EN la política y aledaños, cuando se trata de reprochar a otro -preferentemente a la autoridad- no hacer algo, se le acusa de no tener "voluntad política". Dicho así, parece que es peor que no tener voluntad, sin más aditamento, aunque no esté muy claro qué diferencia hay entre voluntad política y voluntad a secas. Los partidos y demás agentes políticos y sociales se "posicionan"; o sea, toman posición, que es como decir que toman postura ante algo. Y donde los ciudadanos de a pie proponen, políticos, tertulianos y periodistas "plantean". También "ponen en valor", en vez de reconocer el valor, utilidad o importancia de algo.

Antes se ponían límites que no debían sobrepasarse; ahora se ponen "líneas rojas"; alguna vez alguien tradujo del inglés la metafórica expresión red lines y nos hemos quedado con ellas, con las líneas, se entiende. La crisis ha conseguido que los gobernantes "hagan más con menos". El Gobierno vasco anterior alardeó mucho de eso, mientras que el de ahora lo ha puesto todo perdido de "gasto social" -con "líneas rojas", por supuesto-.

Las llamadas "políticas de igualdad" también han dejado huella en el lenguaje. El "género", precedido por la preposición "de", se encuentra por doquier: políticas "de género", lenguaje "de género", cine "de género", y unos cuantos "de género" más se han adueñado del paisaje lingüístico con facilidad asombrosa. Sexo ya solo es eso que se practica -normalmente en la intimidad-, o lo que tienen unos protozoos; porque ese rasgo que nos identifica y diferencia a todos los seres humanos ha cambiado su nombre por el de una forma gramatical. ¡Qué cosas! Antes el sexo era tabú y ahora lo es la palabra que lo nombra. De la victoria lingüística de las políticas de igualdad dan fe esos "nosotros y nosotras", "vascos y vascas", y hasta "miembros y miembras" que ya casi hasta parecen normales.

Entre nosotros, algunas palabras han adquirido un sentido especial, como las que usamos para referimos a lo nuestro. "El conflicto", así, con artículo determinado, es la más conspicua; no en vano es la que se utiliza para nombrar lo innombrable. Hace pocos años, no obstante, "hoja de ruta" estuvo a punto de arrebatar el liderazgo a la anterior. Es como se tradujo del inglés la expresión que se utilizó para referirse a la serie de hitos que debían cubrirse en Palestina para alcanzar la paz. La expresión, por razones obvias, hizo fortuna entre nosotros. La izquierda patriótica, sin embargo, prefiere "proceso" que, aunque no sea de paz, nos dicen, traerá la "solución". Por eso demanda "altura de miras", que es algo de lo que, al parecer, los demás carecen. Y como un proceso es algo dinámico, que implica movimiento, no dejan de dar "pasos", que son las decisiones que toman o los gestos que ellos hacen y que, por falta de altura de miras, no tienen su contrapartida en "pasos" equivalentes por parte del "estado", de "los estados" o de todos los demás.

Y luego están los tertulianos, columnistas y políticos "de orden" con su tan manido "Estado de Derecho", aunque luego ocurra que quien más lo esgrime menos respeto tiene a lo que la expresión verdaderamente significa. También gustan de referirse al "imperio de la ley", a pesar de que uno de los males que nos aquejan sea, precisamente, la impunidad de algunos de los que lo invocan.

Lo anterior no es más que una pequeña muestra de una jerigonza, cada vez más enrevesada, que añade dosis crecientes de oscuridad al lenguaje político. Y eso no es bueno. Pienso que en la esfera pública debería utilizarse un lenguaje sencillo, de palabras correctas, precisas, que evite términos muy manidos; un lenguaje sin artificios, de limpia sintaxis. No solo sería más elegante, también sería más creíble.

Jerigonza

Un tal Pérez

JUan Ignacio Pérez

En la esfera pública debería utilizarse un lenguaje sin artificios, de limpia sintaxis,

ya que sería más creíble