es cierto que Internet permite estar al cabo del día de lo que sucede en tu país aunque te encuentres a miles de kilómetros. Pero siempre existe cierto jet lag informativo cuya receta es un atracón de periódicos retrasados. Tuve un profesor, antes de la era digital, que decía que el periódico era un producto singular: se elabora la víspera, se consume en el día y caduca cuando llega el siguiente número. Sin ánimo de llevar la contraria al magister, yo he convertido en un ritual deleitarme con el papel supuestamente caduco cada vez que llegó de un viaje.
Dirán lo que quieran de la Red, pero el papel sigue papel, y en las páginas voy llenando lagunas a las que los últimos días no presté la atención que merecían: desde la situación política en Nafarroa hasta las novedades en el caso Cabacas, hasta algunas reacciones que me sorprenden y me devuelven a Venezuela.
Otegi y capriles Empecemos por ahí. Leo que Arnaldo Otegi ha enviado un telegrama desde prisión felicitando al PSUV por la victoria, o así, de Nicolás Maduro. Al margen del debate sobre la limpieza del proceso electoral (no avivaré yo la polémica si por fin parece que hay cierto acuerdo entre las partes) me parece que el líder abertzale debería enviar otro telegrama a Henrique Capriles. Uno de solidaridad.
Las diferencias ideológicas con el candidato opositor serán muy notables, pero hay algo que les une por encima de ello. La persecución política desde las instituciones del Estado. Otegi es un preso político, así lo considero yo, y ojalá me equivoque pero Capriles tiene serio riesgo de correr la misma suerte. Maduro le acusa de ser "responsable de asesinatos" (a pesar de que hizo reiterados llamamientos a la paz y se desligó de acciones violentas que siguieron al recuento) y anuncia, como hizo el militar presidente de la Asamblea Nacional Diosdado Cabello, medidas legales contra dirigentes de la oposición. A Otegi le debe sonar, pero ha preferido ponerse del bando del persecutor y no del perseguido.
¿Qué es corrupción? En el caso de Nafarroa, me detengo ante las páginas que detallan cuáles fueron las primeras palabras de Yolanda Barcina tras el prolongado silencio que siguió a la imputación de los otros tres integrantes de la banda de la permanente. La pregunta del periodista era de cajón: "¿usted dijo que los políticos imputados en casos de corrupción deben dimitir? ¿debe hacerlo Enrique Maya?". Pero la respuesta es de traca: "En este caso no hay corrupción, les niego la mayor". Hay que estar curtido en la profesión para que a uno no le dé la risa floja allá mismo antes de que crezca la indignación.
Barcina tiene una brillante carrera docente ligada a la Farmacia y a la Nutrición antes de ingresar en política. Pero que se haya especializado en una disciplina científica no le da derecho a tomarnos el pelo "negándonos la mayor". La diferencia que existe entre el "estupro", es un decir, y la "prevaricación" o el "cohecho" es que aunque lo ejerzan la misma persona con cargo público el primero no hace referencia a la corrupción y el segundo sí. Ya imagino que la presidenta lo sabe y que se hace la tonta para ver si los demás también nos atontamos. Lo que Barcina va adelantando es que aunque le caiga la imputación ella seguirá soldada al sillón y no habrá cizalla capaz de sacarla. Desde el jueves, está un poco más amarrada porque los socialistas, cual perro del hortelano, ni hacen ni dejan hacer. Lo que oferta el PSN a la sociedad son dos años más de la misma vergüenza.
cabacas Me fui con la desafortunada versión gubernamental de que la muerte de Cabacas era un "accidente" y vuelvo con la más certera calificación de que se trató de un "error irreparable". Pues sí, porque lo que hemos escuchado recuerda más a un coche que entra a toda velocidad en una calle peatonal que a un reventón de una rueda en un descampado. Pero semántica al margen, lo importante es que se esclarezca lo que pasó, que esa familia tenga su reparación judicial sin tener que pasar un calvario ni escuchar frases que pueden resultarle ofensivas, y que la sociedad pueda estar segura de que se toman todas las medidas posibles para que eso no vuelva a ocurrir.
Rodolfo Ares fue un insensato porque eludió su responsabilidad y amparó una versión oficial que iba más destinada al encubrimiento que al esclarecimiento. La consecuencia fue una muesca en el crédito de la Ertzaintza. Pero esa época ya quedó atrás. Por eso es tan importante que Interior rectifique lo que haya que rectificar, aparte del servicio a quien está involucrado en tan graves hechos y proceda a enmendar lo que de mal se hizo, empezando por atender a las recomendaciones del Ararteko.
'Jet lag' informativo