Esperando en vano, llegó el 31 de marzo, fecha límite para una convocatoria electoral anticipada en Nafarroa. A decir verdad, cabía una remota duda porque la presidenta Yolanda Barcina, cuando parecía que pintaban bastos, anunció que había un 90% de posibilidades para la disolución del Parlamento y las elecciones forales el 25 de mayo. Pero cuando comprobó que podía fiarse de la promesa de Alfredo Pérez Rubalcaba para salvar su culo, donde dijo digo, dijo Diego y en la fecha límite convocó a los medios para confirmar que ella sigue. En un alarde de arrogancia, como corresponde al personaje autoritario que es, Yolanda Barcina tira para adelante dispuesta a aprovechar al límite las prerrogativas del poder y el beneficio que de él disfrutan la presidenta y sus compadres.

Lleva dos años con los Presupuestos prorrogados y todo indica que va camino de repetir derrota parlamentaria. Por supuesto, un Gobierno puede bandearse un año en esa situación, puede incluso apañarse -malamente- un segundo año, pero el tercero puede ser desastroso. A Barcina le da igual. Ella, en su soberbia, no piensa tragarse el sapo de renunciar al cargo al que con tanta astucia y tanta intriga logró trepar. Ella, en su enfermiza vanidad, interpreta la convocatoria anticipada de elecciones como una humillación personal, como si de nuevo le arreasen tartazos a la cara. Ella, en su inmenso ego, se cisca en lo que pueda ocurrir a la ciudadanía navarra que ya bloquea los servicios urgentes de Cáritas, que suma en incesante goteo las listas del desempleo, que sufre desesperada las deficiencias sanitarias, que aguanta crispada los porrazos policiales cuando protesta. A Yolanda Barcina le da igual. Más aún ahora, que ha comprobado que son más, muchos más, los que no piensan votarla. Así que siga siempre p'alante la Navarra de UPN, de derrota en derrota hasta el desastre final.

En un alarde de cara dura, se pavonea de presidir un Gobierno estable y apela a esa estabilidad para negarse a convocar elecciones anticipadas. Tal como va la situación en Nafarroa desde el punto de vista económico, social, educacional y sanitario, es un disparate disfrazar de estabilidad la política devastadora de la que es responsable el Gobierno de Barcina. Pero no puede negarse que para seguir gobernando y disfrutando de las prebendas del poder, se está aprovechando de manera indecente de la incapacidad reiteradamente demostrada de la oposición para presentar una alternativa. Y Nafarroa sigue a la deriva un año más, y la presidenta sabe que irá a peor. Pero eso a ella no le importa.

Queda más de un año de agonía para este Gobierno incapaz de sacar a Nafarroa de la cuesta abajo más catastrófica tras decenios de régimen de UPN y hasta los cimientos del partido regionalista crujen, mientras sus más ilustres barones expresan su alarma casi hasta la rebelión. Pero eso a ella le tiene sin cuidado. Merece la pena aguantar por un año más de poder.

Curtida en el desencanto, la sociedad navarra corre el riesgo de acostumbrarse al fatalismo después de comprobar que poderosos factores externos impiden una alternativa de progreso. Barcina sigue y seguirá flotando mientras nadie desate el nudo que agarrota un acuerdo de la oposición.

A día de hoy, el PSN se lame las heridas de una aventura impulsada desde Ferraz para desautorizarla a la hora de la verdad. Le espera una dura tarea a la actual Ejecutiva para, en primer lugar, recuperar la confianza de la afiliación, en segundo lugar neutralizar a la oposición interna que azuzó el descontento apelando a una desobediencia en la que no creía, y en tercer lugar para intentar quizá en vano que Ferraz se comprometa por escrito a respetar las decisiones de la federación navarra.

También sabe Barcina que el heterogéneo abertzalismo navarro seguirá siendo el cebo en el que piquen los poderosos pescadores y cazadores de brujas, dispuestos a estrujar el espantajo del terrorismo en sus discursos y sus tertulias en provecho de sus ambiciones electorales celtibéricas. Ya se ocupará ella, Yolanda Barcina, de volver a tocar a rebato de sede en sede, de cadena en cadena, de redacción en redacción, para impedir que Nafarroa huela a Euskal Herria.

No va a ser fácil acordar una alternativa de progreso en la Comunidad Foral, teniendo en cuenta la manifiesta debilidad del PSN tras el marzazo, la permanente tentación de Bildu por hegemonizar el espacio abertzale navarro, las intermitentes indecisiones de Aralar, la frágil cohesión entre independientes y jeltzales de Geroa Bai y la complicada progresión de Izquierda-Ezkerra en su delicado engranaje IU-Batzarre.

En esas circunstancias, no está para bollos el horno de futuras ambiciones alternativas. Y Barcina lo sabe. Navarra siempre p'alante, aunque la sociedad navarra vaya dejando jirones de calidad de vida por culpa de su inoperancia. Pero a ella todo eso le da igual.