Dice la leyenda que el gran Gauss -célebre matemático alemán Carl Friedrich Gauss (1777 -1855)-, cuando aún era un niño de siete años, fue castigado en clase por no prestar atención. El maestro eligió para él una labor que, pensaba, lo mantendría ocupado durante varias horas en las que confiaba gozar de la tranquilidad que un inquieto Gauss le arrebataba. Para el castigo eligió un ejercicio de matemáticas muy laborioso. Nada más y nada menos que sumar todos los números de uno a cien. ¡Y eso con siete añitos! Además, en la época, obviamente, no existía el riesgo de que el niño Gauss hiciera uso de la calculadora o del smartphone.

Pero, para sorpresa de su maestro, Gauss estaba de vuelta en menos de cinco minutos y con la respuesta adecuada: la suma de los cien primeros números naturales, del 1 al 100, es 5.050.

El maestro le preguntó intrigado cómo había conseguido resolver el ejercicio tan rápido. Y lo más sorprendente fue la originalidad del método ideado por Gauss que anticipaba que se convertiría en uno de los más grandes matemáticos de todos los tiempos.

Gauss, en lugar de sumar todos los números, uno por uno, hizo lo siguiente: acomodó en una fila todos los números del 1 al 100 y debajo de esa fila acomodó, en otra fila, todos los números del 100 al 1. Después sumó las dos filas.

Tenía entonces 100 veces el número 101, así que se dio cuenta que si multiplicaba 100 por 101 obtendría dos veces la suma de todos los números del 1 al 100. Por tanto si quería obtener la suma de todos los números del 1 al 100 una sola vez, bastaría con dividir entre 2 el resultado del producto: 100x101/2=5.050.

¡Enhorabuena, Gauss, y gracias por esta leyenda, sea verdad o no!

En estos días hemos oído hablar mucho del número 100. Es sin duda un número distinguido. Desde que el ser humano organizó su civilización en torno al sistema decimal, el número 100 ha jugado siempre un papel estelar. 100 son los metros de la carrera reina del atletismo. 100 es también un número de años muy respetable que muy pocos humanos alcanzamos. Yo solo conozco a una persona de más de cien años. Felicidades, Doña Inés.

Pero estos días nos hablaban del 100 porque se cumplen los primeros cien días del nuevo gabinete de Urkullu. Y yo preguntaba si la anécdota del joven Gauss no tendrá algo que ver con la evidente distancia entre la percepción de quienes estando en el gobierno reivindican sus realizaciones y quienes en la calle parecen no estar tan convencidos.

¿Y si la gente esperase de esos 100 días en realidad un contenido de 5.050? Es muy posible que así sea en nuestro inconsciente individual y colectivo. De hecho sería natural que lo fuera.

Cien días de gobierno son, en efecto, la sucesión de cien días, uno tras otro, cada uno con sus veinticuatro horas y eso es lo que nos recuerdan los gobernantes que nos piden paciencia y comprensión. Pero en una acción de gobierno articulada, persistente y coherente también es de esperar que cada día vaya amplificando un efecto de bola de nieve que sume no solo una unidad más a los esfuerzos y realizaciones de días anteriores, sino un conjunto de unidades creciente con efectos cualitativamente mayores. Y, en efecto, esto es lo que la gente desea y espera, por difícil que resulte: el mismo fenómeno de la ola que, al acercarse a la playa, se encrespa y acumula energía, y no el de las aburridas olas que se disipan en alta mar sin nunca cambiar su perfil.

No sé a quién se le ocurrió que los Gobiernos tenían que pasar el primer examen a los cien días, pero tengo la impresión de que conocía la anécdota del joven Gauss.