L a noche electoral será larga. Cosas de la UE que son incomprensibles: 28 estados cada uno con el horario y el día que le viene en gana para elegir una institución común. En Italia cierran a las 23.00 horas, así que habrá que esperar para conocer los primeros datos oficiales. Hasta entonces, filtraciones y estimaciones. Un cachondeo. Pero habrá que seguir la pista a varias cuestiones que hoy podrían quedar dilucidadas.
¿Quién gana en la UE? La victoria va a ser cosa de dos, pero la decisión sobre el rumbo del Parlamento y del presidente de la Comisión será de más. Las encuestas apuntan a una victoria de la derecha del PPE (PP aquí) por un margen no mayor de 20 escaños sobre el partido socialista (PSOE). A partir de ahí, puede ser decisivo el tercer grupo, ALDE (PNV), convertido en bisagra. Dice la publicidad institucional del Parlamento Europeo (PE) que "esta vez es diferente". No del todo. Distinto porque el PE elegirá al presidente de la Comisión, pero después la composición de ese Gobierno europeo será cosa de los estados. Es decir, nos hemos quedado a medias. Prefiero un pequeño paso en la dirección correcta que seguir como hasta ahora.
Abstención. No deberíamos dramatizar. En las democracias más consolidadas los niveles de participación no están muy lejos del que se prevé en estas elecciones, algo superior al 40%. Pensemos en las primeras tras el franquismo y comparemos cualquiera de las citas de los últimos años. Solo la tensión política en Euskadi ha mantenido cotas superiores a las que se registraban en el Estado. El hecho de que no tengamos una circunscripción propia y quedemos diluidos en España es un acicate para acercarme hoy a las urnas. Quiero voz vasca, sin el filtro español, en el próximo Parlamento. Es casi seguro que los Estados que se han incorporado recientemente a la UE registren una participación más alta que el resto. Otra cuestión relevante es cómo va a reaccionar la ciudadanía de los países "rescatados", intervenidos más bien. ¿Habrá revolcón a los partidos clásicos que les llevaron a esa situación? ¿Recelo ante esta UE? ¿Apoyo a fórmulas radicales? Bajo la etiqueta euroescéptico se esconde una amalgama muy heterogénea: desde los abiertamente fascistas, hasta quienes creen que esta UE no les es rentable y proponen dinamitarla para construir otra. Se ha echado en falta concreción sobre qué tipo de modelo proponen. No vale solo con decir que este no funciona.
La batalla vasca y la española. Son dos duelos políticos bien diferentes que corresponden a realidades políticas muy diversas. El tono de la campaña vasca ha sido algo más didáctico que la simpleza demostrada por PP y PSOE. El pulso de PNV y EH Bildu por la hegemonía no tiene tregua. Tras aquella irrupción espectacular en las forales y municipales de la izquierda abertzale, y han pasado ya cuatro años, todas las citas se han convertido en duelo entre dos modelos que comparten una visión abertzale pero que proponen alternativas bien distintas a los grandes retos que presenta la actual crisis. Interesante y sano en democracia. El silencio de las armas ha dado pie a esta normalidad. En España, PP y PSOE han jugado a la baja, como si su máxima aspiración es que no se notara que hay elecciones. Ni los candidatos, ni sus mensajes, ni el descarado apoyo institucional al bipartidismo han ayudado a dar importancia a los comicios. Todo el día machacando sobre la importancia de participar en Europa y llegado el momento desaparece el debate para dar cabida a una sucesión anodina del "y tú más".
Escocia y Catalunya. Las elecciones llegan poco antes de dos citas, una ya convocada y la otra anunciada, en estas dos naciones que han emprendido un camino hacia la soberanía plena. No son iguales. En Escocia votarán el 18 de septiembre y en Catalunya está por ver qué pasa el 9 de noviembre. Pero los resultados pueden darnos pistas. En el caso escocés, comprobar las posibilidades reales de que asistamos al nacimiento de un nuevo Estado que paradójicamente y si se confirma la victoria del SNP, tendrá que ejercer de balanza proeuropeísta frente al avance de la extrema derecha del UKIP. Paradójico visto desde la perspectiva del Estado. Algo se olía Cameron cuando dejó de emplear ese argumento que usan PP y PSOE para amenazar a Catalunya con una expulsión inmediata de la UE. En Catalunya, los resultados pueden ser un avance que nos permita vislumbrar quién conduce el proceso. Si el nacionalismo de CiU o el de ERC. Sean cuales sean, Europa habrá avanzado como siempre: a golpe de crisis y por superación de obstáculos. Por eso, porque creo en una UE viva en permanente construcción, con defectos que deben ser corregidos, plural y diversa, yo sí votaré.