Pamplona. 2.750 militantes de UPN deberán elegir hoy al presidente del partido para los próximos cuatro años. Sobre las 14.00 horas, si se cumple el horario previsto, Baluarte alumbrará al líder de la formación que fijará el rumbo del regionalismo foral en un complejo escenario económico y social. Una decisión que, sin embargo, trasciende al propio partido, y que tendrá una incidencia directa en el conjunto de la sociedad navarra prácticamente desde mañana.
Yolanda Barcina y Alberto Catalán aspiran a la presidencia de UPN, la primera fuerza política de la comunidad y que gestiona las principales instituciones desde hace más de dos décadas. Lo hacen en un contexto de agria división interna, azuzada con el tenso proceso congresual y que, pase lo que pase hoy, va a dejar un partido desilusionado y dividido.
Será en cualquier caso un ejercicio democrático como pocos partidos se atreven a realizar. La presidenta y el vicepresidente competirán en una suerte de primarias con listas abiertas y de incierto resultado, y en el que podrán participar todos los militantes que lo deseen. Ni siquiera es fácil saber cuántos de los 2.750 afiliados se acercarán a Baluarte a rellenar una complicada papeleta, en la que además del líder del partido, también deberán señalar un vicepresidente y un secretario general. Además de los 17 vocales de la ejecutiva y 75 miembros para el consejo político. Cargos para los que ambos candidatos han presentado listas alternativas, pero que los afiliados podrán mezclar a su gusto, lo que puede dar paso a una dirección formada por afines y detractores del nuevo presidente. Algo que ambas candidaturas intentarán impedir con planchas con los nombres previamente señalados. Un abanico en cualquier caso abierto como para hacer un pronóstico, y que augura una jornada de extrema tensión en Baluarte.
El escándalo de la Permanente Nadie se atreve a hacer una predicción sobre el resultado de hoy. Todavía ayer ambos equipos se mostraban confiados en un final feliz que han peleado voto a voto y pueblo a pueblo, pero que puede depender de un puñado de votos que posiblemente separe el todo de la nada. Un cara o cruz al que tendrán que hacer frente a partir de mañana tanto Barcina como Catalán. Y con ellos, también sus principales colaboradores.
Es la consecuencia de un congreso que ha ido subiendo de tensión día a día, y que ha acabado en un agrio cruce de reproches entorno a los sueldos y sobresueldos de ambos candidatos que ha desprestigiado al conjunto del partido. El escándalo de las dietas de Caja Navarra ha estallado a dos semanas del cónclave, haciendo público el abuso en el cobro de dietas de la entidad financiera, con reuniones dobles y triples en un mismo día, lo que reportaba cuantiosas cantidades de dinero a los principales dirigentes de UPN.
Una polémica que ha golpeado de lleno a Barcina, protagonista junto a Miguel Sanz, Álvaro Miranda y Enrique Maya de la opaca Comisión Permanente, y que ha llevado a la presidenta del partido a anunciar la devolución de la remuneración percibida. Un escándalo en el que Barcina ha intentado involucrar a su rival, miembro de la Junta de Fundadores, y que aunque en menor cuantía también cobró por reuniones celebradas el mismo día. "UPN no se merece como presidente una persona que no tenga la valentía de reconocer los errores y corregirlos", afirmó la presidenta esta semana en alusión a Catalán, que ha optado por no devolver las dietas de Caja Navarra. Acusaciones que han acabado manchando la imagen del conjunto del partido, y que han enturbiado las relaciones entre dos sectores ahora abiertamente enfrentados. Lo que complica la reconciliación en el día después, y en el que uno de los dos va a quedar excluido de toda la estructura orgánica del partido.
el proceso congresual El temido fantasma de la división ha acabado mostrándose en toda su crudeza. Las dudas en torno al liderazgo Barcina llevaban ya varios meses soterradas en el partido. El pacto electoral con el PP apenas tres meses después de cerrar el Gobierno de coalición encendió todas las alarmas, y la ruptura posterior con el PSN acabó por impulsar la alternativa. Pero nunca nadie imaginó un congreso tan dramático como este
La apuesta inicial aglutinaba a quienes buscaban un cambio a la estructura interna con quienes apostaban por un cambio en la política de alianzas. Una alternativa liderada por Catalán, pero sin aspiraciones de presidencia. Sin embargo, la falta de confianza acabó haciendo inviable el acuerdo inicial, y ha derivado en una lucha cainita que ha obligado a posicionarse a los principales cargos y militantes del partido.
Ha sido mes y medio de tensión interna creciente, con múltiples llamadas y presiones para sumarse a una y otra candidatura, y en el que las declaraciones han ido subiendo de tensión en las reuniones internas que ambos equipos han celebrado por toda la geografía foral. Barcina ha alertado de las consecuencias de una posible derrota, y que puede forzar unas elecciones anticipadas. Mientras que Catalán ha aprovechado para cuestionar la capacidad de la presidenta para mantener la estabilidad institucional. Un cruce dialéctico que sin llegar a centrar el debate ha dejado entrever el fondo de la disputa, que no es otro que las dudas que la presidenta genera en una parte importante del partido, y que ve en ella un obstáculo para salvar el régimen institucionalizado desde 1996 gracias a la cómoda y la tradicional alianza con el PSN.
El día después Los militantes de UPN fijarán así el rumbo y el capitán que quieren para los próximos cuatro años. Todo es posible hoy, desde una victoria clara de cualquiera de los dos candidatos, a un resultado ajustado que fracture definitivamente el partido. Un futuro que el partido afronta en minoría parlamentaria y acuciado por el desgaste que implican los recortes sociales aplicados por el Gobierno. Es lo que deberá gestionar en seguida el presidente electo, que tendrá que decidir también qué ocurre con el Gobierno foral. En el caso de que logre la victoria, Yolanda Barcina ya ha dejado clara su intención de mantener la situación actual de minoría parlamentaria confiada en un cambio del PSN presionado por la dirección del PSOE en Madrid, donde no quieren ni oír hablar de una nueva contienda electoral. Las dudas surgen en caso de victoria de Alberto Catalán, que pese a reiterar estos días su apoyo a la presidenta del Gobierno, quedaría en manos de Barcina. Sin apoyo parlamentario, marcada por el escándalo de Caja Navarra y derrotada en su partido, la reacción de la presidenta es hoy totalmente imprevisible.