La caja de los truenos la abrió el intento por parte del PSE, respaldado por EH Bildu, de llevar al Parlamento Vasco el debate para fijar la política fiscal. La primera iniciativa en este sentido, una resolución en el Pleno monográfico que se celebró el pasado 15 de febrero, decayó por una cuestión formal: UPyD se desmarcó de un texto sobre el que estaba de acuerdo en el fondo pero no en la forma, al ser una enmienda conjunta que los socialistas negociaron con EH Bildu. Tras sucesivas e infructuosas votaciones para deshacer el empate la iniciativa decayó. Pero fue suficiente para revolver el escenario político y el diputado general vizcaíno, José Luis Bilbao, fue quien lanzó el órdago: alterar el sistema fiscal foral requeriría una reforma profunda del andamiaje competencial vasco, no sólo la Ley de Territorios Históricos, sino también el Estatuto, la Ley de Concierto y la Constitución. Y ya puestos, concluyó Bilbao, habría que revisar el actual "equilibrio de poderes" que mantienen los tres territorios históricos.
Ese "equilibrio" que mencionaba José Luis Bilbao no es otro que el reparto 25-25-25 en la configuración de la Cámara vasca, distribución a partes iguales que ya establecía el Estatuto de Gernika en su artículo 26 y que desarrolló la Ley de Elecciones de 1990. Esa representatividad independiente de la población, fundamentalmente, beneficia al territorio más pequeño, en este caso Araba. Una de las razones por las que el territorio alavés es un campo de batalla electoral muy codiciado: acceder a un escaño cuesta menos votos.
Pero, ¿qué pasaría si se alterara ese equilibrio? ¿A qué fuerza política beneficiaría ese cambio? A priori, al ser Bizkaia el territorio que de largo concentra más habitantes, se supone que es el partido dominante en este herrialde, el PNV, el que mejoraría sus opciones con un cambio de modelo. Aunque, en la práctica la proyección de los datos de las últimas elecciones autonómicas revela que, en realidad, el reparto de fuerzas actual no se alteraría demasiado y que serían los partidos más pequeños, en este caso UPyD, los más perjudicados. Eso sí, si bien el número de escaños de unos y otros no variaría sustancialmente, este baile sí podría tener consecuencias políticas trascendentes teniendo en cuenta las habituales apreturas de las mayorías parlamentarias en Euskadi.
dos modelos Se podría optar, en principio, por dos modelos: circunscripción única o mantener las actuales tres circunscripciones con un reparto de escaños proporcional a la población. En el primer caso, se trataría de repartir los 75 escaños entre el conjunto de votantes, sin distinguir el territorio de procedencia. Así, tomando como referencia los resultados de las últimas elecciones autonómicas -octubre de 2012- los jeltzales mejorarían en dos escaños, pasando de 27 a 29, en detrimento de UPyD, que desaparecería del Parlamento Vasco, y del PP, que perdería un aforado, quedándose en nueve. EH Bildu -21 parlamentarios- y PSE -16 parlamentarios- se quedarían igual.
La segunda opción, por la que apostaba el propio José Luis Bilbao en sus declaraciones, sería la de mantener las actuales tres circunscripciones pero que éstas eligieran un número de parlamentarios proporcional al número de habitantes. Con los últimos datos que ofrece el Eustat sobre población, esto supondría que Bizkaia pasaría a elegir 40 parlamentarios; Gipuzkoa prácticamente no variaría, eligiendo a 24, y Araba sería la gran perjudicada, pasando a designar a once, catorce menos que en la actualidad.
Sin embargo, esta importante modificación no pondría patas arriba el equilibrio cromático que presenta actualmente la Cámara vasca. Así, siempre con la referencia de los resultados de octubre de 2012, al aplicar la regla D'Hondt el PNV ganaría únicamente un escaño con respecto a los que tiene ahora. Igual que EH Bildu, que pasaría a tener 22 parlamentarios. Los socialistas se mantendrían en 16 y nuevamente el gran perjudicado sería UPyD, que desaparecería del Legislativo. El PP sería otra vez damnificado con la pérdida de un aforado.
La gran diferencia de este hipotético Parlamento Vasco con el actual sería que EH Bildu y PSE sí lograrían articular una mayoría de bloqueo que, por ejemplo, les habría valido para lograr sacar adelante su enmienda sobre residenciar en la Cámara vasca los criterios de política fiscal.
Ahora bien, tomando como referencia los resultados de las últimas cuatro citas electorales autonómicas -2001, 2005, 2009 y 2012-, sí que se aprecian un par de tendencias claras. En primer lugar, que los partidos más pequeños que suelen arañar algún escaño en Álava se verían perjudicados: habría sido el caso de UPyD en 2012 y 2009, por ejemplo. Este fenómeno tiene camino de vuelta, los partidos minoritarios que en Bizkaia se suelen quedar a las puertas de lograr un parlamentario: en el caso de Ezker Batua en 2009, con ese reparto habría logrado un segundo.
En segundo lugar, que el PP a priori sería el partido más perjudicado por esta medida que, no obstante, habría supuesto en esas cuatro citas electorales la pérdida de uno o dos parlamentarios. En estas últimas cuatro legislaturas, los electos alaveses han representado en torno al 50% de los grupos parlamentarios del PP. Ese peso se decantaría en esa nueva fórmula hacia Bizkaia: es decir, que sería en este territorio donde los populares deberían pelear por compensar la pérdida de representación alavesa.
En cualquier caso, aunque numéricamente el perjuicio no represente un vuelco, las consecuencias sobre la política vasca podrían llegar a ser significativas. Por ejemplo, el baile de parlamentarios aplicando esta fórmula sobre las elecciones de 2009 habría supuesto que la suma de socialistas y populares se habría quedado en 36 aforados, los mismos que una hipotética reedición del tripartito, con Aralar como fiel de la balanza. Como antes, el camino de vuelta de este efecto pernicioso sobre el PP es que el PNV, por lo general, lograría compensar y mejorar en Bizkaia el menor número de aforados a elegir en Araba, así que en términos globales es el que resultaría más beneficiado, ganando también de media uno o dos escaños.