no hay acuerdo sobre quién pronunció la frase tan recurrente de que "el nacionalismo se cura viajando", aunque la mayoría atribuyen a Pío Baroja su formulación y a Camilo José Cela su extensión. Desde entonces constituye una muletilla simplista, no confundir con simple, habitualmente utilizada por los nacionalistas españoles para despectivamente colocarse un peldaño por encima de otros nacionalismos que, curiosamente, están mucho más viajados.
Me venía a la mente la frase de marras cuando leyendo estos días los obituarios dedicados a la figura de Antón Aurre, y hace menos de dos meses los de Javier Atutxa, sospeché que no era casualidad que ambos fueran capitanes de marina mercante. Como lo fue también el alcalde de Bilbao, José Luis Robles, fallecido hace ya siete años. Tres abertzales que tras dedicarse a su profesión recorriendo los mares y conociendo puertos de todo el mundo en una época en la que viajar no era precisamente habitual, decidieron terminar sus días al servicio de una causa desinteresada, especialmente desinteresada en su caso: construir Euskadi desde el nacionalismo que encarna el PNV.
Así pues, tenemos nacionalistas españoles poco viajados que recomiendan a nacionalistas vascos viajados que viajen para curar una enfermedad inexistente. Suena absurdo, pero es así. Lo realmente curioso es que ninguno de los que espetan, casi escupen, la frase han mirado en su espejo español. Desde Franco, que como buen dictador "tenía mal viajar" -frase genial de Manuel Vázquez Montalbán a propósito de la detención de Pinochet en Londres-, hasta la lista de dirigentes de los principales partidos españoles que cultivan el monolingüismo con un empeño indiscutible y que empezaron a viajar según tocaron poder. Y no desinteresadamente, claro.
No sé si nuestros capitanes ya embarcaron siendo tan firmes en sus convicciones abertzales, pero tengo constancia de que sí arribaron al puerto del que partieron con ese pensamiento afianzado. Tanto como dar lo mejor de su merecido descanso profesional a seguir trabajando en tierra por esos ideales. Empíricamente -la muestra de estos y otros abertzales es más válida que la inexistente a contrario sensu- podríamos decir que el nacionalismo, el que significa amor a lo propio sin desdén alguno al resto, crece viajando.
La singladura vital de estos marineros ejemplares estará hoy, seguro, presente en el corazón de la gente que hoy se reúne en Foronda para celebrar el Alderdi Eguna. En estas mismas páginas hemos leído a gente mucho más cualificada para glosar sus figuras, pero desde la admiración que les he tenido vaya para ellos mi reconocimiento. Han sido un ejemplo de la universalidad del nacionalismo vasco y sus vidas desmontan la falacia barojiana tan perversamente utilizada.
Pero hoy, además, una enorme pancarta con el lema "I'm basque" preside esta fiesta del PNV. ¿Cuántas veces la habrían pronunciado nuestros ilustres marinos? Palabras repetidas milllones de veces en los cinco continentes para presentarnos los que así nos consideramos. No es difícil imaginar que así se expresan los que consideran que esa es su verdadera y única nacionalidad. Pongo la mano en el fuego que es mucho más sencillo un "I'm spanish" o un "I'm french". Pero no, los que creemos que Euskadi es nuestra nación decimos "I'm basque", y como en esto el tamaño y el Estado sí importa, a menudo tenemos que añadir una explicación complementaria del tipo: "between Spain and France". El anecdotario en este campo es tan amplio como los esfuerzos que los vascos hacemos porque "Basque Country" se reconozca como nación por encima de los Estados, Spain y France.
Hay muchos ejemplos de esa vocación que combina la universalidad con la defensa de la identidad propia. Recientemente trataban en Estados Unidos de establecer cuántos hispanos forman parte del Congreso. La cosa no estaba clara, en unas listas figuraban hasta 33 y en otras la cifra se rebajaba hasta 28. La agencia Associated Press trató de esclarecer el entuerto y al menos lo hizo en uno de los casos, el del congresista del Partido Demócrata por California John Garamendi que fue claro: "I'm basque". Y un portavoz aclaró: "Su abuelo paterno llegó a Estados Unidos en 1906 desde el País Vasco, una franja entre el norte de España y el sur de Francia". "Entre" no es lo mismo que "en", desde luego.
Desde el viajero obligado que fue el lehendakari Agirre, hasta los vocacionales Robles, Atutxa o Aurre, pasando por el senador Garamendi y, por supuesto, todos esos jóvenes abertzales que hoy viajan por el mundo, la frase está en su boca. Yo la pronuncio orgulloso: "I'm basque"; y tengo la sensación de ser un eslabón más en una cadena ininterrumpida. Katea ez da eten.