Poliedroa

Por iñaki gonzález

EL lehendakari Urkullu ha cubierto en las últimas semanas un intrincado camino que le ha llevado a dejar atrás los análisis tácticos para definir una estrategia de largo recorrido. La situación socioeconómica requiere de estabilidad a más largo plazo y hay prisa por superar el trago amargo de los presupuestos ninguneados para ofrecer un modelo de gestión basado en el mínimo común denominador aunque deba hacerse entre visiones enfrentadas sobre la realidad vasca.

Seguramente el cuerpo le pedía otra cosa pero ha decidido ofrecer un encuentro en Ajuria Enea a quienes han mantenido la prioridad del desgaste de su persona sobre las necesidades de consenso. Un pacto de compromiso debería ser el paso siguiente, pero la experiencia reciente nos hará cuestionar la voluntad de los convocados porque esa mesa tiene las patas largas y está por ver si todos los llamados a ella están a su altura.

Es un buen indicio que los diagnósticos de necesidades del país se aproximen cuando vienen desde miradas tan dispares. En esencia, la reactivación económica, la suficiencia fiscal y la protección social están en los discursos de todos y es momento de contraponer diagnósticos con datos reales. Debiera ser la antesala de encuentros basados en esos diagnósticos y en la calidad política de leer la realidad desde una perspectiva capaz de superar los condicionantes del corto plazo. Cuando todo esto se supera, el coadyuvante final o el obstáculo último del acuerdo es el factor humano. Y, aquí, puede haber un problema porque el factor humano de nuestra historia política reciente acumula resentimiento y quienes están llamados a la mesa de Ajuria Enea han bruñido en las últimas semanas, meses y años demasiados desencuentros.

Para vencer los erigidos entre PNV y PSE el factor humano es hoy un más que severo inconveniente que trasciende el desencuentro entre Iñigo Urkullu y Patxi López. El jueves en el Parlamento se vivió un extraño cuadro costumbrista en el que el secretario general de los socialistas vascos exigía al lehendakari que elija entre él y Basagoiti, consciente de que sólo con el PP los números, sencillamente, no dan. El proceso por el que López ha pasado de basar su proyecto de gobierno en su alter ego popular a no querer ir con él ni a heredar también puede tener algo de factor personal a raíz del célebre exabrupto que le dedicó un Basagoiti tradicionalmente suelto de verbo.

El problema se agrava porque el cúmulo de experiencias personales que generan sólidos condicionantes alcanza a toda la primera línea del PSE. Cuando los socialistas decidieron gobernar, López practicó la acumulación de funciones en Gobierno y partido y dejó a éste en un segundo plano, huérfano de una buena parte de sus pesos pesados, que fueron al Ejecutivo. El desfonde electoral socialista precipitó el proceso inverso y la Ejecutiva del PSE dio acomodo a los consejeros salientes que fueron el núcleo duro de su gabinete. Ares, Mendia o Celaá rodean a López reproduciendo en su Ejecutiva el entorno de los años de Gobierno. Tampoco se amortizaron los secretarios territoriales, Prieto, Pastor y Arriola, que hoy pilotan Araba, Bizkaia y Gipuzkoa con el mismo discurso de ayer. Sí quedó por el camino la representación en aquel gabinete y en esta dirección de un cierto sector del socialismo vasco en el que se significó Gema Zabaleta.

Por comparación, el último proceso de renovación de cargos en el PNV descartó ese riesgo de trasposición automática y acumulación de funciones. La norma de la bicefalia en los cargos políticos e institucionales mostró su razón de ser. Con todo, el ejercicio de trashumancia socialista habría sido gestionable si no hubiera estado acompañado de un adanismo militante. López llegó a las elecciones de 2009 como si no hubiese tenido ningún papel como secretario general de su partido en la crisis de confianza que arrastraba con el PNV. Llegó al Gobierno como si hubiera ganado aquellas elecciones, lo abandonó como si no hubiera perdido las últimas y ahora hace oposición como si no hubiera vivido en Ajuria Enea al calor del PP y no hubiera aplicado los recortes que le exigió Rodríguez Zapatero.

Hay que ser muy olvidadizo para querer ser siempre la parte agraviada de esta historia. O puede que no sea fruto tanto de las miradas hacia atrás como de las cábalas hacia adelante. Al fin y al cabo si, mientras Pérez Rubalcaba ofrece un pacto al PP en Madrid, Patxi López se afana en enterrar ese pasado ya tiene algo con lo que distinguirse del veterano y amortizado lider socialista. Y allí donde no se es delfín se puede ser alternativa. Ese también es un factor humano de peso.

El factor humano

Si todos los partidos coinciden ya en identificar los ejes de la acción de gobierno en la reactivación económica, la suficiencia fiscal y la protección social, el factor humano en el diálogo puede ser el coadyuvante del acuerdo o su principal obstáculo

López llegó al Gobierno

como si hubiera ganado

aquellas elecciones, salió

de él como si no hubiera

perdido las últimas y hace

oposición como si no

hubiera vivido en Ajuria

Enea al calor del PP