Johannesburgo. La muerte de Nelson Mandela, aunque anunciada desde hacía meses, pilló a muchos por sorpresa. Es el caso de Eduardo Alonso, bilbaino de 40 años, que recibió la noticia la mañana del viernes en su casa de Johannesburgo con una mezcla de incredulidad e incertidumbre. "Todo el mundo sabía que iba a morir, desde junio estaba muy enfermo, enchufado a una máquina, pero últimamente no se hablaba de ello. Así que, de repente, anunciaron su muerte y nos sorprendió a todos", coincide Bea Varona, de 31 años, residente en Pretoria desde febrero, cuando se trasladó desde Bilbao a realizar un proyecto de consultoría en la agencia tributaria de Sudáfrica. En su oficina se colocó el mismo viernes una atar y, a media mañana, los trabajadores homenajearon a Madiba, el padre de la nación.
Eduardo ha visitado dos veces Soweto desde el viernes. "Es una fiesta. La gente, más que la muerte, está celebrando la vida de un personaje que cambió sus vidas. Hoy quieren recordar al Mandela libertador", explica este bilbaino, casado con un sudafricano con el que ha montado una empresa de monedas de inversión, casualmente, la mayoría de ellas de Mandela. A pesar de llevar tres años en el país, a Eduardo le sigue sorprendiendo la división de la sociedad sudafricana, donde blancos y negros conviven de forma respetuosa pero en dos mundos ajenos. Esta realidad se refleja estos días también en Soweto, donde "los blancos que hay son generalmente turistas o extranjeros expatriados". "En teoría, la igualdad llegó cuando terminó el apartheid, pero la realidad es que blancos y negros viven en dos mundos separados. Entre la gente joven, universitaria, ves más mezcla, pero los blancos mayores de cuarenta años no suelen relacionarse con negros", cuenta Eduardo.
"Es lo primero que te llama la atención al llegar aquí", agrega Bea. Todos los ciudadanos vascos residentes en Sudáfrica coinciden en esta constatación. Los matrimonios mixtos son todavía escasos, aseguran. El Eibartarra Jon Laskurain, que vive en Ciudad del Cabo desde febrero, explica que, aunque no existen los muros, "el apartheid dejó ciudades diseñadas para que los negros vivieran en un barrio y los blancos, en otro".
Legado Sin embargo, a pesar de sus diferencias, hoy todos, blancos, negros y mestizos, lloran la muerte de Mandela. Cada uno a su manera. La reconciliación entre opresores y oprimidos y el perdón son el legado que ha dejado Madiba a los sudafricanos. "Y el perdón con ejemplo", puntualiza Jon Pascua, entrenador de porteros en el Mamelodi Sundowns Footbal Club de la Premier Soccer League. Como en los años del apartheid, el rugby sigue siendo un deporte de blancos y el fútbol o soccer, de negros.
"En este país hay convivencia por ese legado tan grande de reconciliación", opina Noelia Giraldés, casada con un sudafricano, quien siente tristeza al ver que las actuales autoridades no han seguido el legado de Mandela. "Han abandonado a su gente. La gente que era pobre hace veinte años, lo sigue siendo ahora y mucha gente vive todavía sin electricidad ni agua", coincide Eduardo -todos los vascos reconocen la corrupción política y policial como uno de los principales problemas-.
Para Aitor Laruskain, el racismo se ha sustituido ahora por clasismo "y las diferencias sociales coinciden exactamente con las diferencias raciales". Sin embargo, también se aprecia desde hace años el surgimiento de una nueva clase media alta de sudafricanos negros que tampoco ha escapado a este clasismo. "Están haciendo su propio apartheid, han llegado al poder y abusan de él", explica Jon Pascua.
Aitor Laruskain estuvo el pasado fin de semana en una exposición fotográfica de Mandela y quedó impresionado con dos frases: "Ahora más que nunca estoy convencido de que la igualdad social es el único camino para alcanzar la felicidad de la humanidad" y "El opresor debe ser liberado tanto como el oprimido". A pesar de los desafíos de la Sudáfrica de hoy, el legado de Mandela es indiscutible para blancos, negros, mestizos y expatriados.