madrid. La noticia de la demanda de Bárcenas contra el PP por despido improcedente pilló a contrapié ayer a toda la cúpula de los populares. La versión oficial es que, a partir de ahora, las relaciones con el extesorero se dirimirán en los tribunales, pero nadie sabe aún como afrontar este nuevo contratiempo surgido apenas 24 horas después de que lo creyeran cerrado con la comparecencia de Cospedal.
El portavoz del PP en el Congreso, Alfonso Alonso, eludió ayer valorar la demanda y dijo que le parece "todo un disparate, no tengo nada que valorar". Alonso fue asaltado por los periodistas en los pasillos del Congreso y también fue interrogado sobre si él había visto los papeles del finiquito de Bárcenas, a lo que contestó con evasivas. Según dijo él no estuvo en la reunión en la que Cospedal habría enseñado esos papeles porque "estaba trabajando en la negociación de las propuestas de resolución" del Debate sobre bel Estado de la Nación. Pese a la insistencia de los informadores, el portavoz popular eludió referirse más al caso Bárcenas e insistió en subrayar que su partido va a lograr "un acuerdo sobre corrupción".
Otro mandatario a quien se le pilló fuera de juego fue al vicesecretario general de Estudios y Programas del PP, Esteban González Pons, quien no tuvo otra salida que apelar a la credibilidad de su partido frente a la del extesorero y mostrarse convencido de que los jueces acabarán dando la razón a su organización política. "Ya está bien. El PP es un partido de cientos de miles de personas honradas en toda España y ya está bien", sentenciaba el dirigente popular, quien subrayó que Bárcenas "llegó a los acuerdos que llegó en el PP y ahora puede pintarlos de colores, pero son los que son". González Pons defendía así la versión de los populares, que insisten en que la relación laboral con Bárcenas finalizó en 2010 cuando dejó de ser tesorero del partido tras su imputación en el caso Gürtel y que el PP le ha estado pagando la indemnización "en diferido", como explicó Cospedal.