mucha gente se considera afectada por el resultado de las elecciones alemanas. Algunos se sienten tan concernidos que hubieran querido votar en ellas. Prescinden del hecho de que, por la misma lógica, también habrían votado sus vecinos, y mucha otra gente. A quienes así opinan no les satisface la gran victoria que ha obtenido la señora Merkel; hubieran preferido mejores resultados para comunistas, verdes o socialdemócratas. Pero es muy dudoso que sus vecinos y esa otra mucha gente hubieran votado lo que ellos quieren, al menos si nos atenemos a los resultados de las elecciones en España. Y lo mismo vale casi para cualquier otro estado europeo.

Los alemanes no parecen estar muy descontentos con sus gobernantes. Teniendo en cuenta lo mal que nos va a los demás y lo relativamente bien que les va a ellos, no es de extrañar que le den su voto con tantas ganas. Los protovotantes pangermánicos creen que a los alemanes les va bien porque a los demás nos va mal, y en ese desequilibrio basan su pretensión. Europa -dicen- está a los pies de Alemania, y ya ni los orgullosos franceses, con su grandeur, son lo que eran.

No me acaba de convencer esa idea; me cuesta aceptar que la gran diferencia entre germanos y griegos -por irnos, un tanto compasivamente, algo lejos- obedezca, sin otros matices, a que los alemanes ganan lo que los griegos pierden. La economía no es un juego de suma cero, tampoco la que se refiere a las finanzas públicas internacionales.

Pero aceptemos que algo de eso hay y que los alemanes viven, en parte, a costa de las rentas del maltratado contribuyente meridional. Si aceptamos esa hipótesis tendríamos que pensar cómo es posible que Alemania, con lo mal que lo pasó tras la reunificación, haya llegado a donde ha llegado, y que irlandeses y europeos del sur, nos hayamos, casi literalmente, hundido en la miseria. Digo yo que algo, siquiera algo, por pequeño que sea, habrán hecho bien los alemanes, y algo, tan pequeño como lo anterior, habremos hecho mal irlandeses y europeos del sur. Al fin y al cabo, los países que hacen las cosas de manera que su futuro deja de depender de ellos mismos, alguna responsabilidad deben de tener en ello; no sé, se me ocurre. Por cierto ¿recuerda alguien algún canciller alemán del nivel de Aznar, Zapatero o Rajoy?

Estas consideraciones nos conducen a la raíz de todo esto: la siempre (nada inocentemente) olvidada responsabilidad. Somos especialistas en evadirla. La culpa de lo que nos pasa la tienen otros; da igual que se trate de personas, de colectivos o de naciones: la culpa siempre es de otros. Un ejemplo cercano: la crisis es, según el reciente acuerdo firmado entre PNV y PSE, "consecuencia de una negligente actuación de la banca a nivel internacional y de una falta de reglas y controles de la política a la actividad de ésta y de la economía en general". Ciudadanos y gobernantes próximos no hemos tenido, al parecer, nada que ver. Me pregunto si la señora Merkel es de la misma opinión; dudo que lo sea.

Bien mirado, quizás tienen razón los que piden votar en Alemania. Quizás va siendo hora de que los europeos, incluso, adquieran la nacionalidad alemana. Habría, quizás, que olvidarse de una vez por todas de la pesadilla europea y afiliarse a la gran nación germánica. Algunos pediríamos asilo político en Gibraltar, por supuesto, pero la alemana podría ser la gran solución. Lo que no tengo tan claro es que eso sea muy del agrado de los alemanes. Sospecho que no.