LOS niños vienen de París. Concretamente, los traen las cigüeñas. Europa, que vota el próximo domingo para el futuro inmediato no deja de mirar al cielo, negro de la crisis económica, y en lugar de tratar de divisar la luz de las estrellas, icono de la Unión, suspira desde su telescopio por el aleteo de cigüeñas como solución a los problemas que atenazan a la gran idea europea. El envejecido continente, dicen, debe afrontar varios retos, entre los que sobresalen la exigua natalidad, el alto grado de envejecimiento de la población y el flujo migratorio. Desde los escaños se mira a las pirámides poblaciones y en no pocas ocasiones se encienden las alarmas. La demografía, la ciencia que tiene como objetivo el estudio de las poblaciones humanas, su dimensión, estructura, evolución y características generales, se sitúa sin pretenderlo en medio de la escena política. "La demografía es un asunto tanto o más político que técnico", subraya Julio Pérez Díaz, demógrafo del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) y editor del blog apuntesdedemografía.wordpress.com. "Las interpretaciones que se realizan tienen mucho de ideología y poco de rigor", dice el científico.
En la Europa de la pirámide que cada vez se parece menos a la fisionomía de una pirámide -"por el progreso de la sociedad", advierte Julio Pérez-, se tiende, según el investigador, a fomentar un relato "catastrofista" que se impulsa entre los conservadores y que se trata de una visión deformada e interesada de la realidad. "La versión clásica, malintencionadamente, dice que tenemos un problema gravísimo, pero ese análisis parte de no entender la realidad porque la realidad dice que Europa es la punta de lanza de un cambio demográfico. Sin embargo, aunque la realidad les niegue continúan defendiendo su modelo aunque no encaje".
Para el demógrafo, el problema de la Europa comunitaria no está en el envejecimiento de la población, -"se vive mucho más y en mejores condiciones y eso en sí mismo es positivo para cualquier sociedad", enfatiza el investigador- sino en la ausencia de oportunidades laborales. "Que el envejecimiento de la población hace insostenible el Estado de Bienestar era algo que se decía en los años 20 en Francia. Llevamos casi un siglo oyendo las mismas tonterías de alertas demográficas. En una situación de crisis como la actual, el sistema de pensiones tiene un problema grave, pero no por los cotizantes, sino porque los millones de parados que hay. Ahí está la clave". Se trata de la riqueza que se pueda producir y el reparto de la misma. "En las sociedades modernas, el progreso consiste en producir más por hora trabajada. En España, una de cada tres personas trabajaba en el sistema agrario en los años 60, pero apenas se creaba riqueza y entonces peligraba mucho más el sistema de pensiones que ahora", recuerda el demógrafo.
Critica el científico esa idea tan "extendida" de abogar por la políticas natalistas como panacea, como si repoblando Europa con niños se garantizaría el porvenir en un continente donde escasea el empleo. "No por tener más hijos se van a solucionar los problemas de Europa". Frente a los que sostienen la imposibilidad de reemplazo generacional con los actuales índices de natalidad, Julio Pérez explica que "son tópicos natalistas. No hacen falta 2,1 hijos por mujer. Eso no tiene sentido. Por ejemplo, España lleva desde mediados de los 70 con una fecundidad que no llega a esa tasa. Estamos en 1,4 hijos y hemos seguido creciendo. Eso solo sería verdad con una mortalidad estancada, pero estamos ganando esperanza de vida".
Para el investigador, alimentar ese pensamiento natalista a modo de tabla de salvación responde a intereses concretos alejados de la realidad y de la evolución de las sociedad europea. "Es la idea que siempre ha tenido la Iglesia católica. Parece que no se han enterado de que el mundo ha cambiado, que las mujeres han cambiado, que la gente vive muchos más años y no hace falta tener tantos hijos para seguir creciendo".
sistema de pensiones La falta de reemplazo generacional, "uno de los fantasmas que se sacuden constantemente" cada vez que se debate sobre la sostenibilidad futura del actual sistema de pensiones, posee, según el demógrafo, una carga ideológica evidente. "Parece que sea la demografía la que hace peligrar las pensiones, el futuro de la familia o la emancipación juvenil. Eso es una gran falacia. Son los problemas financieros, políticos y, sobre todo, productivos y laborales los que desvían la atención hacia la demografía". Defiende Julio Pérez que el principal problema de la Unión Europea es la "falta de trabajo y no el número de niños que nacen, el envejecimiento de la población o la esperanza de vida de las personas porque responden a un nuevo paradigma, no al de una sociedad de hace cien años".
En este paisaje despunta el fenómeno de la inmigración, para el que no existe una política europea común. "Es un asunto a regular y legislar porque afecta a todo el continente en su conjunto", resuelve el demógrafo sobre un tema caliente que los políticos pasan de puntillas salvo cuando asoman dramas como el de Lampedusa o Melilla . Entonces aparecen opiniones encontradas que de momento, dentro de la Unión, se resuelven con fronteras, concertinas, vallas... pero sin ninguna respuesta global. "Si vivimos en un lugar que genera oportunidades laborales, educativas y que atiende a sus ciudadanos, siempre va a tener población porque llegará gente", dice Julio Pérez, que opina que se está haciendo mucho demagogia con la xenofobia. "Las migraciones suelen cubrir sectores laborales que no cubre la mano de obra local". De hecho, para el investigador, "si en el futuro Europa es capaz de dar trabajo, la inmigración que haya será muy selecta porque quien viene lo hace para trabajar". Con o sin cigüeñas.