¡Ay de los vencidos!

VAE victis!". "¡Ay de los vencidos!", es expresión latina que pasó a la historia, pronunciada por el jefe galo Breno tras haber sitiado y sometido a la ciudad de Roma. Los galos se retiraron después de haber cobrado un cuantioso rescate dejando la urbe arrasada y perpetrado una matanza. La frase quedó en la memoria colectiva y vino a significar la agresividad vengativa del vencedor sobre la impotencia del vencido. "¡Ay de los vencidos!" era el grito de guerra de quienes salieron a las calles de Madrid el pasado domingo tras la pancarta con el lema que exigía una paz y una justicia cimentadas en el rencor y en la venganza. En esa manifestación y en la base ideológica que la sustentaba, los vencidos en primera instancia eran los presos vascos encarcelados por su vinculación con ETA, esos mismos derrotados a los que una justicia europea -o sea, extranjera; o sea, hostil- había declarado sujetos de derechos humanos.

Lo que ocurre es que esa irrefrenable sed de venganza sobre los vencidos no va a tener fin. Visto lo visto, los que se pretenden los vencedores no sólo no están en desacuerdo con la declaración de ilegalidad de la doctrina Parot y protestan por ello, sino que en el caso de que los ciento y pico presos tuvieran que seguir en la cárcel hasta cumplir treinta años, o cuarenta, o los que fueran, los pretendidos vencedores seguirían saliendo a la calle a protestar, seguirían acosando a los vencidos porque lo que les pide el cuerpo es esa repetida sentencia: "¡Que se pudran en la cárcel!". Cadena perpetua, pena de muerte, emparedamiento o entierro en cal viva, si pudieran.

Esto es lo que hay, y así seguirá siendo mientras en este caso el PP mantenga la convicción de que agitando las vísceras de la multitud a cuenta del dolor de las víctimas va a seguir contabilizando en su caladero de votos los sentimientos contra las atrocidades del terrorismo y la ideología de la derecha más extrema nostálgica de la mano dura franquista. Decía que los presos políticos vascos fueron los aludidos en primera instancia en esa "justicia para un final con vencedores y vencidos" de la pancarta, ya que de la libertad de esos presos se trataba. Pero por extensión, el lema de la manifestación daba las pautas para la actitud del Gobierno español frente al proceso en curso en Euskadi iniciado el 20 de octubre de 2011 con el final de la actividad armada de ETA, y frente a las diversas iniciativas que las instituciones y la sociedad vasca están intentando llevar a cabo para lograr por fin una paz definitiva y una convivencia normalizada.

ETA es la vencida. Pero no les basta. Además de vencida, ETA debe quedar sometida, humillada, escarmentada y castigada. "Vae victis!". Después se comprobará que la herida quedó abierta, porque será la propia sociedad vasca la que quedará herida. Una cosa es mantener clara y ajustada la memoria, y otra cerrar la puerta a la posibilidad de reintegración, de reconciliación incluso. No puede aceptarse esta actitud rencorosa en quienes rigen los poderes del Estado. Agarrotados por el monstruo que ellos crearon, los representantes del poder español mantienen empantanado el proceso que se inició con esperanza hace dos años. No tienen ninguna intención de contribuir con su aportación a la demanda de una ETA vencida que, por su parte, no sabe cómo ni ante quién entregar sus armas y su historia de violencia. Y este es el otro extremo del peligroso e irrespirable punto muerto en el que nos encontramos. Toca mover ficha al vencedor, pero también al vencido.

Hace ya cinco meses que ETA, la vencida, se comprometió a dar respuesta a las recomendaciones del Foro Social de Lokarri, entre las que se incluye "el desmantelamiento de las armas y estructuras militares". Así como ETA, el Colectivo de Presos Políticos Vascos (EPPK), los vencidos, tampoco han cumplido ese mismo compromiso. La indigna actitud de bloqueo del Gobierno español responde a su siniestro empeño por mantener activos a los vencidos para seguir castigándoles, para descargar sobre ellos las iras de sus fanáticos, para cosechar los votos del rencor, de la intransigencia y de la venganza. Interesa más una ETA superviviente aunque inactiva, que contribuir a la certificación de su final definitivo.

Mientras tanto, ETA espera en vano y sus presos esperan en vilo. Está claro que el Gobierno español no se va a mover, y sería bien venido el último favor -el único, quizá- que ETA prestase a la sociedad vasca cerrando con dignidad y unilateralmente el ciclo violento que ha protagonizado cinco décadas. Que alguien apague la luz porque como vencidos, del vencedor sólo pueden esperar el odio, el rencor y el castigo.

Interesa más una ETA superviviente aunque inactiva, que contribuir a conseguir la certificación de su final definitivo

Con la venia

por pablo muñoz