El pasado día 1, en plena operación salida, los pasillos del Senado se llenaron de diputados acompañados de sus maletas para irse de vacaciones sin perder un solo minuto en cuanto acabaran las explicaciones de Mariano Rajoy sobre el caso Bárcenas, la supuesta financiación irregular del PP y el reparto de sobresueldos en Génova. Un hecho que contrasta con la situación de una gran parte de la población del territorio español, que se va a quedar sin vacaciones como consecuencia de la crisis económica que no da tregua ni en verano. El descontento en la calle no es tanto por los políticos, que como todos los trabajadores tienen derecho a sus vacaciones, sino que, como explicó a este diario el filósofo Javier Sádaba, "el descontento es general". Por este motivo, "se debería proceder a una reconversión de la estructura organizativa de las instituciones", que marca el mes de agosto como inhábil pese a la grave situación económica que atraviesa el Estado, en la que el aumento de la precariedad no cesa ni en verano.

Seis millones de parados, de los que cuatro de cada diez ya no cobran ni prestación ni subsidio; dos millones de hogares en los que todos sus miembros están en paro; informes que hablan de malnutrición infantil; o los miles de estudiantes expulsados de las universidades por no cumplir con los requisitos exigidos para acceder a una beca y no poder hacer frente al pago de las tasas, son algunas de las realidades cotidianas de los ciudadanos, problemas que siguen existiendo aunque este mes sea inhábil para los principales organismos del Estado. La alternativa no es eliminar las vacaciones del listado de derechos de los políticos, explica Sádaba, pero sí cambiar su mentalidad y que sean conscientes de que tienen más obligaciones que el resto de la población, por lo que "deberían de acomodar sus vacaciones a las necesidades del país, y por lo menos debería existir una mínima actividad".

Las encuestas realizadas en el último año demuestran que la percepción que tienen los ciudadanos de las instituciones públicas es de distancia y desapego. Entre otras razones porque los altos cargos, en lugar de turnarse entre los meses de julio y agosto para hacerse cargo de los principales problemas -la crisis, la corrupción o el fin definitivo de la violencia- deciden dejar la agenda de la actualidad a sus segundos espadas y los relegan a septiembre.

El mes de agosto siempre ha sido inhábil, pero ¿son razonables 30 días seguidos de vacío institucional y de paralización de la vida política en la complicada coyuntura actual? "Aunque la situación del país fuese buena, la inactividad de las instituciones públicas seguiría siendo inconveniente", razona Sádaba, quien también considera normal que el descontento de la calle aumente en este periodo en el que, pese a que los problemas de las familias siguen incrementándose como hasta la fecha, sus máximos representantes institucionales no están. Por ello, el filósofo de Portugalete confía en que la única alternativa válida sea cambiar tanto la mentalidad de la sociedad como la de la clase política. "Hay que empezar a concebir a los políticos con la idea de que están al servicio y son los delegados del pueblo; ellos no son los amos de los ciudadanos, los ciudadanos son sus amos, y para ello haría falta cambiar la legislación vigente", explica.

El caso Bárcenas en el PP y la trama de los ERE fraudulentos en el PSOE son solo dos de los asuntos de corrupción que se dirimen en los juzgados españoles, y que también afectan a la sociedad en el sentido de que es menos permisible con los políticos, incluso en asuntos de su ámbito personal como sus vacaciones veraniegas. El filósofo y catedrático de ética y filosofía de la religión observa dos grandes problemas en referencia a la corrupción en la casta política española. Primero, existe una gran corrupción que no tiene solo que ver con tres o cuatro altos cargos, lo que para Sádaba es una "metástasis de la corrupción", y ello hace que tenga un mayor calado en la sociedad. Segundo, "la ciudadanía se identifica con la corrupción y le acaba dando menor importancia de la que tiene". Dicho de otro modo, una cosa es lo que la sociedad opina de la corrupción y otra lo que hace en relación con la misma, y eso se puede ver en el hecho de que los políticos corruptos son los más votados. Es decir, "no existe permisividad en las palabras, pero sí en la obra".

La alternativa francesa Este vacío institucional y desafección hacia la política no se da únicamente en el Estado español. El máximo dirigente del Estado francés, François Hollande, que en 2012 tuvo que soportar críticas por sus largas vacaciones, envió una circular a todos los miembros de su gabinete el pasado 10 de julio en la que ponía un límite al vacío institucional de agosto. En la nota, Hollande solicitaba a sus ministros que dejaran constancia de "sus fechas vacacionales y las direcciones y coordenadas telefónicas y electrónicas que permitan contactar con ellos en caso de necesidad", es decir, por si se produce alguna urgencia política que obligue a adelantar la vuelta al trabajo.

Las instituciones del Estado español, y sobre todo sus máximos dirigentes, no parece que vayan a seguir el camino del presidente Hollande, pero sí deben tener en cuenta que en el mes de agosto, aunque el Parlamento, el Gobierno y las diputaciones cierren sus puertas, el caso Bárcenas no coge vacaciones y el problema del paro sigue siendo dramático. Mientras, las instituciones siguen sembrando en los ciudadanos un sentimiento de abandono, soledad y vacío, dejando al mando a segundos espadas que durante el resto del año permanecen a la sombra del responsable político de turno.

Los escaños del Parlamento Vasco, vacíos durante un periodo vacacional en Euskadi. Foto: Dna

"Los políticos tendrían que acomodar sus vacaciones a las necesidades del país"

javier sádaba

Filósofo y catedrático de ética