acababa de terminar el discurso de la victoria cuando Yolanda Barcina pidió desde lo alto del escenario pidió a los rivales derrotados que subieran a la foto. Ninguno lo hizo. Para entonces, apenas quedaba medio millar de personas en el audiotorio de Baluarte. La gran mayoría de los 1.600 militantes que votaron en el congreso de ayer habían abandonado el auditorio cabizbajos y con la sensación de que, ganara quien ganara ayer, el que iba a perder era el partido.
La tensión interna era palpable desde primera hora de la mañana. Dentro de la sala se debatían las ponencias, pero el movimiento estaba en los pasillos. Listas de uno y otro candidato circulaban de mano en mano, pendientes de que cada casilla estuviera bien cumplimentada para que ningún voto quedara por el camino.
Los problemas sin embargo comenzaron enseguida. Nada más abrir las urnas el sistema informático que validaba la votación, lo que obligó a pasar a un sistema manual, con mesas ordenadas por orden alfabético, y el consiguiente caos organizativo. El cambio atrapó a Barcina haciendo cola, que puso el grito en el cielo y que, en presencia de un bueno número de afiliados, alertó de que fallo podría ser premeditado para alterar el resultado. La alarma al final quedó en nada, y tras comprobar que los 82 militantes que habían votado de forma electrónica no habían duplicado el voto, volvió la normalidad. La que permitió al menos la aglomeración de 1.667 afiliados que buscaban la urna adecuada. Todos tuvieron que pasar por un estrecho pasillo en el que estratégicamente se habían situado representantes de ambos candidatos para repartir papeletas. El mejor lugar sin embargo fue para Barcina, que con el ritual saludo-beso-papeleta, estuvo peleando uno por uno todos votos. Una estrategia que, visto el ajustado resultado final, ha sido acertada.
Un recuento de infarto Lo peor sin embargo estaba por llegar. Cerradas las urnas a 13 horas, llegó el momento del recuerto. Un sistema de lectura informática permitió agilizar el escrutinio de una complicada papeleta en la que, además de los tres cargos unipersonales, 17 vocales de la ejecutiva y 75 puestos del consejo político. Y aunque la complejidad justificaba el retraso, la espera se hizo interminable. La alegría estalló cuando el presidente de la Mesa, Pedro Eza daba los resultados ante un auditorio casi vacío: 871 para Barcina, 795 para Catalán. Surgió entonces la sospecha del pucherazo. El primer recuento daba una diferencia de 132 votos entre los sufragios y votantes. Una diferencia suficiente para dar la vuelta al resultado, y que llevó al equipo de Catalán a pedir el recuento. Algo que no frenó a Eza, que pese a las dudas expuestas por la candidatura dio por buenos los resultados. Las sospechas se disiparon dos horas después, cuando un nuevo recuento redujo el desfase a seis votos, un margen de error que el equipo de Catalán dio por bueno. Para entonces, Barcina ya había sido entronada, y todo su equipo lo celebraba en el restaurante La Chistera. Fue la única fiesta ayer. Todos los demás estaban ya en casa digiriendo un resultado que, visto el panorama, no da para muchas alegrías.