LA excarcelación de Iñaki Rekarte puso ayer punto final a la historia de este preso -totalmente diferente a la de otros reclusos de la organización armada- que pasó parte de su infancia con un guardia civil y se casó con una trabajadora social de una de las cárceles en las que ha estado internado.

Nacido en Irun hace 42 años en el seno de una familia no nacionalista, con una madre profundamente religiosa, tuvo una estrecha relación desde pequeño con un amigo de sus padres, que era guardia civil, y con su hijo. De hecho reconoció que una de las primeras cosas que le dijo su madre en la cárcel fue: "Si le hubieses hecho algo a Florencio no te perdonaría en la vida", en referencia a ese amigo. Rekarte fue uno de los primeros presos de ETA arrepentidos que concedió entrevistas tras participar en los encuentros que organizaba el Gobierno Vasco entre reclusos de ETA y víctimas del terrorismo. Ya entonces confesó que se metió en el comando Mugarri de ETA cuando tenía sólo 18 o 19 años y que era "un bala perdida", sin ideologías, pero esa pertenencia a la banda parecía hacerle "importante" en el pueblo. Tras la desarticulación del comando huyó a Francia hasta que volvió a Santander y recibió la orden de atentar contra una patrulla de la Policía Nacional. El 19 de febrero de 1992 colocó e hizo estallar un coche bomba en pleno centro de la capital cántabra. Ese atentado acabó con la vida de tres transeúntes.

Fue detenido en marzo y, un mes después, en abril de 1992, la Guardia Civil arrestó al arcipreste de Irun y Hondarribia, José Ramón Treviño, por presunta colaboración con ETA. Le acusaron precisamente de haber cobijado a Rekarte y a Luis Ángel Galarza en su casa, en una actuación policial que conmocionó al ámbito eclesiástico y político vasco. Y es que Iñaki Rekarte acudió a Treviño porque le había ayudado a salir de las drogas y le había acompañado en el proceso de desengancharse de la heroína en el Proyecto Hombre. En 1998 fue condenadoa 203 años de prisión por aquel atentado. En estos 21 años ha estado internado en más de una decena de cárceles, entre ellas en la asturiana de Villabona, donde decidió romper con la disciplina de la organización y aceptar un puesto de trabajo en el economato de la prisión. ETA le pidió explicaciones pero él se negó, de ahí que fuera expulsado, aunque considera que eso fue un "paripé" porque fue él quien decidió salirse de la "secta". Tratado de traidor y de arrepentido por sus compañeros reclusos, su familia tuvo que mudarse a un pueblo de Nafarroa y empezar de cero.

En su periplo por las cárceles españolas conoció a la que luego sería su mujer, una trabajadora social del centro penitenciario del Puerto, en Cádiz, donde se negaron a que se oficiara la ceremonia. La boda se celebró en el penal de Salamanca, al que fue trasladado posteriormente. Los últimos años los ha pasado en la cárcel de Martutene de Donostia, donde se encontraba ya en régimen abierto y a la que sólo acudía a dormir. Ayer puso punto y final a una historia de la que ha reconocido públicamente que no se siente en absoluto orgulloso.

Una vida de película

Iñaki Rekarte quedó ayer en libertad por orden de la Audiencia Nacional