Vaya por delante la confesión. Yo también fui un pardillo que creía que la Bolsa, con mayúscula especulativa, era importante. Ni sé la de veces que titulé un periódico o abrí un informativo con sus llamativas oscilaciones. Hasta admito cierto rubor de mis propias explicaciones: que si todos jugamos, que no es cosa exclusiva de grandes inversores, que es importante por el pequeño ahorrador, etc. Hoy es un dato irrelevante. El todopoderoso Ibex, que pedía paso con urgencia si subía o bajaba unas cuantas décimas por encima de la media, es hoy un puñetero porcentaje más.

Todas esas cifras macroeconómicas a las que hace referencia el portavoz del PP que le toque quedan fulminadas por la rotundidad de los más de seis millones de problemas. Eso sí es un problema "macro", la suma de de todos los microdramas que se viven cada día en nada menos que dos millones de hogares en los que nadie trabaja aunque los que están en edad de hacerlo busquen empleo activamente en, al menos, las cuatro últimas semanas. Comparativamente estamos mejor en Hegoalde, mejor en la CAV que en Nafarroa, pero no es ningún consuelo si con un mínimo de sensibilidad miramos a nuestro alrededor.

El transcurso de la semana ha seguido el esquema clásico de las tramas, con su introducción, el nudo y el desenlace. Si tengo que elegir género, elegiría el de terror, aunque también cabe el de suspense, porque a este desenlace le falta un final redondo aún por escribir.

El martes de esta semana hubo una algarabía especulativa sin precedentes. Resulta que la Unión Europea pasa a limpio las cuentas públicas españolas y allá donde había un agujero, descubre una sima. Donde se anunciaba un 6,7% de déficit, había un 10,2%. Ese mismo día, el ministro de economía español (todo con minúsculas, por favor) nos revela que de lo que dijo, la mitad de la mitad. Bueno, exactamente el triple: del -0,5% al -1,5% de PIB para este año.

A mí no me parece que se puede estar peor en un mismo día, pero la querida Bolsa se pone juguetona y da un subidón. Ahí viene, por detrás, la prima de riesgo para ratificar que España va bien. Debe ser así si así lo dicen bolsas que nunca palpamos y primas de cuyo parentesco nuca supimos. Y Montoro, el hombre que pretendía tomarnos el pelo con el déficit se marca un largo: "el dato de la prima de riesgo es el preludio de la recuperación". Pero aún faltaba mucha semana.

La resaca monteril, con titular de la prensa afecta, duró exactamente un día, porque el jueves a primera hora entrábamos en una nueva fase. La Encuesta de Población Activa, sistema de medición del paro homologado por la UE, daba la escalofriante cifra del desempleo arriba reseñada. La ventaja de este sistema es que nos dice mucho más: hogares sin ingresos, parados de larga duración, jóvenes sin esperanza, etc. ¿Por dónde asoma "el preludio de la recuperación"?

La víspera entrevisté al presidente de Kutxabank. Mario Fernández tiene la virtud de hablar muy claro. Y al recordarle lo que había dicho Montoro, avisó: "Bueno, ahora dice eso, luego lo otros, aquí nunca se sabe". Acertaba, claro. Como cuando recordó que no conoce ningún caso "en el mundo mundial" de un país que haya salido de la crisis solo con medidas de austeridad en el gasto. La siguiente pregunta surge inmediatamente: ¿Y entonces por qué se sigue solo en esa vía de ajuste y no se deja nada para la inversión?. Respuesta: porque en la UE manda Alemania que así le va algo mejor.

Si imaginara un coco, de esos que se comen crudas a las criaturas, esta semana me saldría la palabra Bruselas. Vale, la Comisión Europea. Y si hay que ponerle nombre, Olli Rehn, comisario de Asuntos Económicos. Con los datos del paro aún recientes, fue el finladés al Parlamento Europeo a decir que esperaba que al día siguiente Mariano Rajoy tomará "medidas más extensas y más concretas para corregir los desajustes macroeconómicos". Lo más suave que se me ocurre es que fue inoportuno.

Pero dicho y hecho, el viernes ya teníamos tras la reunión del Consejo de Ministros el flamante Plan Nacional de Reformas. No se puede negar que Rajoy hace los deberes y que insiste a pesar de que de vez en cuando trampee los datos y le pillen. Tiene sus motivos: los que mandan son los acreedores de esa deuda pública convertida en ayuda a una banca privatizada que tenemos que pagar a escote aunque ellos mismos, los Blesa, Rato y compañía, fueran los autores del desaguisado. El Gobierno español, el mismo que ha cambiado su propio programa electoral para satisfacer las exigencias de esos acreedores, sigue transitando por el mismo camino y en la misma dirección. Ya sabemos que la reforma laboral no es la culpable del paro, pero no ayuda. Ya sabemos que la austeridad extrema ayuda a rebajar el déficit, pero no contribuye a que tengamos hoy un poco más de esperanza que ayer. Espero que el epílogo sea mejor que el momentáneo desenlace.