Bilbao

CUANDO a María Gorostiza (Bilbao, 1970), informática de profesión y cinturón negro de kárate, le preguntan si su marido es un padrazo, responde que le gusta ir con Cristina a los conciertos, con Begoña a disfrutar de los partidos del Athletic y que duerme la siesta abrazado a la pequeña, Carmen Itziar. Fue la principal razón por la que a la esposa de Antonio Basagoiti (Madrid, 25-X-1969) le inquietó su entrada en política, sobre todo cuando embarazada por vez primera de seis meses se percató de la exposición a la amenaza terrorista de ETA al tener que ir protegidos por la escolta tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco.

El líder del PP de la CAV regresa ahora a sus orígenes, a sus raíces familiares, en lo que literalmente será una vuelta al mundo una vez deje este año la política en activo para enfundarse el traje de ejecutivo del sector bancario. 20 años después de aparcar su carrera profesional, el antiguo Banco Central Hispano (BCH), hoy día Banco Santander, le reclama para emprender una nueva aventura en México tan pronto como se resuelva, todo lo mejor que pueda, su sucesión en el partido, en manos de Mariano Rajoy.

La consorte de Basagoiti trabaja también para este sector, en el BBVA, aunque como asignada de Indra Sistemas, la multinacional española de soluciones tecnológicas, y dejará Bilbao y su puesto de ingeniera de sistemas en la sede corporativa del banco para incorporarse a Bancomer, la filial con que la entidad opera en el país centroamericano.

La decisión de su marido no es fruto del azar, sino que entronca con sus antepasados. Su entrega a la política las dos últimas décadas, desde que resultó elegido concejal por el Ayuntamiento de Bilbao en 1995, con apenas 26 años -envalentonado por el arrope de su tía Ascensión Pastor, concejala popular de Maruri y exsenadora por el PP- resultó un paréntesis respecto a la vocación que le correspondía a Basagoiti, miembro de quinta generación de empresarios y financieros vascos.

En 1900 su tatarabuelo Antonio Basagoiti Arteta fundó el Banco Hispano Americano y, antes de liquidar y repatriar su fortuna de México, levantó una entidad financiera de ámbito estatal que desarrollaba banca universal. La familia siguió vinculada a la entidad, llegando a ser su hijo Juan Antonio Basagoiti Ruiz el presidente (1961-68). Tras la segunda generación, el apellido vizcaíno siguió pegado al BHA, pero sin dote de mando. El siguiente fue Antonio Basagoiti Amezaga; y su hijo, Basagoiti García-Tuñón, padre del dirigente popular, continuó la tradición en el consejo del Santander-Central Hispano.

Por ello no puede decirse que Basagoiti, licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto, naciera en el seno de una familia obrera. Ejerció como director del Instituto General de la Juventud, pero su aura despuntó antes con el pacto PNV-PP en el Consistorio bilbaíno entre 1995 -año en el que comenzó su militancia en el PP- y 1997, donde fue responsable del área de Educación y Medio Ambiente y portavoz suplente del grupo municipal popular, comprobándose la capacidad de su fluido verbo.

No es extraño que quienes le acompañaron en su bancada o en la rival, le describieran tan trabajador como buen jefe, enredador y cercano, demagogo y honesto a la vez, alguien a quien "se echa de menos". Pero sobre todo, como le define uno de sus más fieles colaboradores en el partido, Iñaki Oyarzábal: "Antonio es transparente y muy humano, sin coraza, alguien sin pelos en la lengua y al que no le gusta la retórica engolada".

El Ayuntamiento se le quedó pequeño. Y eso que, gracias a él, conoció a María. Fue en un festejo de Nuevas Generaciones del PP, en las elecciones de 1995.

Apareció Basagoiti en los papeles de ETA en 1997 y cuatro años después un artefacto detonó en la puerta de la vivienda familiar en Bakio. Paulatinamente su carisma y laboriosidad le dieron el espaldarazo en las filas populares, primero como presidente del PP en Bizkaia y luego como número uno de la formación en la CAV tras haber crecido a la izquierda de María San Gil, cuyo discurso trató de centralizar cuando se hizo cargo del liderazgo, reforzado la última vez con el 93% de los votos de sus compañeros.

Empujó para moderar el altavoz antinacionalista que predicaba su partido con el objetivo de romper estereotipos y aproximarse a la sociedad vasca, desmarcándose de las presiones de Génova y de las ejercidas por los medios afines al ala más derecha de la formación, la misma que ha tratado de pasarle la factura correspondiente después del descenso en escaños -de 13 a 10- en los últimos comicios autonómicos. "Su posicionamiento ha permitido que el PP vasco sea una marca diferenciada del PP de Madrid, ha dejado impronta pese a presiones que haya podido recibir y que él ha afrontado con valentía aunque a veces desde la dirección nacional no se la haya entendido. Ha tenido arrestos y personalidad para decirles: si no os gusta cómo lo hago, venid vosotros al País Vasco", aplaude el secretario general del PP de la CAV.

Atrás quedó hace siete meses la alianza que durante tres años y medio le permitió sostener al socialista Patxi López en Lakua en lo que ambos adjetivaron como el "gobierno del cambio", ese que sus predecesores, Nicolás Redondo y Jaime Mayor Oreja, no lograron plasmar, lo que condujo a Basagoiti a reafirmarse en la bondad de su estrategia, la llamada política pop acorde con los nuevos tiempos que se avecinaban en Euskadi. "Ese acuerdo ha sido un hito porque trajo el fin de la crispación y contribuyó a que ETA acabara", se felicita el mismo que en 2003 se comprometió a dominar el euskera en público.

Su pasión por la motos recuerda una escapada con su mujer a Galicia, a un congreso del PP, mientras detrás marchaba la escolta en coche, "muy romántico". Entre sus aficiones guarda un rato para el golf, o para la cocina, con la que se relaja preparando una buena merluza en salsa. Y siempre para el Athletic y San Mamés, su otro matrimonio; y para su humor socarrón. Rápido en la reacción, sabe sacarle a casi todo un titular de impacto, empleando frases redondas que calan, en ocasiones de tanto trazo grueso que no se ajustan a los datos reales. Aunque no parece el mejor sitio para sentirse seguro, en México buscará oxígeno para su relación familiar tras dos décadas en la macabra diana y prohibido el anonimato. "¿Si va a volver? Se va para muchos años", zanjan los suyos, que recordarán al Basagoiti veloz de reflejos. Como subido a su moto. Le toca vender otra.