XABIER LAPITZ

Venezuela es un país madrugador, pero en esta jornada electoral se han batido marcas. A las tres de la madrugada, un toque de corneta con los acordes de una diana militar me hace saltar de la cama. Al susto inicial le sigue la sorpresa: una caravana de motos con seguidores chavistas y altavoces a todo volumen recorre el centro de Caracas llamando a votar. Seguirán pasando durante tres horas hasta que a las seis de la mañana abran los colegios. A partir de entonces, la actividad militante se traslada a los centros de votación.

La caótica Caracas muestra una imagen inusualmente tranquila en esta jornada electoral. Sólo alrededor de los liceos, las escuelas o los centros de capacitación se observa movimiento. La gente se lo toma con tranquilidad. Desde primera hora, incluso antes de que las mesas quedaran constituidas, la gente hacía cola, se llevaban sus taburetes, charlaban y comentaban las últimas noticias.

"La maquinita" En el colegio La Consolación del centro de Caracas, veinte personas aguardan a que el jovencísimo militar les dé permiso para entrar. El calor a esta hora empieza a apretar. Un vendedor de refresco vocea su mercancía. Los militares que forman parte del Plan República, el dispositivo especial para los comicios, charlan con los representantes de la Consejo Electoral Nacional, vestidos de caqui y con chalecos propios de un enviado especial a una guerra.

A pocos metros, representantes de la candidatura de Capriles aguardan a que llegue el alcalde de la capital, Antonio Ledezma. Cuando aparece se escucha una salva de aplausos. Estamos en zona opositora. Predominan las gorras al estilo Capriles, con los colores de la bandera venezolana y los chándales y camisetas Adidas de "la vinotinto", la selección nacional de fútbol. No hay rastro de chavistas en la puerta.

Luis Urruchaga y José Lago son veteranos. Luis recuerda que "casi votamos desde Gómez, allá por los cuarenta; aquello era otra cosa y aunque puede que fuera más incómodo yo prefiero el papel a la vaina esta de la maquinita. Me da a mí que es más fácil manipular las computadoras que el papel y nunca me ha gustado este sistema que es tan sofisticado que no lo entiende nadie salvo ellos, los que lo diseñaron".

José asiente, aunque admite que "la cosa va rápida aunque hay que dar muchas vueltas porque primero hay que certificar en el censo con la huella del anular, después ir a la máquina detrás del cartoncito, chequear con el recibo que la máquina ha aceptado tu voto y no otro y meter la papeleta en la urna; después firmar en el cuaderno, pasarla otra vez por la tinta y el fijador". En total, diez minutos. En Venezuela es fácil saber quién ha ejercido su derecho a voto y quién no. Basta con mirarle al meñique. Les pregunto por su pronóstico: "Ganará Capriles, pero seguirá Maduro". Es decir, que intuyen un amaño.

Hacia el oeste Desde esta zona de Plaza Venezuela hacia el oeste nos vamos adentrando en distritos donde el voto entre las dos principales candidaturas se equilibra y cuanto más al oeste, la mayoría cae del lado chavista. En las inmediaciones del imponente rascacielos del Hotel Alba, el Hilton de Caracas antes de su expropiación en 2007, se encuentra el Liceo Andrés Bello, donde están censadas más de siete mil personas. El panorama no cambia demasiado con respecto a La Consolación: largas colas, vendedores de comida ambulantes, listas en la calle y gran despliegue militar. Pero un detalle lo hace diferente: hay más camisetas rojas y más brazaletes con la bandera venezolana, un distintivo propio del chavismo.

Pablo Márquez luce el distintivo del Consejo Electoral Nacional (CNE) y no pone reparos para dar su impresión de cómo discurre la jornada. "Yo ya estuve en las elecciones de octubre en este mismo colegio y creo que no están acudiendo durante la mañana tantos votantes como en aquella".

Unos cientos de metros más allá, veinte motos se cuecen a 30 grados. Sus conductores eligen la sombra para descansar. Son militantes de diferentes colectivos y asociaciones chavistas que desde primera hora de la mañana patrullan la ciudad. Son los que me han despertado. Me acerco a ellos y en su rostro se adivina cierto cansancio. El madrugón y el calor. Me acerco y les pregunto desde qué hora llevan levantados. "En realidad no me acosté más que un ratico, porque nos reunimos a la una de la madrugada, allá en los cerros para venir hacia acá". Les digo que la oposición acaba de dar una rueda de prensa denunciando estas patrullas por violar la ley electoral: "Ya están otra vez con ese cuento, con esas mamarruchas; como sigan así se va a armar un bululú". Traducido: que puede haber lío.

Jesús parece que lidera este grupo y me da un consejo: "No te fíes de lo que dice Globoterror (en referencia la cadena de televisión opositora Globovisión) y si quieres saber la verdad, acércate a hablar con la gente, verás que no hay trampa, somos muchos más y esta noche lo vamos a volver a demostrar, con tranquilidad; ellos siempre tratan de extender las sospechas sobre el Consejo Nacional Electoral, que es un ejemplo para el mundo". Se despide con una petición: "Pon que no hay país más democrático que Venezuela. Desde el triunfo del comandante Hugo Chávez Frías, que nos está viendo desde allá arriba, hemos votado 18 veces y ¿cuál ha sido el resultado? Una patria roja rojita".