Vitoria. Arantza Quiroga (Irun, 1973) nunca logrará desprenderse de la imagen de conservadurismo moral que se construyó alrededor de su figura a escasos días de convertirse en la primera dirigente popular en presidir el Parlamento Vasco. Probablemente tampoco lo pretenda porque es muy consecuente con sus ideas y nunca ha ocultado que su vida se rige por los preceptos más estrictos del catolicismo y que defiende unas ideas muy próximas al Opus Dei. Son célebres sus declaraciones de rechazo al aborto y a la utilización del preservativo ("yo nunca lo usaría", llegó a decir). Tampoco ocultó otras filias y fobias, como cuando renegó de las iniciativas de memoria histórica ("¿por qué yo ahora tengo que revivir todo esto? Me rebelo ante estas personas que quieren trasladar sus odios a nuestra generación") o habló del euskera -que entiende pero no habla- como una "segunda lengua" en estos términos: "Me preocupa que el euskera se mantenga como una discriminación para acceder al trabajo".

La ascensión de esta licenciada en Derecho ha sido meteórica dentro del PP, siempre de la mano de Antonio Basagoiti, su gran valedor desde que en 2008 la aupó como vicesecretaria general de la formación en el congreso que relevó a María San Gil. Antes había sido concejal en su localidad natal y en Oñati, y parlamentaria desde 1998. El mismo pacto que encumbró a Patxi López como lehendakari la llevó a presidir la Cámara vasca. En esta legislatura, Basagoiti ha querido premiarla con la portavocía del grupo parlamentario, desde donde ha mantenido un perfil alto en los últimos meses, sin duda espoleada por la posibilidad de ser el relevo natural de su todavía jefe. Ni su reciente baja por maternidad -dio a luz a su quinto hijo hace un mes- la ha apartado de la carrera sucesoria.

De carácter afable, intenta domesticar su timidez con cierta vehemencia en el discurso político. Como ejemplo, su reciente rifirrafe en el Parlamento Vasco con Laura Mintegi (EH Bildu) por la alusión de esta al asesinato de Fernando Buesa.