como si volviéramos al túnel del tiempo, repasando la lista de los candidatos del PP para las elecciones al Parlamento europeo en el número 17 aparece Carlos Iturgaiz Angulo. Todavía. Por supuesto, teniendo en cuenta que actualmente son 23 los eurodiputados de ese partido muy mal tendrían que irles las cosas a los de Rajoy para que el de Santurtzi no vuelva a sentar sus posaderas en los escaños de Estrasburgo.

A quienes por edad o desconocimiento no ubican con mayor precisión al candidato, es conveniente remitirles a los datos generales que Wikipedia aporta sobre Carlos Iturgaiz resumidos en los relativos a su procedencia: "Con familia de orígenes carlistas, se crió entre Santurtzi y Portugalete, donde estudió en el Colegio Santa María. En un principio se le consideró mal estudiante y encaminado a la Formación Profesional. Sin embargo, en su adolescencia, una vez hubo cambiado de instituto, enderezó su carrera académica. Posteriormente inició estudios de lenguas clásicas, que abandonaría para titularse como profesor de acordeón". Estos son los datos más o menos oficiales, que no aclaran ese insólito salto de las lenguas clásicas al acordeón.

Nacido en 1965, a inicios de los 90 decidió asegurar su sustento con el ejercicio de la política adecuando sus principios ideológicos al PP vasco, como podía suponerse, y logrando una cierta relevancia al principio de los 90, cuando la presencia de los políticos en los medios resultaba indispensable. Y él, que chapurreaba el euskara del euskaltegi con mucho mérito pero escasa pericia, era el único euskoparlante del PP que se atrevía a comparecer en debates y presencias mediáticas. Añadía Carlos Iturgaiz a este dudoso mérito lingüístico un desembarazado desparpajo, una osadía atolondrada que le convirtió entre los suyos en una especie de enfant terrible dispuesto a entrar a todos los trapos en unos años cruciales para que el PP vasco marcase territorio.

Tras el asesinato de Gregorio Ordóñez y la subsiguiente ascensión de Jaime Mayor Oreja, Iturgaiz asumió la función de correa de transmisión en Euskadi del ya ministro del Interior, precisamente cuando éste diseñó la estrategia a seguir en la actividad política en relación al conflicto vasco: la confrontación, la bronca, el crispamiento en el lenguaje, el insulto, la manipulación y la hostilidad permanente con el adversario. Y en este papel Carlos Iturgaiz fue alumno aventajado de Jaime Mayor, blandiendo el dolor de las víctimas como látigo político y provecho partidario.

Los medios afines, que eran y son casi todos los hegemónicos, jaleaban las bravatas del santurtziarra que iba creciéndose a medida que se ponían a su disposición micrófonos, cámaras y páginas impresas. Iturgaiz amplificaba hasta el escándalo las perversas tesis de su padrino y, al mismo tiempo, iba progresando en el escalafón: parlamentario en Gasteiz, primero secretario general y después presidente del PP vasco, hasta que los nuevos tiempos le enviaron al cementerio de los elefantes del Parlamento Europeo en donde vegeta -y vegetará- desde 2004.

Carlos Iturgaiz fue lamentable protagonista de los peores años en los que lideró y fustigó desde los medios los exabruptos de la crispación que brotaban de aquellos colectivos subvencionados bajo denominaciones hoy casi olvidadas como Foro de Ermua, Basta Ya y cofradías similares. Iturgaiz era el perro que ladraba y aullaba los gruñidos que brotaban del proyecto estratégico de su padrino, Mayor Oreja, a quien sirvió y sirve con dedicación con trampas en el botón de votar si hiciera falta, porque a él le debe todo, ya que le sacó del acordeón para pasar al coche oficial y a la prebenda de señoría.

Dicho todo lo cual, no puede menos que sorprender que el Comité Nacional del PP esté tan escaso de personal como para incluir en la lista de candidatos al Parlamento Europeo a este personaje, a este espectro arrumbado en los baúles del pasado, a un fantasma de discurso a piñón fijo cuyo recuerdo estremece aún a la inmensa mayoría de la sociedad vasca, en la que se incluyen también buena parte de sus correligionarios.

Y este despropósito hace pensar que el PP vasco ha dado un golpe de timón hacia el conservadurismo después de un congreso que no ha resuelto su marejada interna. No es posible entender que la nueva Ejecutiva presidida por Arantza Quiroga haya aceptado la inclusión en la candidatura de un personaje como Carlos Iturgaiz, que representa sin ningún reparo un pasado que los nuevos dirigentes populares vascos quisieran olvidar. Cuesta mucho admitir que ese partido pretenda recuperar eso que llaman "el afecto de las víctimas" incrustando a Iturgaiz en la lista. Ese empecinamiento en ningún caso va a ocurrir en el País Vasco, ya que aquí nadie, ni los suyos, puede olvidar el lamentable papel que ese chusquero de la política desempeñó durante veinte años en este país.