No ha sido una buena semana para la paz en Euskadi. No lo ha sido porque veníamos de una innecesario y ofensivo comunicado de ETA cuando el Gobierno español, a través de una Justicia domesticada nos metía en el túnel del tiempo con una operación policial cuyo resultado inmediato es una nueva ilegalización de facto, amén de complicaciones personales para los detenidos y un nuevo macrojuicio en el horizonte.

En este punto, en medio de la maraña, cuando voces alertan de que meter más presión en la olla puede resultar peligroso, hay algunos trabajos urgentes que se deben de realizar y en los que estoy convencido coincide la mayoría de la sociedad vasca. A saber, que ETA no puede seguir así, sin disolverse, sin desarmarse, emitiendo comunicados que lo único que hacen es entorpecer el asentamiento definitivo de la paz en Euskadi. Y segundo: que el Gobierno español no puede actuar de manera irresponsable, como si nada hubiera cambiado en Euskadi desde hace dos años, manteniendo la ficción de que ETA sigue actuando y aplicando un rosario de medidas excepcionales, con especial mención a su política penitenciaria. Esa cuya denuncia ha tratado de acallar ilegalizando Herrira.

El auto del juez, que esta vez se ha quedado a medio camino entre la excepcionalidad hasta ahora aplicada para casos similares y la normalidad de permitir que se pueda actuar libremente en la política vasca, no tiene desperdicio. Si cree que son de ETA ¿Qué hacen en libertad los detenidos? ¿Cómo es posible que a un presunto integrante de ETA se le acuse además y al mismo tiempo de financiar a la organización y de enaltecerla? Es como si el juez quisiera, por un lado justificar la barrabasada y al mismo tiempo reconocer que se le ha ido la mano.

Si pensamos en el objetivo político que ha perseguido el PP hay varios planos: el feo y el malo. Feo es tapar los recortes de las pensiones, la congelación de los salarios de los empleados públicos o el repago de los fármacos hospitalarios (coincidentes en el día) con una operación así. Malo, y peligroso, que Rajoy haya decidido mantener abierta la línea de ilegalizaciones. Con los mismos argumentos del juez, mañana le podría tocar a Ernai (sucesión de Jarrai y Segi) y a la mismísima Sortu, la organización política de la izquierda abertzale.

La declaración conjunta suscrita en el Parlamento entre PNV y EH Bildu es una respuesta clara ante esta espiral en la que podría entrar el Gobierno español. No habrá, al menos desde Euskadi, un enfrentamiento avivado artificialmente desde Madrid. Debería avanzarse más en esa línea que garantice que no habrá vuelta atrás hacia situaciones del pasado. Para ello, la izquierda abertzale debería también ser más audaz y decir, de una vez por todas, que los comunicados de ETA como el último no tienen justificación alguna.

Uno entiende las dificultades para ir soltando un lastre, el del apoyo sostenido a ETA durante décadas y su silencio ante la vulneración de derechos humanos. Más aún cuando asistimos a esta provocación y cuando el resultado de tantas horas de alarde chulesco de la Guardia Civil son los posteriores incidentes con la Ertzaintza. El caso de la senadora de Amaiur, Amalur Mendizabal, herida al recibir un porrazo debe ser investigado y aclarado. Pero las denuncias de lo ocurrido no puede devenir en disparates como los mensajes de Barrena o la petición de "desarme represivo" del parlamentario de Bildu, Julen Arzuaga. Si se trata de no picar el anzuelo y trabajar conjuntamente, los líderes de la izquierda abertzale no deberían tensar más la cuerda.

Por medio, ha habido noticias positivas que también merecen ser recalcadas. En el Parlamento, echa a andar la creación del Instituto de la Memoria y lo hace con una amplísima mayoría. Ese es el terreno que hay que abonar. Y seguir buscando más acuerdos. Llamar "fascista" a un parlamentario del PP es exactamente lo contrario de lo que debe hacerse si se trata de sustituir la palabra "enemigo" por la de "adversario". Por no hablar del señalamiento personal que nada menos que todo un diputado general, Martin Garitano, hizo contra junteros del PP y del PSE.

La rabia del momento no puede ser la que rija las conductas políticas y menos si se emplean para tapar las carencias propias. Eso es alimentar la vuelta al pasado. El PP no ha interiorizado, aunque lo vaya diciendo públicamente, que Euskadi sin violencia ha entrado en una nueva fase política. A los hechos me remito: no ha alterado su política penitenciaria y sigue con medidas de excepción privativas de derechos fundamentales. Pero la izquierda abertzale tiene que entender que la mejor respuesta es la que le demanda la mayoría de la sociedad: que se sume a quienes exigen el final inmediato de ETA antes de que los cantos de sirena más radicales prendan en sus bases. A esta opinión le llaman ser equidistantes, unos y otros. A mí no me lo parece, porque no comparo, pero si constato que existe una peligrosa retroalimentación.

XABIER LAPITZ