CUATRO años después de tomar el testigo de Miguel Sanz al frente del partido, Yolanda Barcina (Burgos, 1960) vuelve hoy al congreso en un ambiente inesperado. A la debilidad que supone la minoría parlamentaria se suma ahora un pulso interno que amenaza con poner fin a su exitosa carrera política. Sin entrar a valorar los motivos, el primer mandato de Barcina deja tras de sí un partido dividido y un Gobierno bloqueado por un Parlamento con el que ha perdido toda interlocución. Ni siquiera la coyuntura económica le ha sido favorable. Es un escenario muy diferente al que la presidenta de UPN logró forjar su imagen de líder firme y gestora eficaz. La figura de Barcina se ha diluido poco a poco por un cúmulo de circunstancias propias y ajenas, algunas inevitables y otras fruto de la torpeza, y que han dejado a esta doctora en Farmacia al borde del KO definitivo. Pero la presidenta se resiste a caer. Rechazó el acuerdo planteado por su rival por entender que le condicionaba demasiado, y no ha dudado en aceptar el órdago interno aun a costa de tener que hacer las maletas antes de tiempo. Barcina pide hoy a su partido una segunda oportunidad consciente de que tendrá que trabajar mucho la cohesión interna, pero confiada en que la cita de hoy servirá como punto de inflexión a su particular annus horribilis. La pregunta es si las bases UPN le volverán a dar su apoyo.