Hoy, y sin que sirva de precedente, toca hacer de augur; la situación política se presta. Vayamos con el primer augurio. La izquierda patriótica no va a acordar nada de fundamento con el PNV en lo que queda de legislatura. Por un lado, es la fuerza que disputa al PNV el liderazgo del país y, por el otro, le resultaría muy difícil mantener su característica retórica, a la vez que apoya a un gobierno jeltzale. Por si lo anterior fuera poco, Bildu cuenta con la tranquilidad que le da el saber que sus necesidades guipuzcoanas las satisface, con creces y sobrado regocijo, el PSE. Resulta ello tan patente que enternece que en los estudios demoscópicos un porcentaje nada desdeñable de votantes de PNV y EH Bildu manifieste preferir una alianza o acuerdo entre nacionalistas.
Y vamos ahora con el segundo augurio. El PSE, único partido que eventualmente podría prestar al Gobierno de Urkullu el apoyo que necesita, no va a hacer tal cosa por el momento. Rencores y agravios al margen, los socialistas no tendrían nada que ganar. Ahora no sacarían nada en limpio de un eventual apoyo al Gobierno Vasco. No parece haber contrapartidas que el PNV pudiera ofrecerles hoy, salvo, quizás, la entrada en el Gobierno. Pero ni siquiera eso interesa al PSE o, al menos, no a su dirección.
Puede ser una percepción errónea, pero a día de hoy, la dirección socialista, con su secretario general a la cabeza, están mirando a Madrid. No miran a Ferraz para ver qué ocurre allí, sino que lo hacen porque han fijado allí su próximo destino. Solo así se explica la exhibición obrerista de López del primero de mayo y la declaración parlamentaria de la pasada semana contra los acuerdos con el PP.
En un contexto tan propicio a la demagogia y el pensamiento débil como el actual, bastantes piensan que un líder con discurso izquierdista y experiencia de gobierno resulta pintiparado para dirigir el principal partido de la oposición. Y bien pensado, quizás no les falte razón; al fin y al cabo, Aznar hizo lo propio en el otro lado del espectro y no le fue tan mal. Así pues, hasta que no se despeje la incógnita madrileña no se atisba posibilidad de acuerdo en Euskadi. Y después, ya se verá.
¿Durante cuánto tiempo podrá el PNV hacer frente a la incertidumbre con respecto al futuro próximo? Porque esta situación no podría mantenerse durante toda la legislatura. El deterioro que sufriría la imagen del Gobierno en esas condiciones obligaría a un adelantamiento electoral, sin duda. Pero ni siquiera es el de la legislatura el marco temporal relevante a estos efectos. En 2015 habrá elecciones municipales y forales, y ese tampoco es un horizonte a considerar, puesto que el PNV no debería llegar a esa cita sin haber aclarado antes el panorama en Vitoria.
Así las cosas, el próximo trámite presupuestario será la piedra de toque. El modo en que se resuelva marcará el destino de la legislatura. Y al respecto, son dos los elementos a considerar. Uno es que una experiencia de gobierno necesitado de apoyos puede acabar siendo un argumento muy poderoso para recabar, y obtener, el voto de quienes valoran la estabilidad.
Ahora bien, ese argumento vale si la imagen del Gobierno no ha sufrido excesivo menoscabo. Por eso -y aquí está el segundo elemento- si no hubiese nuevo presupuesto para 2014, a partir de entonces el tiempo empezaría a correr en contra del Gobierno. Saque usted, amable lector, la conclusión.
Hasta aquí los augurios, pero una vez hechos, no olvidemos que, como dijo el físico Niels Bohr, "hacer predicciones es muy difícil, en especial cuando se trata del futuro".
Augurios
Un tal Pérez
JUan Ignacio Pérez
"El PSE no va a prestar su apoyo a Urkullu. No sacaría nada en limpio de un eventual respaldo al Gobierno Vasco"