Bilbao. Un algarada callejera a plena luz del día en el centro de una Bilbao, que disfrutaba de la populosa feria de Santo Tomás, vuelve a poner en un brete a la izquierda abertzale. Sortu, cuyos responsables han lanzado contradictorios mensajes sobre los sabotajes acaecidos estas últimas semanas en Euskadi, se coloca nuevamente ante una incómoda tesitura: dar explicaciones sobre la autoría de unos incidentes que podrían estar ligados a la kale borroka. Una unidad del tranvía bilbaíno fue atacado ayer sobre las 14.15 horas por una docena de encapuchados que, además de golpear con barras el convoy, realizaron una pintada a favor de la amnistía de los presos de ETA.

Perfectamente orquestado -sus autores incluso pintaron las dos pequeñas cámaras que utiliza el tranvía para no ser grabados-, el ataque sucedió en la zona de la Ribera de la ría, punto donde la unidad fue interceptada. Golpeado el frontal en repetidas ocasiones con una barra de hierro -aún sin causar heridos entre los pasajeros- y realizada una pintada de grandes dimensiones con la palabra amnistía, los desconocidos causaron daños materiales por valor de 10.000 euros, según remarcaron fuentes de Euskotren.

El suceso generó reacciones políticas de inmediato. Entre ellas las del Gobierno Vasco, que a través de su viceconsejero de Transportes y presidente de Euskotren, Antonio Aiz, censuró "con rotundidad" la violencia ejercida por los encapuchados. "No sé qué explicación puede tener el hecho de agredir de esta forma a la ciudadanía que utiliza el transporte público y a un trabajador como es el conductor de ese tranvía", lamentó. Desde las filas del PP de la CAV, por su parte, miraron directamente hacia Bildu, a la que instaron a condenar unos comportamientos que recuerdan "a tiempos pasados". Además, la parlamentaria Nerea Llanos emplazó al Ejecutivo de Urkullu a ser "contundente" con las acciones de violencia callejera que "no son hechos aislados".

Tal y como lo hicieron ayer los populares vascos, a la respuesta que pueda dar la izquierda abertzale se dirigirán ahora las miradas del resto de las formaciones políticas. No en vano, EH Bildu ha reaccionado de formas dispares tras el lanzamiento de varios cócteles molotov a la sede del PP de Barakaldo de hace tres semanas. Fue el caso de Joseba Permach y Laura Mintegi.

Mientras que la portavoz de la coalición en el Parlamento vasco evitó condenar de forma directa esos hechos y los enclavó en apartar "todas las violencias, la política y la económica", Permach mostró su "más absoluto rechazo". A la situación abierta se unió el presidente de Sortu, Hasier Arraiz, que la semana pasada ahondó en que las últimos actos violentos pueden ser obra de personas "descontentas" con la marcha del "proceso" y la actual estrategia de la izquierda abertzale, y les reclamó que "reflexionen" porque solo favorecen a quienes pretenden que "se vuelva a escenarios del pasado".