LOS políticos, a través del sistema de partidos, son el instrumento por el que una sociedad proyecta la interpretación de su realidad, define las expectativas de lo que quiere ser y estructura la gestión de sus necesidades en una democracia representativa. Desde esa perspectiva, son la clave que fortalece la democracia; se justifican en la propia utilidad de esa función y en el reto de canalizar hacia el entramado institucional y jurídico del que se dota esa democracia las demandas de la sociedad, así como actuando de intérpretes de ese entramado de acciones y decisiones para la comprensión de sus administrados.

Perdón por la lección magistral apócrifa, pero esta semana dos sondeos han dicho que las preocupaciones de los vascos son la economía, el desempleo y los propios políticos, y habría que pensar en esto. Como traductores de la realidad para el ciudadano, nuestros políticos no ofrecen un debate que atienda a esas prioridades. Es cierto que desde el Gobierno Vasco hay una prioridad en la recuperación económica y se combate el factor anímico de la crisis con argumentos para proyectar esperanza. Pero no asistimos a un debate serio sobre la situación y sus soluciones porque, acertadas o no, sus políticas económicas no tienen réplica articulada desde la oposición.

Hay motivos para felicitarse en una semana en la que las instituciones de este país han sacado adelante presupuestos por la vía de consensos de mínimo común denominador en un ámbito -el político- que tiende a maximalizarlo todo. Pero, en la calle, la economía se mide en parámetros de empleo, de estabilidad social y de poder adquisitivo. Y es esto lo que va a cola de la recuperación: pocos confían en ganar más dinero en 2014, menos en reducir el desempleo y quienes viven con la ayuda social carecen de alternativa a medio plazo. Es difícil que en estas circunstancias cale la voluntad declarada del Ejecutivo de Urkullu de afianzar un cambio de tendencia económica poniendo en valor los números que objetivamente hablan de ella. En primer lugar, porque las previsiones de crecimiento del PIB y las exportaciones, siendo reales, no impactan aún en los tres parámetros apuntados más arriba. En segundo, porque es un empeño solitario del Gobierno, pues la política es un juego de suma cero y prima asociar la gestión ajena a un escenario negativo.

Además, la sensación del ciudadano de estar inerme en un entorno hostil se refuerza con situaciones como la subasta del mercado eléctrico anulada por la Comisión de la Competencia. No es suficiente que el poder político intervenga para anular lo que la ciudadanía percibe como un abuso, hace falta una base de estabilidad que actuaciones como la del Gobierno del PP no aportan. El ministro Soria no ha sido claro con la subida de la tarifa eléctrica. Ha toreado a la opinión pública anunciando sucesivamente subidas del 1% y el 2% en enero para acabar admitiendo que contaban con que subiera en torno al 8% cuando el sistema de cálculo, ahora anulado, provocaba el 11%. Las empresas eléctricas recuerdan que más de la mitad de la factura son impuestos y que arrastran un déficit de tarifa en su cuenta de -pingües- beneficios; el Gobierno rechaza el 29 de noviembre compensar ese déficit y, acto seguido. el precio de la electricidad empieza a subir. Y el ciudadano se siente en medio de una balasera en la que todos los proyectiles le pegan a él en forma de factura.

De vuelta a Euskadi, las prioridades del bienestar común tampoco parecen pasar por la desanexión de Igeldo. Puede ser el origen y el fin del mundo para quien orbita políticamente en torno a su escenografía pero no hace sino alimentar la cara más frívola de la política. Sin plantear, debatir ni resolver la sostenibilidad de los servicios de sus vecinos Igeldo se asocia en el discurso de EH Bildu a Catalunya, a Escocia y a un presunto ejercicio del derecho de libre decisión según el cual, los ciudadanos del barrio donostiarra se han autodeterminado. Y así lo anuncia en prensa sin rubor en el más puro estilo de la agitprop de hace un siglo. Cuando Naciones Unidas proclamó hace 47 años el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que cita en su artículo uno que "todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación" se me hace muy difícil pensar que estuviera pensando en la desanexión de un barrio.

Estos ejemplos y aquellos relacionados con la falta de honestidad en la política son los que han convertido al principal mecanismo de la democracia en uno de sus principales problemas. La política, entendida como fórmula de relación civilizada y pacífica entre sensibilidades diferentes con el objetivo de establecer marcos de convivencia, es probablemente el mejor invento de la evolución humana. Pero corre el riesgo de ser el mecanismo que más deteriore esa convivencia por el uso que sus profesionales hacen de ella.

Usos de la política