en los que serán elegidas las nuevas direcciones del PSOE, a nivel estatal y a nivel autonómico vasco. Ambos lo han justificado con palabras parecidas, nada nuevas porque suelen ser repetidas siempre que tiene lugar un fracaso electoral.

En esta ocasión en que el fracaso ha sido calificado como "debacle" por periodistas y comentaristas diversos, Patxi López ha asumido la responsabilidad que carga sobre él, aunque no con la contundencia de Rubalcaba, que se la ha adjudicado totalmente: "la responsabilidad ha sido mía, mía, mía". El gesto de Patxi López parece consecuente con su trayectoria como valedor de las tesis de Rubalcaba, y uno de sus mejores apoyos.

Puede ser que la fórmula elegida encierre algún truco para lograr efectos posteriores. Esto no ha sido una dimisión irrevocable, ni siquiera una dimisión, todo lo más es una renuncia y, como tal, reversible a cambio de un proceso de petición mayoritaria de firmas de los afiliados para presentarlos públicamente en el momento oportuno. ¿No dimitió Felipe González para volver en el siguiente Congreso del PSOE, pero sin la palabra "marxismo" en los textos definitivos? Veremos qué ocurre ahora. Ha habido quienes han valorado la decisión como "ejemplar", pero usando mucho la generosidad. A mí no me lo parece, a pesar de que mi devoción por Patxi López y buena parte de su ideario sean indiscutibles.

Pero el PSOE necesita algo más que Congresos que renueven ideas y propuestas. Necesita que sus cuadros dirigentes sepan que lo que llevan entre manos no precisa de guardias pretorianas que les hagan perdurar en sus puestos y cargos, sino de estructuras abiertas y bien organizadas que recojan las inquietudes de los ciudadanos más humildes y las conviertan en ideas y propuestas. Malamente esto podrá ser si no se hace hincapié en la propia militancia.

Patxi López es un buen socialista y ha sido un importante lehendakari, pero ahora que anuncia que se va, pero sin dimitir, conviene hacer un diagnóstico riguroso de lo que ha ocurrido en el seno del PSE, que vaya más lejos que el que ha venido haciendo la directiva socialista en los reservados de algún restaurante previamente a las reuniones estatutarias. La presentación pública del plan que ha anunciado Patxi López ha contenido frases bellas, aunque de tanto escuchadas, más bien retóricas: "Hay voluntad de cambio en todas las partes. Los nuevos tiempos exigen caras nuevas. Lo importante no es dónde estemos cada uno sino dónde podemos hacer más. El cargo no es hereditario y será la militancia la que decida".

Sin embargo uno de los peligros que ya están en el seno del PSE es la endogamia que impera en la elección de sus órganos directivos, lo cual contrasta con el importante bastión que ha venido protegiendo al mismo Patxi López, integrado por asesores y comunicadores cuya relación con el PSE era casi nula antes de su paso por la Lehendakaritza.

Patxi López no ha dimitido, tampoco lo ha hecho Rubalcaba. Aunque ambos han dicho que se ha tratado de actos responsables para evitar que el PSOE y PSE nunca estén a la deriva, ambos saben que dimitir no es lo mismo que renunciar, es decir, que una dimisión es una renuncia, pero con nobleza. Para resolver esas situaciones de precariedad estás las gestoras, cuya función es hacerse cargo del partido de forma provisional, mientras se eligen las nuevas directivas.

Yo no sé bien si Patxi Lopez debe dejar de dirigir el PSE, pero será una importante traición que anuncie el abandono de la dirección del PSE y después acuda a las elecciones para secretario general del PSOE sin haberlo anunciado antes. Si se considera responsable principal de la caída de votos para el PSE -cosa que yo no comparto plenamente-, de igual modo lo será de la de los votos del PSOE pues no en vano su participación en la campaña electoral por todas las regiones españolas ha sido muy copiosa. Al final da la impresión de que las renuncias encadenadas de Rubalcaba y Patxi López forman parte de aquel pasaje en que ambos, conjuntamente, se conjuraron para que sus destinos fueran casi idénticos.

Y digo yo, ¿por qué no han renunciado (o dimitido) los secretarios generales regionales del PSOE, que han perdido estas elecciones con la misma contundencia que Patxi López? ¿Tendrá truco?