Nueva York. Josu Iriondo nació en Legazpi, pero en el barrio obrero del Bronx lo consideran de allí. Desde 1968 ha residido en Estados Unidos, y en 1996 fue nombrado obispo auxiliar de la archidiócesis de Nueva York. Durante todos estos años, nunca ha jugado al mus, pero sigue con fevor a la Real Sociedad. Ayer estuvo presente en la primera misa vasco americana celebrada en la catedral de Saint Patrick con motivo del centenario de la Euskal Etxea de la ciudad, ceremonia a la que asistió el lehendakari Urkullu.

¿Cómo acoge la visita del lehendakari a Estados Unidos?

Que esté el lehendakari aquí es una cosa buena porque siempre me he sentido muy euskaldun. Y es bueno que esté aquí para continuar esa tradición. Hay muchos euskaldunes y apellidos también, pero no hablan en euskera, aunque sí cantan (en misa).

¿Cómo ve la situación de la comunidad autónoma vasca?

Creo que la sociedad vasca ha dado mucha serenidad y ha tenido, sobre todo, un comportamiento de integración. Ahí, la Iglesia ha estado muy presente, y tenemos que reconocerle su mérito en la conservación de la lengua, las costumbres. Hoy, si Euskadi quiere creer, no puede ignorar a la Iglesia. Si la ignora, se cae.

¿Cómo es aquí la vida de los vascos?

Siempre voy al Aberri Eguna a celebrarlo con ellos, aunque mi trabajo no me ha llevado a estar tan en contacto. Yo quiero la presencia de los vascos, encontrar dos cerebros que se unan y construyan aquí.

La Euskal Etxea de Nueva York ha cumplido cien años.

Euskadi tiene que venir aquí, a Nueva York. Este es el foco, el centro de la iniciativa para el mundo entero. Yo, si encuentro a un jesuita americano, por ejemplo, siempre le digo: "Además del inglés, ¿qué lengua habla usted?". Y me dicen: "el euskera". ¿Por qué? Porque su padre, Ignacio de Loyola, era vasco (risas).

¿Y cómo han cambiado la colonia vasca y Nueva York?

La comunidad vasca está bien implantada. Su entorno, las conexiones... Pero luego, la actividad comercial la llevan con otros.

Y, en cuarenta años, ¿qué se echa de menos de la tierra?

De Euskadi se echa de menos la relación familiar, los amigos, aunque yo salí muy temprano de allí. Y el paisaje. Por ejemplo, cuando yo voy a Ecuador, me maravillo con el sirimiri, me quedo contemplándolo y pienso: Hau da nire lurra.

¿Y de comer?

De comer mucho de menos, por supuesto. Se peca comiendo (risas).

¿Y a la Real Sociedad?

Por supuesto. La Real Sociedad nos hizo subir tanto que ya pensábamos que íbamos a ser campeones y, de pronto, se desinfló.