y llegaron los verificadores y mostraron un acta. Y leyeron un comunicado y mostraron un vídeo. Y se fueron tras reunirse con casi todos y dijeron que habría más. Si uno escucha a los políticos, nada es inocente. Si uno escucha a los periodistas, nada es irrelevante. Si uno escucha a los policías, nada es seguro. ¿Y qué digo yo? Pues como el primer Fausto de Goethe: "Dos almas habitan ¡ay! en mi pecho".

Si de un desarme se trataba, estaremos de acuerdo en que certificar la puesta "fuera de uso", que no inutilizar, de cuatro armas de fuego, dos granadas y varios kilos de explosivo equivale a descorchar una botella, no ofrecer vasos y prohibir beberla a gollete. Los franceses tienen un dicho: "Aunque tu tía tuviera ruedas, seguiría sin ser un autobús". Yo, desde luego, no me atrevo a llamar desarme a esta tía con ruedas y por ello me muestro crítico porque nunca hay una segunda oportunidad para producir una primera buena impresión. ETA, por su egocentrismo, y los verificadores, por avalar esta demostración de pequeñez, han malogrado una buena primera impresión. No me voy a subir al púlpito para hablar en nombre de todos, pero intuyo que el suave despeñarse de ETA suscita un creciente amable desinterés social en Euskadi y una no menos creciente perplejidad en España, un ¿pero todavía eso continúa? Lo que pudo ser un caos está acabando por ser un bostezo, que curiosamente era lo que significaba entre los antiguos griegos esa palabra.

Y sin embargo estamos en el buen camino. Aunque ETA se engañe a sí misma con sueños infinitos, aunque siga sin reconocer que el "conflicto armado" no fue un malévolo poder impersonal sino un proceso continuado de acciones de sus militantes que acabaron transformando el delito en una costumbre, aunque sigan sin aceptar que toda teoría termina donde empiezan los instintos irreprimidos del hombre? estamos de enhorabuena porque asistimos por fin al fin. Es costumbre en nuestro país, un tanto necrófilo por así decirlo, que después de oficiarse el funeral, los corrillos de familiares, amigos, vecinos y hasta curiosos no acabemos de dispersarnos, dando a las despedidas de entre los vivos un carácter de acontecimiento social afectivo, amable y hasta fisgón. Y no falta quien asiste para tener constancia de que el muerto muerto está. El final de ETA se me parece cada vez más al largo cuchicheo de quienes en el pórtico de la iglesia hablan algo del fallecido y mucho de sus vidas, que continúan mientras el cuerpo del difunto es conducido para darle tierra unos kilómetros más allá. Y lo que nos queda de vida una vez desaparecida ETA no será la armonía social sino un enorme esfuerzo para alcanzar la convivencia primero y la concordia después. Al fin y al cabo esa bella idea de que todos los hombres lleguen a ser hermanos no deja de ser el sueño de un hijo único. Digo yo.Artículo redactado para su publicación en 'Argia'.