Bilbao. LA fotografía que se pudo ver el 4 de enero en Durango con más de sesenta expresos de ETA, muchos de ellos sesentones, en libertad tras haber permanecido más de veinte años en las "cárceles de exterminio" y asumiendo las vías exclusivamente políticas, la renuncia a la lucha armada y la legalidad penitenciaria de la democracia española sin contraprestación alguna no era, desde luego, la imagen que nadie en la izquierda abertzale -y menos ellos mismos- podía esperar hace no muchos años de la considerada "vanguardia del MLNV" en el final del "ciclo armado del conflicto".
En el imaginario colectivo del Movimiento de Liberación Nacional Vasco siempre ha estado, y parecía formar parte de su ADN, un final glorioso de la lucha armada, una victoria no ya militar pero sí fruto de un acuerdo "político" tras un proceso de negociación "política" de igual a igual entre ETA- "la vanguardia"- y el Estado.
Según este esquema, ETA habría conseguido, gracias a su lucha, alguna -o todas- de sus reivindicaciones tradicionales, contenidas en su Alternativa KAS: fundamentalmente, la autodeterminación, la "reunificación" de Euskadi y, cómo no, la amnistía. De hecho, a principios de 1983 la propia ETA había condicionado el fin de la violencia a la aceptación de su proyecto político: "No podrá existir un alto el fuego hasta que no sea reconocida la alternativa KAS ya que sólo entonces el pueblo vasco alcanzará verdaderamente la libertad".
En este contexto, y en esta obsesión negociadora de ETA, es en el que hay que entender el proceso de contactos, diálogo y negociación que tuvo lugar en Argel y del que justo ahora se cumplen 25 años, así como de otros múltiples intentos de alcanzar algún acuerdo, todos ellos infructuosos. Para ETA, la negociación en sí misma era ya una victoria.
Un cuarto de siglo en el que, evidentemente, han pasado muchas cosas. Tantas, que hoy en día sería impensable un proceso de características similares. Los propios expresos reunidos en Durango reconocían en su comunicado que a partir de ahora trabajarían políticamente "de la mano de los ciudadanos vascos, en esta sociedad que hemos encontrado tan cambiada política, social y económicamente".
El de Argel fue un proceso largo, iniciado por el Gobierno socialista de González tras varios contactos con el carismático líder de ETA Txomin Iturbe y no exento de múltiples vaivenes y sobresaltos, entre ellos la muerte del dirigente etarra tras su detención y traslado al país magrebí y su sustitución por Eugenio Etxebeste Antxon como interlocutor, dos gravísimos atentados como el de Hipercor (21 muertos) y el de la Casa Cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza (once muertos, cinco de ellos niñas), el secuestro del industrial Emiliano Revilla (249 días) o la detención de Josu Urrutikoetxea, Josu Ternera.
Fue el 23 de enero de 1989 -el jueves hará 25 años- cuando ETA hizo pública la apertura de "conversaciones políticas" en Argel con el Gobierno español y anunciaba la prórroga de dos meses sobre la tregua de quince días que había decretado dos semanas antes. El primer alto el fuego de su historia. Los interlocutores: Antxon -sustituto natural de Txomin tras su fallecimiento-, María Belén González Peñalva Belén e Ignacio Arakama Mendia Makario -los alias son los originales incluidos en el comunicado de ETA-. Por parte del Gobierno español: Rafael Vera (secretario de Estado para la Seguridad) y Juan Manuel Eguiagaray, socialista vasco y en aquel momento delegado del Gobierno en Murcia.
Tras muchas horas de reuniones y un acuerdo previo de los negociadores, las conversaciones se rompieron después de que el ministro del Interior, José Luis Corcuera, hiciera una declaración en la que, en contra de lo pactado por las delegaciones en Argel y aunque reconocía la existencia de "conversaciones políticas", rebajaba el nivel de las mismas y se negó a hablar de "una solución política negociada", tal y como se había acordado. Un cambio sustancial para ETA, que rompió el diálogo y la tregua.
La experiencia sirvió a ETA, sin embargo, para reforzar su posición como "interlocutor político" válido y también para revalidar sus tesis sobre la necesidad de una negociación política para acabar con el conflicto. El propio Antxon y Rafa Díez Usabiaga -que actuó como asesor político en Argel- declaraban hace solo cinco años a Gara que Argel supuso la constatación "para las dos partes" de que el conflicto político "solo" será resuelto "por la vía del diálogo, la negociación y el acuerdo político". Tesis que contrasta con la estrategia actual del MLNV de que la "vanguardia" sea la facción política y no ETA y de actuación unilateral por las vías exclusivamente políticas, como evidencia la fotografía de Durango.
otros diálogos Las negociaciones de Argel no fueron las primeras entre representantes de ETA y de un Gobierno español, y tampoco fueron las últimas, aunque probablemente sí las más intensas, públicas y, en sentido estricto, "políticas", aunque las más fructíferas serían las que llevaron a la disolución de ETA político-militar. Todos los Gobiernos salvo -que se sepa- el actual de Mariano Rajoy, desde el de Adolfo Suárez al de Rodríguez Zapatero pasando por los de Felipe González y José María Aznar, han dialogado con ETA. "Contactos", "toma de temperatura", "conocer su disposición a abandonar las armas", "explorar el fin de la violencia", etc. han sido las expresiones utilizadas para envolver el diálogo de un Estado con una organización terrorista.
Los primeros intentos se remontan al Gobierno de Suárez en Ginebra en 1976, con ETA (pm) y luego con ETA (m), sin éxito. Una de estas tentativas terminó de forma trágica, con el asesinato del periodista José María Portell, que había actuado de mediador, y el atentado contra su interlocutor en ETA Juan José Etxabe y en el que murió su mujer. Posteriormente, y ya con Calvo Sotelo en la presidencia, se produjo la famosa operación de reinserción auspiciada por el ministro Rosón y los políticos Juan María Bandrés y Mario Onaindia y que acabó con la disolución de ETA (pm) en 1982.
El fracaso de Argel, sin embargo, no hizo olvidar otros intentos del propio Gobierno de Felipe González, que lo volvió a intentar en Santo Domingo y hasta por otras cuatro vías distintas, en su búsqueda de llegar a los Juegos Olímpicos y la Expo de Sevilla en 1992 sin actividad terrorista. El acuerdo de Lizarra y la tregua de ETA llevaron a José María Aznar a abrir "contactos con el entorno del MLNV" en Zurich, que también fracasaron.
Zapatero lo intentó también en 2006, hasta el atentado de la T-4 y con las conversaciones de Loiola, hasta el fin definitivo de la lucha armada de octubre de 2011 tras la Declaración de Aiete.