han sido dos semanas intensas en el Palacio de Navarra. A la sorpresiva e irrevocable dimisión el pasado día 20 de la directora de Hacienda, Idoia Nieves, y a la de su mano derecha, Manuel Arana, le han sucedido las de varios directivos del Complejo Hospitalario, y que se suman a las múltiples renuncias que acumula en apenas medio año el Departamento de Salud, convertido ya en el ejemplo más palmario de la errática gestión del Gobierno de UPN.
A todas ellas ha respondido de la misma manera. Relativizando la importancia del problema, improvisando la solución y eludiendo la autocrítica. "Es algo normal", repiten la presidenta, el portavoz y los consejeros, esforzados en relacionar las dimisiones con causas ajenas al propio Gobierno. Motivos personales, la presión por los recortes y caída de ingresos, cansancio o reestructuraciones internas. Nada que afecte directamente al núcleo político del Gabinete de Yolanda Barcina. Esquema que se repite cada vez que el Ejecutivo foral se encuentra con algún problema de envergadura.
Y no han sido pocos en estos dos años y medio. La ruptura con el PSN, las dimisiones de Álvaro Miranda, Jesús Pejenaute y otros muchos altos cargos, las cocinas hospitalarias, las dietas de Caja Navarra, las múltiples derrotas parlamentarias, los recortes sin discreción... Demasiadas crisis para un Gobierno en minoría sin capacidad ni margen de iniciativa, y que se acumulan ante el cada vez mayor y más evidente descrédito social.
resistir pese a todo Nada sin embargo parece cambiar las intenciones de la presidenta, que apuesta por aguantar hasta mayo de 2015 confiada en una recuperación económica que permita mejorar las perspectivas electorales. Con dos presupuestos prorrogados, problemas financieros y cada vez en una mayor soledad política, resistir se ha convertido en la consigna principal de Gobierno cuya falta de rumbo ha sido cuestionada hasta por la directora de Hacienda, que entre los motivos de su dimisión alegó la "ausencia de objetivos" en materia tributaria. Toda una enmienda a la totalidad a la política económica que llega desde el mismo corazón del Gobierno, que golpea en la ya mermada credibilidad del Gabinete de Barcina.
La renuncia de Nieves describe el desánimo que se extiende por el segundo nivel de mando de la Administración foral. Altos funcionarios y empleados públicos que ven pasar los días sin poder hacer nada más que reducir gastos. Recortes diseñados con calculadora para que Navarra cumpla con los límites estadísticos fijados desde Madrid, y que demasiadas veces se han llevado a cabo sin más análisis que el numérico. La eliminación de fundaciones ha sido el último ejemplo de una política de arrastre que ha mezclando por igual entidades fantasma con otras con una reconocida labor social y educativa como el Crana.
Un complicado escenario que ha escorado al equipo de Barcina, y la presidenta en especial, hacia un discurso cada vez más populista, con duras críticas al Parlamento como responsable de todos los problemas, al que solo en el último mes se ha acusado de falta de transparencia y de vivir ajeno a los recortes. Pero que sobre todo ha buscado en ETA y la izquierda abertzale el enemigo común para intentar recuperar la confianza de una base electoral muy desmotivada.
El recurso del miedo al cambio vuelve así como primer y casi único argumento electoral, azuzado con supuestas conspiraciones, infiltraciones y adoctrinamientos, y con la advertencia, verbalizada esta misma semana en Madrid, de que la perdida del poder pondría en riesgo también la unidad de España. Barcina, incluso, ha llegado a pedir al Estado, en vísperas de la negociación del Convenio Económico, que garantice la "viabilidad económica" de la comunidad para no dar facilidades a quienes pretenden su "anexión" a la CAV.
Final de una etapa Argumentos ya manidos pero que seguirán centrando el discurso institucional de aquí a mayo de 2015, cuando salvo hundimiento definitivo del Gobierno se celebrarán las elecciones forales. Es por ello que en el entorno regionalista se empieza a mirar ya al 31 de marzo de este año, fecha a partir de la cual será legalmente imposible adelantar elecciones.
Con más de un año por delante, muchos ven la posibilidad de forzar un relevo en la dirección regionalista que permita recomponer la marca de un partido que ha dilapidado la imagen de buen gestor en una legislatura que ha acabado convertida en toda una penitencia. Una operación compleja y difícil, puesto que Barcina cuenta con el apoyo mayoritario de los órganos de dirección del partido que deberán elaborar la lista electoral. Y pocos dudan de que, si de ella depende, volverá a repetir como cartel electoral, confiada en que, una vez más, el PSOE acabará forzando al PSN a facilitar un nuevo Gobierno regionalista y, con un poco de suerte, aceptarla como presidenta. Pero que se podría precipitar si, como apuntan algunas señales, los sectores que durante años han sustentado a la presidenta le retiran su apoyo incondicional y cuestionan su continuidad.
Son los últimos coletazos de una etapa institucional surgida de los años de bonanza económica y violencia de ETA, y que agota sus días en medio de una crisis económica que Navarra tímidamente amaga con superar. Solo queda por saber si este nuevo ciclo político, económico y social comienza con UPN en el Palacio de Navarra o con un Gobierno alternativo. Y si el relevo en la cúspide regionalista se precipita antes o después de mayo de 2015. Porque cada vez parece más claro que lo hará sin Yolanda Barcina.