LA innovación es fuente de progreso y bienestar. La invención de nuevos productos y las mejoras en el modo en que se hacen las cosas o se gestionan empresas e instituciones, son claves para ganar competitividad sin que el mecanismo para ello deba basarse única y exclusivamente en menores costes. La intensidad de la actividad innovadora depende de diversos factores. Algunos tienen que ver con las condiciones institucionales y los sistemas de incentivos, sociales y empresariales, que inciden sobre ella. Pero otros vienen dados por las condiciones del entorno de una forma tal que no se puede incidir sobre ellos a voluntad o, si se puede, la capacidad para ello es muy limitada.
Uno de esos factores es el tamaño del entorno urbano en que se desarrolla la actividad innovadora. Las grandes urbes son escenario de una más amplia red de relaciones y de interacciones que las ciudades pequeñas. Y eso es algo que tiene consecuencias diversas. Por ejemplo, cuanto más grande es una ciudad, mayor es la tasa de contagio de enfermedades infecciosas, porque en las grandes ciudades hay más interacciones entre la gente. No es simplemente que hay más contagios porque hay más personas, es que es más probable contraer una enfermedad infecciosa en una gran urbe que en una pequeña ciudad.
Pues bien, con las ideas ocurre algo parecido. Las nuevas ideas surgen con más probabilidad allí donde hay más interacciones entre las personas. Por eso, en las grandes ciudades se inventan más cosas, en proporción, que en las pequeñas y se registran más patentes. También tiende a haber más centros de I+D, y más empresas que desarrollan ese tipo de actividades. Por eso hay más personas que se dedican a la investigación. También hay más empleos supercreativos. Y eso, a su vez, hace de las grandes ciudades un polo de atracción de personas con talento, creativas, porque en ellas tienen más posibilidades de desarrollar sus proyectos. Por todo ello, en las grandes urbes se genera más riqueza per cápita.
Queremos que en Euskadi se generen conocimientos, ideas, nuevos productos. Queremos que nuestra economía se base en la innovación. Y el hecho es que, simplemente por razones de tamaño, partimos de peor posición que otros. Esos otros hacen lo mismo que nosotros -o lo quieren hacer- en condiciones más propicias para la interacción entre las personas, para los intercambios creativos de ideas. Por eso, nuestro tamaño, el pequeño tamaño de nuestras ciudades es también un inconveniente; hay que ser conscientes de ello y hay que contrarrestarlo.
Si queremos competir en el mercado mundial del conocimiento y de las nuevas ideas, estamos obligados a adoptar estrategias específicas para ello. Tenemos que articular el territorio para que funcione como una gran urbe cuya red de relaciones internas alcance, al menos, a toda Euskadi. Debemos interaccionar más con el exterior para compensar el menor tamaño de nuestro territorio. Necesitamos apoyar de manera constante la generación de conocimiento. Por eso hay que impulsar, muy especialmente, las actividades de investigación científica y de creación. Hay que hacer todo eso desarrollando políticas de largo alcance, que den seguridad y que propicien la captación de personas con talento de todas partes del mundo. Y por encima de todo, debemos seguir mejorando la formación de la gente. La mejor garantía de futuro es que haya muchas personas con una buena formación y bastantes con un nivel formativo excelente.