¡Vaya familia!

Andan las voces del "mundo del corazón" revolucionadas. Ese lamentable coro de plañideras acusadoras se enzarza contra Urdangarin, a la par que exoneran a la, hasta ahora, su querida esposa. Resulta descarado que presenten a esa señora como una víctima del jugador de balonmano y como alguien que no sabía nada de los negocios que ambos compartían, tal como está quedando demostrado.

Tener un padre rey está muy bien, ya que puede pedir a amigos como el Aga Khan, por ejemplo, que coloquen a su hija en Ginebra para escapar de las presuntas responsabilidades a las que hubiera lugar. Supongo que sería muy difícil lograr una hipotética solicitud de extradición de Cristina Borbón en el caso de que algún tribunal español se atreviera a condenarla. Los correos privados del duque son por ahora el último episodio de una historia que esconde intereses mucho más ocultos. Vaya por delante que en mi opinión la vida personal debe ser respetada a todo el mundo, incluso a los borbones, pues el derecho a la privacidad y al honor está por encima de la información y el morbo.

Esos mensajes son un negocio sabroso para quienes sacan más provecho de lo escabroso que de que se haga justicia y se acabe con una corrupción mucho más extendida de lo que nuestras pobres mentes podían imaginar. Pero no sólo eso.

A mí me parece que la inusual decisión de la jueza de permitir que se hicieran públicos refuerza el interés de la familia real de echarle la culpa de todo al esposo de la infanta y afear todavía más su imagen para que ella aparezca inocente y virginal. La supuesta amante y el tono inconveniente de esos emails son la mejor justificación para abandonar el barco y responsabilizar de todo a Iñaki Urdangarin.

A mí me dan igual las relaciones íntimas de tan egregios personajes. Ella y él sabrán cómo querían vivir, pero no cuela que los asuntos de cama se conviertan en tapadera de responsabilidades de presunto blanqueo de capitales, robo y corrupción.

El fin del cuento se ve venir: un sorprendido Urdangarin será el pagano de toda esta historia. Imagino que en un principio pactarían hasta dónde llegar y qué callar, como al comienzo de todo el proceso cuando eximía a su esposa de toda responsabilidad. Ahora las tornas han cambiado, le están dejando sólo, por lo que quizás reaccione por fin y aparezcan responsabilidades, incluso familiares, más altas.

La familia nos marca. En ella asimilamos pautas de comportamiento y maneras de enfrentarnos a la vida, honradamente o no. Si atendemos a los escándalos demostrados y a los evidentes, es larga la lista de los despropósitos borbónicos, aunque no se hagan públicos por la habitual e incomprensible opacidad que les protege.

Se aprende en casa y si algo tengo seguro es que el duque no se educó de esa manera en la de su respetada familia de Gasteiz. Muy al contrario.