COMO a la desesperada, como en una enloquecida huida hacia adelante, la derecha extrema navarra hoy en el poder se ha abrazado a una de las maniobras más burdas, más obscenas y más antidemocráticas que se recuerdan en el territorio foral. Un presunto informe que acusa de vinculación con ETA al 26,7% de los profesores de los centros educativos que imparten el modelo D (íntegramente en euskera) ha sido el clavo ardiendo al que UPN se ha aferrado para tapar -de momento- sus vergüenzas.

Con una situación política y social desastrosa, con un Gobierno incapaz de gobernar, con unas oscuras implicaciones en cobros indebidos de la CAN, todavía sin recuperarse del bochorno de los tartazos repetidos hasta la saciedad en todas las cadenas de televisión, agotada, acosada, y como si fuera acto de desagravio, Yolanda Barcina ha echado mano del "¡que vienen los vascos!" en su peor versión, en la ETA omnipresente que tanto ha contribuido a la hegemonía de la derecha extrema navarra. En su auxilio ha acudido la Guardia Civil con ese enigmático informe puesto en manos de la ultraderecha mediática, para convertir semejante libelo en argumento que acalle la voz airada de tanto parado, tanto paciente desatendido, tanto vecino desahuciado, tanto ciudadano indignado.

Es dramático comprobar la cantidad de descolocados que ha dejado el fin de la violencia de ETA. Por más que se escandalicen y se rasguen las vestiduras, hay muchos políticos que la echan en falta porque se han quedado sin discurso; muchos periodistas que ven en peligro su prestigio, su lucimiento y sus sobresueldos; muchos efectivos de los cuerpos y fuerzas que han perdido sus prebendas y sus pluses. Por duro que pueda sonar, no son pocos los que han sacado provecho de la guerra del Norte que esta auténtica lista negra de enseñantes confeccionada quién sabe si de encargo pretende perpetuar.

Blandiendo el supuesto informe, Yolanda Barcina y su partido apelan al espantajo del miedo en un intento de recuperar a sus crecientes desafectos y desertores en las urnas, en una rastrera maniobra que incluso puede darle pie a una caza de brujas ya anunciada con el fin de depurar al profesorado señalado por la Benemérita. Como en el 36, en el colmo de la bajeza moral.

En Navarra no es nada nuevo vincular el euskera como vehículo de transmisión de patrañas, credos nacionalistas y violencia etarra. Esta perversa asociación, amplificada marrulleramente desde el discurso político y mediático, caló sin duda en buena parte de la sociedad navarra que en los años de plomo ni siquiera era capaz de reflexionar sobre el perjuicio que estaba causando a su propia lengua. Cierto, también, que a esa degradación contribuyeron algunas actitudes impositivas y sectarias en defensa y propagación del euskera. Pero a la derecha extrema navarra en el poder le interesa que siga vigente el tópico, amplificado hasta el disparate por Jaime Mayor Oreja y su irracional veredicto: "El euskera es la única lengua que mata". Eran los tiempos de esplendor de su cruzada al asalto de Ajuria Enea, tiempos crispados que algunos añoran aunque ahora le toque el turno de los agravios a Cataluña y al catalán.

Pero no todo vale. Tomar como base de la argumentación política y blandir como arma arrojadiza un informe policial al que solo han tenido acceso unos pocos medios de comunicación y unos pocos políticos de UPN, es insensato y, si me apuran, ilegal. En democracia, y si no ha sido por iniciativa de la autoridad judicial, no se puede investigar a personas en pleno uso de sus derechos civiles y sin que haya denuncia alguna que lo motive. A quienes tenemos el honor de pertenecer a esta profesión, estremece la actitud insidiosa y perversa de periodistas que durante todos estos años se han prestado a propagar como cierto lo que ni siquiera se han molestado en comprobar y solo por complacer a sus amos.

Hay mucho que aclarar en este turbio asunto. ¿Quién encargó a la Guardia Civil la elaboración de ese informe, y para qué? ¿Existe de verdad tal informe? ¿Dice el informe lo que dicen que dice? Y, en el caso de que ese cuerpo policial se haya dedicado a husmear al profesorado navarro, ¿se ha investigado también a los profesores socialistas, a los franquistas, a los integristas, o a los del Opus? ¿Solo a los del modelo D y por qué?

Pocas veces un documento tan evanescente, tan insustancial, tan sectario, ha gozado de tanto protagonismo y ha sido tan aprovechado como instrumento para atacar al adversario político. Hasta el punto que el consejero de Educación, José Iribas, ya ha amenazado: "Haremos frente a quien adoctrine contra la ley en las aulas navarras". De aquí a la depuración, un paso.

Esta vez se les ha ido la mano. La respuesta ha sido rápida, unánime e indignada en todas las instancias educativas y en la mayoría parlamentaria, que no es precisamente esa derecha extrema que hoy cree que gobierna. La mayoría social navarra no lo va a consentir.