CATALUNYA perdió algo más que una guerra en 1714. El embate de las tropas borbónicas aquel fatídico 11 de septiembre se llevó por delante miles de vidas, pero también los fueros y las instituciones catalanas. Quiso llevarse por delante la identidad del pueblo catalán, pero en realidad la fortaleció. Lejos de celebrar esa cita los catalanes mantienen esa fecha como Diada nacional para no olvidar. Este año además se inicia la conmemoración de los 300 años que duran los vestigios de aquella derrota y sus consecuencias como la pérdida de los fueros aún por restituir y llega en medio de una ola soberanista que se reflejará en la macro cadena humana organizada por la Asamblea Nacional Catalana (ANC).
La guerra de sucesión fue un conflicto bélico a escala internacional que afectó visceralmente a Catalunya y a su posición respecto a España y al mundo. En el marco de la lucha de poderes entre las dinastías de la Casa de Borbón y la Casa de Áustria, Catalunya se levantó contra el rey español Felipe V cansada de los desplantes y los agravios que éste y sus antecesores ejercían sobre sus instituciones y sus leyes. Carlos de Austria se erigió como alternativa al mostrar sensibilidad por la causa y la nación catalana y por ello la elite del país se inclinó rápidamente del bando de éste.
Catalunya gozaba entonces de una posición política relativamente cómoda: no pagaba impuestos a la corona española sino que negociaba con el rey pagos y contrapartidas, se regía por su propio código de leyes y era gobernada por instituciones propias que no estaban sometidas a la voluntad del monarca. Pese a no gozar de la titularidad de un Estado propio ni de una plena independencia, la cuota de autogobierno y autogestión daba margen a las instituciones catalanas para conservar y fomentar sus personalidad como nación.
Catalunya también tenía una red de embajadores internacionales reconocidos en las Cortes de cada país, por lo que dada la situación durante la Guerra de Sucesión, le permitió alcanzar un pacto con el ejército inglés y luchar por la causa austriacista. Dicho pacto quedó extinto cuando Carlos de Áustria heredó la corona del imperio austríaco y las potencias en disputa
ASEDIo La heroica resistencia de los ciudadanos barceloneses liderada por Rafael de Casanovas al asedio perpetrado por las tropas borbónicas es recordada cada año en todas las poblaciones catalanas. Junto a la iglesia de Santa Maria del Mar, en Barcelona, hay una pequeña plaza con una antorcha esbelta que culmina con una llama que nunca se apaga. Es el Fossar de les Moreres, donde reza el poema "no se entierra ningún traidor, incluso perdiendo nuestras banderas será la urna del honor" y es que alberga los cuerpos de algunas de las miles de personas que perecieron en aquel ataque. Miles de turistas circulan alrededor de ella ajenos al significado vital que tiene dicho lugar para la historia del pueblo de Catalunya.
"Resistir es vencer, y aunque pareciera suicida, los catalanes defendieron sus plazas hasta las últimas consecuencias" explica Jaume Clotet, periodista e historiador y coautor de una de las últimas novelas que recoge estos hechos, Lliures o morts. Clotet afirma que las acciones de la resistencia catalana no eran tan irracionales como algunos defienden y que la historiografía actual revela que fueron pocas las semanas que faltaban para que las tropas inglesas regresaran a defender Barcelona. "Los generales borbónicos lo sabían y por ello ordenaron atacar la ciudad que continuaba resistiendo el asedio" explica.
Para Clotet "perder aquella batalla supuso para Catalunya dejar de ser lo que era". La represión de Felipe V fue más allá de la venganza militar y como revelan algunas de sus cartas su obsesión era aniquilar la identidad catalana. En 1716 se implantó el Decreto de Nova Planta, un texto diseñado para alcanzar dicho propósito: con él se suprimían definitivamente los fueros catalanes, sus leyes, sus constituciones y sus instituciones y por primera vez se limitaba el uso del catalán como lengua normal.
Clotet recoge una cita del profesor de Historia de la Universidad de Barcelona, Francesc Xavier Hernández que señala que "la Guerra de Sucesión no ha terminado para Catalunya porque sus consecuencias aún son vigentes". Ambos historiadores señalan que a fecha de 2013 los catalanes siguen recibiendo embates contra su autogobierno y su legislación, como pasó recientemente con el Estatut de Catalunya, continúan siendo expoliados económicamente como consecuencia de la pérdida de sus fueros en 1714 y continúan con la necesidad de defender constantemente su lengua. Trescientos años después en el mismo escenario parece que Catalunya empieza a vislumbrar una posible solución.