LA buena nueva le llegó en plenas fiestas de Tudela, toda vestida de blanco y pañuelico al cuello, con fondo de jota, charanga y zurracapote. El Tribunal Supremo entró en el programa festivo para mayor gloria de la presidenta, en su clásica presencia institucional para darle relumbrón al chupinazo.
Todo era mentira, ¿no veis? Todo era un infundio de la izquierda abertzale, ¿no veis? Lo ha dicho el Tribunal Supremo. Yolanda Barcina es persona honrada, intachable, que conste. Y Miguel Sanz. Y Álvaro Miranda. Y Enrique Maya. Y UPN. Lo ha dicho el Tribunal Supremo. Arránquese la banda con el No te vayas de Navarra, para celebrarlo. Ha quedado demostrado. Que siga el baile, porque la maledicencia ha quedado archivada.
"Hoy se pone en evidencia que UPN es un partido de personas honradas", proclama la señora Barcina reivindicando su honorabilidad como si el Tribunal Supremo hubiera decidido que ella y sus cómplices hicieron bien en llevárselo crudo, como si los jueces hubieran dado un espaldarazo a su camuflado y selecto sistema de trinque. El archivo de la causa, viene a decir doña Barcina, me devuelve la dignidad, la honorabilidad y la decencia que pretendieron arrebatarme los malos. Así que celebrémoslo, viva Navarra, viva Tudela, viva España y viva Santa Ana.
Bien, esto es lo que tocaba. Era la mejor coartada para parar de una vez el torrente de descrédito que desde casi un año ha venido minando la reputación de la presidenta de Navarra y la de sus más ilustres colegas de partido. Yolanda Barcina se ha agarrado al auto del Tribunal Supremo como el náufrago a la balsa, como si le fuera la vida en ello. Que le va, al menos su vida política.
Ella no ha reparado en detalles y a la hora de levantar la voz para recuperar su honorabilidad lo ha hecho con brocha gorda, sin pestañear, con la sonrisa cínica de los prepotentes, confundiendo conscientemente el ilícito penal con el ilícito ético, mezclando a sabiendas el archivo de la causa con el borrón y cuenta nueva, blandiendo con soberbia el auto judicial para arremeter contra quienes han levantado la alfombra para que salgan al aire las miserias y las trampas en las que la presidenta ha chapoteado impunemente con sus cómplices de rapiña.
Hace falta caradura para proclamar triunfante su honorabilidad y la de su partido, cuando el mismo tribunal que ha decidido archivar la causa no le exime expresamente de la "asunción de responsabilidades políticas y de la crítica a un comportamiento de dudoso sustento ético".
Hace falta cara dura para interpretar que el tribunal ha dado por bueno el cobro millonario y de tapadillo a cuenta de Caja Navarra, y que por eso mismo ella y sus compinches hicieron bien en echárselo al coleto. Hace falta cara dura para reivindicar su inocencia por el hecho de haber ordenado tan indigna forma de enriquecimiento, cuando lo hizo sólo después de que Diario de Noticias desvelase la trampa.
Hace falta cara dura para tomar por tontos a los navarros proclamando en triunfo su honradez cuando ella y sus íntimos compañeros de imputación tienen tanto que ver en la desaparición de la histórica y próspera Can.
No tiene mucho que celebrar doña Barcina. Y si en realidad lo tuviera, teniendo en cuenta su inveterada afición a la prosperidad económica, ya estaría gestionando la recuperación del dinero devuelto -si es que lo devolvió- que sigue siendo una prueba clara de que fue pillada en trampa
Y en esto de tapar desaguisados y corrupciones, hay que destacar la inquietud y alarma social que provocan algunas de las más recientes decisiones del Tribunal Supremo. En una semana han dado carpetazo a tres escándalos políticos.
Ha archivado la causa contra Pepe Blanco, ex secretario de Organización del PSOE, imputado en el caso Campeón, por presunta concesión de subvenciones irregulares a cambio de comisiones. Ha rebajado la condena de seis años a nueve meses a Jaume Matas, del PP y expresidente de Baleares, por sobornar a un periodista en el contexto del caso Palma Arena, evitando así su ingreso en prisión.
Y por último, ha archivado la imputación de Yolanda Barcina relacionada con el caso Can, resolviendo de un plumazo con un par de folios el trabajo de la juez María Paz Benito y sus dos mil páginas de instrucción.
Como bien dijo hace casi treinta años -y bien caro lo pagó- el alcalde de Jerez, Pedro Pacheco, "la justicia es un cachondeo". Ésa es la percepción de una buena parte de la sociedad. En este caso de la sociedad navarra, a la que no engañan las bravatas exultantes de doña Barcina ni le impiden que siga oliendo a podrido.
Se vuelve a hablar de una comisión de investigación parlamentaria, que de poco va a servir. Lo que interesa ahora es taparle la boca triunfal a UPN y desalojar a la derecha extrema y a su presidenta cuanto antes. Sí se puede.