MEDIO siglo después de evocar su I have a dream (tengo un sueño), Martin Luther King es, no solo un icono de la lucha por los derechos civiles, sino también el orador con mayúsculas en EEUU. En los apenas 17 minutos que duró su discurso en las escalinatas del monumento a Abraham Lincoln en Washington aquel 28 de agosto de 1963, la cadencia de predicador de King, la convicción de sus palabras y el peso de sus silencios convirtieron en inspirador un mensaje ya conocido a favor de la igualdad social.
"Él era único", asegura a Efe Ruth Sherman, consultora de políticos, empresarios y estudios de cine que buscan mejorar sus habilidades verbales. "Es el maestro de la repetición breve. Una herramienta retórica que consiste en fijar una idea con unas pocas palabras bien escogidas y repetidas", explica la profesora de Derecho Molly Bishop Shadel, de la Universidad de Virginia. Shadel, experta en oratoria, cita como ejemplo frases como I have a dream, Now is the time (ahora es el momento) y Let freedom ring (que resuene la libertad) que aparecen varias veces durante la exposición de King, parcialmente improvisada. "El truco para que sea efectivo es crear un (lema) que te sientas cómodo diciendo. Se puede escuchar a King deleitándose con sus repeticiones mientras van saliendo por su boca", comenta Shadel.
Martin Luther King y su contemporáneo John Fitzgerald Kennedy, asesinado en noviembre de 1963, son citados como referentes históricos en el arte de hablar en público. Ambos fueron asesinados y desde entonces pocos líderes han demostrado maestría a la hora de comunicar a las masas. Curiosamente, Barack Obama, el primer presidente afroamericano de EEUU cuyo nombramiento culminó parte de lo soñado por King, es según los expertos quien más se ha aproximado al nivel del pastor baptista.
"Su Yes we can durante las primarias presidenciales en 2008 en New Hampshire es un ejemplo fantástico. El momento parecía desalentador para la campaña de Obama y su discurso revitalizó a sus seguidores y le llevó a una elección histórica", apunta Shadel. Para esta profesora, el mandatario demócrata echó mano de los recursos de repetición de King y al igual que él fue de menos a más. "Ambos son inspiradores, diseñados para ser repetidos, pero I have a dream es una frase más elegante. Yes we can es una respuesta a una pregunta", señala Sherman, que cree que aunque King es mejor que Obama, el inquilino de la Casa Blanca tiene talento. "Definitivamente lo pondría entre los cinco primeros en mi lista de mejores oradores junto con King, Kennedy, Lincoln y Steve Jobs", manifiesta.
un cliché Y eso que el I have a dream estuvo a punto de quedarse en el tintero por temor a ser un "cliché" demasiado "trillado" y sólo un "brote de inspiración" del icónico reverendo la convirtió en historia.
I have a dream era una frase que el líder de los derechos civiles había utilizado decenas de veces antes de la famosa Marcha en Washington. Quizá por eso, la víspera de aquel 28 de agosto, su asesor Wyatt Walker le dio un único consejo: "No uses la parte de tengo un sueño. Está trillado, es un cliché. Ya lo has usado demasiadas veces". Walker, como el propio King, era consciente de que el discurso suponía la presentación del reverendo a escala nacional. Y después de horas de tachar y modificar párrafos en un hotel de Washington, dejaron listo un borrador que no incluía ninguna referencia al sueño.
Al día siguiente, a espaldas del icónico monumento a Lincoln y ante decenas de miles de personas, King comenzó a leer su "meditado y enérgico" trabajo, pero pronto comprendió "que necesitaba algo más para una ocasión tan extraordinaria", según el director del Instituto de Investigación Martin Luther King, Clayborne Carson. Steve Klein, responsable de comunicación en el Centro King de Atlanta, apunta otro factor que quizá influyó en la decisión: la insistencia de la cantante de gospel Mahalia Jackson, que, sentada cerca del orador en el podio, le instaba constantemente a "hablar del sueño". "Quizá ella le sacudió la memoria y le hizo pensar: eso funcionaría bien aquí".
La referencia al sueño no sólo cambió el discurso, sino también la forma de pronunciarlo de King, que dejó de lado el borrador preparado y no volvió a recurrir a él. "Cuando leía el texto, parecía un ponente", recuerda Clarence Jones, uno de los asesores de King, en el libro The Speech, del periodista británico Gary Younge. "Pero en cuanto dejó el texto de lado, volvió a convertirse en un predicador bautista", agrega Jones.
Las inmediatas ovaciones y aplausos demostraron que King había acertado al ir más allá de un llamamiento a la justicia, al comprender "que no era suficiente sostener una lucha masiva por la libertad a no ser que los participantes pudieran imaginar un futuro que hiciera que los sacrificios merecieran la pena", apunta Carson. Fuera o no gracias a la mención del sueño, los 16 minutos de discurso de King sirvieron para dar un impulso definitivo al movimiento por los derechos civiles y conseguir que el FBI, que ya le investigaba por los supuestos lazos comunistas de dos de sus ayudantes, le definiera como "el líder negro más peligroso y efectivo del país".