A fin de cuentas, ella ha sido quien se lo ha buscado. Yolanda Barcina destituyó de manera fulminante a su vicepresidente, el socialista Roberto Jiménez, harta de que su socio de Gobierno desaprobase su política desaforada de recortes. Quizá creyó Barcina a los viejos barones socialistas que siguen rondando a UPN, e imaginó que el PSN seguiría apoyándole a ella aun a costa de su secretario general con tal de continuar chupando las raspas del poder. No fue así, los socialistas en bloque se fueron del Gobierno y dejaron a Barcina colgando de la brocha.
Como consecuencia, en Nafarroa ha quedado un Gobierno minoritario en caída libre incapaz de sacar adelante un solo proyecto, con una presidenta bajo sospecha de cohecho y sostenida por un partido fraccionado en dos. Se ha hecho añicos el mito de Yolanda Barcina como esperanza de la derecha navarrera, que ha quedado en lo que realmente era: una ambiciosa sin base ideológica, autoritaria, preocupada obsesivamente por su imagen y su enriquecimiento personal. Ella, que despachó a quienes le sostenían en el Gobierno, anda ahora en esfuerzos desesperados por seducirlos de nuevo. UPN tiene pánico a perder el poder y aunque Barcina haya ganado por los pelos su congreso frente al aparato, lo ha ganado gracias al clientelismo, a los estómagos agradecidos que maman de la teta del Gobierno. Una teta que es ya de vaca flaca que no da para todos y eso inquieta a la multitud de aspirantes.
Lo preocupante es que aún insisten algunos rancios barones socialistas en seguir apuntalando a UPN, y hasta demandan el apoyo de Ferraz para sostener a la derecha extrema en Nafarroa o para imponer el veto a cualquier otra opción que tenga en cuenta al vasquismo en todas sus acepciones. Estrategia, por cierto, que les ha venido funcionando hasta ahora de la mano de emisarios regionalistas en puente aéreo a Madrid. Es la herencia del desastre de los Urralburu, Roldán, Aragón y demás mangantes, que ha dejado el chantaje de los trapos sucios en manos de los poderes fácticos y sus apéndices mediáticos.
A ese PSN tantas veces compañero de viaje con la excusa de la responsabilidad institucional, la defensa del Amejoramiento y la Navarra española, del antiterrorismo extendido a todo lo vasco y del agostazo, a ese PSN desangrado en una constante pérdida de votos y perdido su lugar como referencia de la izquierda, a ese PSN que sigue siendo -quizá ahora más que nunca- clave en un Gobierno alternativo de progreso, le ha llegado el momento de la catarsis, de mirar hacia adelante, de dar un paso al frente caiga quien caiga aunque tenga el mismo carnet. Por otra parte, el panorama político navarro es preocupante. En el Parlamento gobierna la oposición, pero no se ve manera de acordar una moción de censura dada la dificultad de sumar una alternativa viable.
En realidad, los condicionantes previos impiden al PSN cualquier pacto con Bildu y ello sin necesidad de una orden de Ferraz porque la negativa es autóctona. El PSN estaría abierto a cualquier otro acuerdo, como lo acaba de demostrar en el Ayuntamiento de Egues y lo reiterará en Burlada para desplazar a UPN.
Por su parte, Bildu, cayendo en la tentación de que quien da primero da dos veces, ha anunciado que el 5 de abril presentará con Aralar moción de censura, alegando que se trata de un clamor social. Curioso el empeño de Aralar por hacerse un hueco en el intrincado escenario de la política navarra después de haber dinamitado Nafarroa Bai.
Esta iniciativa estaría abocada al fracaso porque de salida no cuenta con el apoyo del PSN, pero además de intensificar el protagonismo de Bildu y Aralar -de la izquierda abertzale, por simplificar-, complica a Geroa Bai y a Izquierda Ezkerra, que de una forma u otra tendrán que pronunciarse y es muy difícil votar no a una moción de censura a Barcina. Por cierto que para ella sería un impagable balón de oxígeno, necesitada más que nunca de una victoria mucho menos pírrica que la que le supuso renovar la presidencia de UPN.
Por supuesto, al menos por ahora, no hay posibilidad de sacar adelante una candidatura abertzale EH Bildu-Geroa Bai, por más que la izquierda abertzale se empeñe en que se visualice la fuerza del abertzalismo en Nafarroa y esté incluso dispuesta a ceder en las listas.
En todo este laberinto, es envidiable la postura de Izquierda-Ezkerra y su disposición a estar presente allá donde haga falta con tal de desalojar a la derecha navarrera del poder.
La moción de censura, como único recurso para una alternativa de progreso y para acabar con el régimen de UPN, pasa por una complicadísima tarea que debería comenzar por una profunda renovación en el PSN que le librase del lastre de desconfianza que pesa sobre él. Desconfianza, por cierto, que se extiende hasta Ferraz y que hace dudar de la autonomía suficiente de la sucursal navarra del PSOE para pactar con ese amplio sector social que el ala jacobina del PSN denomina "los vascos". Una especie de "ni contigo ni sin ti" que deja en suspenso cualquier paso adelante a base de sumar fuerzas que, hoy por hoy, no están por la labor.
Quizá ha llegado el momento de intentarlo.