Poliedroa
Por iñaki gonzález
LA vía catalana es el notición de la semana. Por poner fecha a su consulta y por haber definido sus preguntas. La iniciativa suma el consenso de una consistente mayoría parlamentaria. En democracia esto debería significar algo porque contraponer una legalidad coyuntural a una realidad sociopolítica sostenida es el primer paso para deteriorar a las tres, pero sobre todo a la propia democracia. Así que ya tenemos desbocado el debate de la legalidad. Da la impresión de que Catalunya ha hallado la piedra filosofal con sus itinerarios jurídicos hacia la consulta. Hay quien sugiere que en Euskadi deberíamos tomar nota. Me parece más útil revisar las que ya figuran en nuestra libreta. Porque la vía catalana vino revestida de un halo de alternativa al modelo vasco, que asociaban con la confrontación. Pero, ¿cuánto de novedoso es el proceso catalán y cuánto de diferente su horizonte?
Por seguir un orden cronológico, habrá que empezar por aquella vía vasca en la que Ibarretxe convocó un proceso de reforma estatutaria que dio a luz un texto aprobado por mayoría absoluta y que, cumpliendo la legalidad, se llevó al Congreso, donde quienes eran -y hoy son- minoría social en Euskadi, sumaron su mayoría en España y se negaron a darse por enterados de lo consensuado por la mayoría vasca. La vía catalana tuvo con su reforma estatutaria al calor de aquel pacto tripartito del PSC con Esquerra, a la que el autonomismo de aquellos días no parece haber dejado secuelas. A aquel PSOE de la España plurinacional de Rodríguez Zapatero le bastó con el cepillado de Alfonso Guerra; al PP, no. Su recurso al Tribunal Constitucional laminó los artículos del reconocimiento nacional y sus estructuras administrativas 'de Estado' -fiscalidad y justicia-. Portazo en fin.
Pero el fallo del Constitucional hizo algo más. Sentó la indisolubilidad de la nación española en la más profunda reinterpretación jurídica del texto del 78. El TC cierra en 2009 el texto hasta hacer legalmente imposible un modelo plurinacional en el vigente marco. En definitiva, el proceso liderado por el PSC y ERC, con el respaldo de CiU, alimentado por el PSOE y orientado al reconocimiento de la realidad plurinacional del Estado, provoca el mayor revés uniformizador de la democracia. Recientemente, Miquel Roca, uno de los padres de la Constitución del 78, sostenía que ese marco tenía una "redacción voluntariamente ambigua para hacer el texto flexible". Eso se acabó. No es un reproche, solo un efecto indeseado de la vía catalana.
De vuelta al felpudo, ésta recobra bríos. Para hacer una consulta hace falta una ley habilitante, una fecha y una pregunta. Ese orden se siguió en Euskadi. En Catalunya lo han alterado y hay preguntas y fecha pero no soporte jurídico y no acabo de ver que el desorden de esos factores vaya a alterar el producto. La vía vasca chocó con el recurso socialista y la anulación de la Ley de Consulta por el TC. La vía catalana sabe del rechazo de Rajoy a cederle la competencia y aspira a desarrollar su propia Ley de Consulta... recurrible al TC. ¿De vuelta al felpudo?
En Euskadi, la consecuencia fueron las elecciones; en Catalunya, la alternativa confesada es idéntica. La inconfesable no existe porque, como antes Ibarretxe y hoy Urkullu, Mas solo concibe una consulta legal. ¿Qué virtud en términos prácticos ha tenido, pues, la vía catalana hasta la fecha y qué ventaja ha obtenido respecto a las iniciativas políticas del nacionalismo vasco? El rodeo es más amplio pero el marco legal, sus portazos y la encrucijada entre legitimidad de las mayorías sociales vasca y catalana, respectivamente, y bloqueo jurídico-político de las mayorías políticas del Estado (PP y PSOE) son calcados.
El asunto del Estado primero con o sin independencia, tiene su punto. Un Estado catalán cabría en esa España federal de la que habla el PSOE con la consiguiente reforma constituyente de la que no habla. Pero dice Rubalcaba que la respuesta a Catalunya la tiene pactada ya con Rajoy, lo que es una enmienda a la totalidad del modelo de Estado con el que enreda el PSOE sin convicción. De modo que ver a Catalunya recorrer el camino que ya trillamos en Euskadi no anima para que la próxima vía vasca se inspire en aquella. Quien receta el olvido de la experiencia nos condena a la melancolía. Cuando Catalunya acabe su giro y nos encontremos en el felpudo de nuevo, habría que hablar de cómo las legitimas aspiraciones de ambas naciones se pueden materializar pese a esta Constitución que, como evidencia Miquel Roca, 35 años después no la reconoce ni su padre.
Bienvenidos al felpudo
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Con la vista fija en Catalunya no faltan quienes sugieren para Euskadi una estrategia similar a la denominada vía catalana. Quizá esa mirada debería revisar las notas de nuestra propia agenda para descubrir que ese camino también se recorrió aquí antes.
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El rodeo es mayor pero el marco legal, sus portazos y la encrucijada entre la legitimidad de la mayoría social catalana o vasca y el bloqueo jurídico-político de las de PSOE y PP en el Estado son calcados