Patxi López hizo pública ayer su decisión de soltar las riendas del socialismo vasco. Lo hizo tras las elecciones europeas, en las que el PSE solo pudo arañar 104.515 votos. En el descalabro probablemente tuvieron mucho que ver la crisis de liderazgo de Alfredo Pérez Rubalcaba a nivel estatal, que también habría lastrado al PSE; y el meteórico despegue de Podemos, que habría rascado más de un voto en las filas socialistas. Sin embargo, su desgaste viene de lejos y no solo cabría culpar a terceros o buscar razones exógenas. El punto de inflexión electoral hay que buscarlo en 2009. Paradójicamente, fue después de alcanzar su mayor cota de poder institucional en la CAV, el Gobierno, cuando comenzó su declive. Buena parte de los votantes no perdonaron que fuera investido lehendakari con los votos del PP tras haber negado en campaña cualquier alianza con los populares y que, además, se llevara por delante al PNV, la fuerza más votada con 80.000 papeletas de diferencia. La maniobra fue posible en un Parlamento sin escaños de la entonces ilegalizada izquierda abertzale.

Patxi López (Portugalete, 1959) ligó su vida al partido a una temprana edad, y fue ocupando cargos orgánicos hasta que logró la Secretaría General del PSE de Bizkaia en el año 2000 y, dos años después, la del PSE. Se hizo con la batuta tras imponerse con el 57% de apoyos a Carlos Totorika y Gemma Zabaleta en el Congreso Extraordinario de marzo de 2002. El socialismo buscaba abrir una nueva etapa tras el mandato de Nicolás Redondo Terreros, que no tuvo más remedio que hacer las maletas tras el fracaso del frente constitucionalista labrado con el popular Mayor Oreja en las elecciones de 2001, una entente que movilizó hasta límites insospechados al votante del PNV y EA, con 600.000 sufragios. En lugar de enterrar esa estrategia, López la reeditó en 2009, pero esa vez negándolo en campaña para evitar otro mazazo.

Poco después de acceder al Gobierno, las encuestas comenzaron a reflejar su desgaste. Socialistas como Odón Elorza cuestionaron abiertamente esa alianza. La oposición, que practicó un intenso marcaje, le acusó de primar la política identitaria, tras haber aprobado como Día de Euskadi la conmemoración del Estatuto a pesar de que quedaran competencias por transferir, y a pesar de carecer de consenso social -se apoyó en la mayoría de PSE, PP y UPyD en una Cámara sin la izquierda abertzale-. También le recriminaron que aprobara medidas controvertidas que podrían interpretarse como una puesta en duda de la contundencia de los anteriores ejecutivos contra ETA: anunció la creación de una unidad antiterrorista aunque la Ertzaintza ya trabajaba contra la organización, y se enredó en una guerra contra los carteles de los presos sin jurisprudencia clara. La oposición denunció el rodillo a sus enmiendas presupuestarias y, a pesar del severo marcaje del PNV, el único pacto de calado de la legislatura, el de estabilidad presupuestaria en las instituciones gobernadas por los firmantes, lo propusieron los jeltzales.

votos Hasta el pacto con Antonio Basagoiti, los resultados del PSE se habían situado en torno a los 250.000 votos e, incluso, llegó a cosechar 430.690 espectaculares sufragios y a superar al PNV en los tres territorios en las generales de 2008, impulsado por la popularidad de Zapatero y por la movilización de su electorado tras la muerte de Isaías Carrasco a manos de ETA un día antes de la jornada de reflexión. En las autonómicas de 2009, bajó hasta los 318.112 votos y a la segunda posición, aunque siguió siendo un buen resultado. A partir de entonces comenzó a desangrarse. Dejando al margen las europeas que se celebrarían unas semanas después -la abstención dificulta una comparación atinada-, el verdadero descalabro llegaría en las municipales y forales de 2011, cuando cayó al tercer puesto, se desplomó hasta los 180.000 votos, y solo amarró ocho ayuntamientos, frente a los dieciocho que gestionaba hasta la fecha. No ganó ninguna capital ni diputación. La fotografía adquiere tintes más traumáticos si se tiene en cuenta que perdió el favor de Ezkerraldea y Meatzaldea, caladero socialista. Solo retuvo Portugalete y Barakaldo. En las autonómicas de 2012, lograría 212.809 votos.

A López le rodea el aura de haber sido el primer lehendakari no nacionalista, y el cese de ETA de octubre de 2011 llegó durante su mandato, si bien la Conferencia de Aiete y el comunicado le sorprendieron en un tren de Estados Unidos. En los últimos compases de su gobierno, se alejó del PP y cargó contra sus recortes hasta que decretó el adelanto en agosto de 2012. En la oposición a Urkullu, comenzó amagando con un bloque de izquierdas al vetar los Presupuestos de 2013 y facilitar los de Bildu en Gipuzkoa. Más tarde se alejó de la coalición, sea porque no ayudaba a remontar en los sondeos, o porque dañaría su imagen en Madrid. Dejó incluso la Ponencia de Paz. López ha mostrado en los últimos meses una vocación de centralidad, rubricando un pacto con el PNV y facilitando las Cuentas de Lakua.