bilbao. Mientras la sentencia de Estrasburgo ha acaparado todos los titulares, el Gobierno Vasco continúa adelante perfilando su Plan de Paz y Convivencia con las aportaciones que ha recibido hasta la fecha.
Hablemos del Plan de Paz, ¿cuál es su percepción?
Todo gobierno que tenga un compromiso con los derechos humanos tendría que tener una actividad de planificación política en esa materia. Es algo que demandan las instituciones internacionales. Recomiendan que se ponga negro sobre blanco lo que se debe hacer. Por eso es positivo que nada más llegar se presentase este Plan. Habrá gente a la que no le guste todos los contenidos, pero es un buen comienzo para iniciar procesos. Nos falta pragmatismo. Cada uno tenemos nuestras ideas y las queremos imponer si podemos. Y este tipo de cuestiones que tienen que ver con los derechos humanos requieren tiempo. Es un buen punto de partida para que haya un ejercicio de diálogo.
¿Y luego qué?
Dependerá de la capacidad política para que pueda fructificar. En este país nos podemos cargar lo que queramos y da igual que sea bueno o malo. Pero hay condiciones para avanzar. Decimos que estamos bloqueados porque señalamos que hay muchas cosas que no están en nuestras manos -el desarme de ETA o la política penitenciaria-, pero sí está en nuestras manos lograr una sociedad dividida o menos dividida. El potencial del Plan de Paz dependerá de que todos los interlocutores tengan buena fe.
Usted trabajó en un primer informe sobe víctimas y violación de derechos humanos. Recibieron críticas porque, para algunos, no habían ido al origen del conflicto.
Yo estoy convencido de que dentro de las políticas que hay que llevar adelante en derechos humanos, quizá nos viene bien priorizar las políticas de verdad. Ese informe de derechos humanos fue un intento de poner un pequeño granito de arena en las políticas de verdad. Y la verdad no puede hacer daño a nadie. Lo que se hizo fue sacar a la luz una parte que estaba oculta. La parte de Plan que hace referencia a la verdad no puede ser si no buena.
Otra crítica que se le hace al mapa de vulneraciones de derechos humanos es que equipararon a las víctimas.
Yo creo que el concepto de justicia no se puede rediseñar. La regla de oro de la justicia se resume en que a cada uno, lo suyo. Legítimamente nadie puede sentirse soliviantado porque a cada uno le den lo suyo. El problema es cuando quien habla de equiparación, quizá reconozca cosas que no quiere ver. Si a una persona le han asesinado de manera injusta en un acto de terrorismo habrá que decirlo, y si a alguna persona le ha matado el Estado porque creía que era un vasco peligroso o porque hubo una época de gatillo fácil, habrá que decirlo también. Estamos en un momento en el que se necesita políticas de verdad y ganar terreno al sectarismo partidista.
¿El objetivo es que seamos capaces de sentarnos unos frente a otros a dialogar?
Nos falta pragmatismo. Debemos de ser capaces de combinar la firmeza de nuestras convicciones, que a nadie se le pide que las rechace, con tener la suficiente altura de miras para hacer procesos concretos sobre las graves violaciones de derechos humanos. Que no sea un espacio para la vendetta política, sino que sean espacios pre-partidarios, donde todos seamos capaces de reconocer las violaciones de derechos humanos que se han producido en esta sociedad. De todo lo demás podremos discrepar, pero hay gente que ha sufrido y no podemos quedarnos sin buscar soluciones.
¿Esta podrá ser la legislatura de la paz?
Yo creo que vamos avanzando, aunque a todos nos gustaría ir más rápido. No creo que vaya a haber una legislatura de la paz. Hay procesos, y cada cosa tendrá su espacio. Sí es verdad que tenemos una buena coyuntura para avanzar y es un drama que no lo hagamos más rápido. Los procesos de justicia, verdad y reparación que tienen que ver con un análisis de memoria colectiva de lo que ha sucedido en los últimos treinta o cuarenta años en nuestro país no se solucionan en cuatro años, pero se pueden ir sentando las bases, y ahora toca el momento de asentar algunas políticas de verdad y deshacer nudos.
¿Sigue en construcción la plaza pública en la que caben todos, tal como ha señalado Jonan Fernández?
Hay que ir creando las condiciones para que los discursos inmovilistas sean insostenibles y eso requiere también de cierta habilidad pragmática en las políticas. Hay que poner las bases para que todas las culturas políticas sientan como suya la defensa de los derechos humanos. Además, hay que apoyar a los que son proactivos y dan pasos en este sentido.