en otro tiempo la palabra infanta nos habría traído a la cabeza la magnífica obra de Velázquez denominada en un principio La familia de Felipe IV y posteriormente Las Meninas. Hoy sería otro cantar.
Aprendí a amar esa pintura en un curso de doctorado con el profesor Lázaro, quien nos transmitió su pasión por ese retrato de los últimos Austrias. Vayamos al cuadro: el Rey y la Reina aparecen reflejados en un espejo, casi oculta su presencia, mientras la infanta Margarita, de cinco años, ocupa un primer plano magnífico a tamaño natural. Pobre niña tantas veces pintada por el sevillano no por puro interés estético sino para enviar imágenes de su crecimiento y aspecto a su prometido Leopoldo I. ¡Por cierto tío materno suyo!
Este cuadro refleja a una familia que tardó muy poco en desaparecer. Entonces el esperpento también era compañero de la monarquía que, tal como vemos en el lienzo, se acompañaba de sirvientes de enorme fealdad y con deformidades. Resultaría interesante establecer un paralelismo entre aquellos tiempos y los actuales de la familia Borbón, sucesora de aquella tras la consiguiente guerra de reparto de bienes y prebendas. Y aunque el siglo XVII queda lejos, las circunstancias de aquella dinastía y las presentes pueden compararse por la coincidencia en los estados de crisis y decadencia que, en buena lógica, deberían llevar en nuestros días al cuestionamiento y fin de la monarquía.
El próximo día 8 de febrero Cristina Borbón comparecerá ante el juez en calidad de imputada por presuntos delitos fiscal y de blanqueo de capitales. La hija del rey deberá responder por su condición de copropietaria de Aizoon, que, recordemos, era la empresa familiar a la que se desviaron más de un millón de euros públicos.
Ya consiguieron hace ocho meses que se librara de la primera imputación tras varias jugadas jurídicas difíciles de respetar en un Estado de derecho, donde la Fiscalía ha actuado como defensa en lugar de cumplir con su papel de salvaguardia de la ley. Y, como en Las Meninas, Rey y Reina escabullen el bulto, callan y parece que otorgan ante lo que, seguro, podría destapar muchas más cuestiones espinosas.
Tengo la esperanza de que esta vez dejen llegar al juez Castro al fondo del asunto y se aclare -penalizándose en su caso- la utilización de los cuestionables beneficios del Instituto Noós para las reformas de la vivienda familiar o los sueldos de su personal doméstico.
Declarará la infanta pero no como todo el mundo sino a escondidas y con trato de preferencia. Repetir aquí eso de que la Justicia no es igual para todo el mundo es tan obvio como que el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, está aprovechando la crisis económica para darle la vuelta al actual estado democrático.
Hoy defender la República como un mejor sistema de gobierno en contraste con la monarquía se hace totalmente necesario. Que el lehendakari Urkullu, continuando en la línea histórica del nacionalismo vasco, planteara que la monarquía no es el modelo más representativo en democracia es lo que pensamos la casi total mayoría de vascos y vascas.
No en vano el lehendakari Agirre, todavía alcalde de Getxo, exigió la República Vasca a un intolerante Gobierno español que respondió con la Guardia Civil contra la reunión de cargos electos en Gernika en abril de 1931.